miércoles, 31 de enero de 2007

Los Diez Mandamientos.




La vida con diabetes, sea cual sea su tipo, DM1, DM2 o DM Gestacional, no es fácil. Hay que estar permanentemente alertas de nuestro estado de salud y de cómo se comporta nuestro organismo, pues ya solo no se da abasto.

Aunque algunos profesionales de la conducta –léase siquiatras, sicólogos, orientadores, sacerdotes o cantineros-, a veces nos adviertan que nuestra conducta pudiera rozar la obsesión por el cuidado, debemos vivir en la conciencia que, dado que ya nuestro metabolismo está seriamente modificado por la DM, nuestro cuerpo ya no funciona en automático y que debemos estar pendientes cada momento de los niveles de glucosa –y por ende de insulina-, presentes de manera activa en nuestro sistema circulatorio.

Debemos contar la cantidad y calidad de calorías que ingresamos. Debemos realizar un mínimo de ejercicio aeróbico para cada día, debemos de mantenernos pendientes de cambios a veces muy sutiles de textura de la piel, sensibilidad en las extremidades, heridas a veces minúsculas, hormigueos en los pies, vista borrosa, cansancio, sed, aparición sorpresiva de dolores en partes del cuerpo que, a veces, ni sospechábamos que estaban ahí. Vivir así y no ser obsesivo, debe ser un logro de autocontrol digno de una competencia olímpica. Sin embargo, si hacemos diario la tarea y no como muchos en la escuela queriendo reponer en una noche de desvelo lo no estudiado en un mes -cosa por demás imposible en cuanto al tema de la salud-, podremos vivir como individuos prácticamente normales que sin obsesión o neurosis cuidamos de nosotros y ponemos atención de lo realmente importante en el momento que se requiera.

Dado que la DM en todas sus presentaciones es una enfermedad crónica (de largo plazo, es más, de por vida) y que afecta TODOS los sistemas del organismo, nos puede provocar cambios y complicaciones que nos acompañaran el resto de nuestras mortales existencias. El espectro de ceguera, amputaciones, embolia, falla renal enfermedad coronaria y otras, es una realidad que infunde temor –o al menos debiera en aquellos que no se ciñen a un buen control. Sin embargo, hay manera de alejar esa amenaza que pende sobre nuestras cabezas, ya que si bien las complicaciones agudas y crónicas constituyen un futuro posible, no es necesariamente una condena inevitable.

Luego de darle varias vueltas al asunto, se me ocurre presentar una especie de "decálogo de buenas prácticas del diabético”, que entre más podamos llevar de manera cotidiana, nos ayudarán a prolongar la buena salud y mantener a ralla por mayor tiempo, las temidas complicaciones de la vida con diabetes. Van pues a consideración:

1. Reducir el valor de la hemoglobina glucosilada (A1c). Un estudio (Diabetes Control and Complications Trial), ha revelado que por cada punto de reducción en el valor A1c, (valor promedio de glucosa en sangre por un lapso de tres meses), hay cerca del 37% de reducción en el riesgo de complicaciones microvasculares, lo que aparentemente permite retrasar la aparición de daños en ojos, riñón y el sistema nervioso. Un monitoreo regular en casa puede darnos una buena orientación de qué tan lejos estamos de lograr la meta.

2. Cuidar los pies. El daño de los nervios periféricos, mejor conocido como neuropatía periférica, se presenta de manera preferencial en los pies, provocacando el llamado pie de diabético, ulceras en los pies y la neuroartropatía de Charcot (en este padecimiento, se conjunta una deformidad no específica con la pérdida de sensibilidad, que si no se corrige a tiempo –cosa que casi nunca sucede-, puede derivar en amputación. Normalmente ocurre primero en un pie, pero suele extenderse este tipo de lesión al otro). El buen trato que le demos a los pies y el hacer revisiones periódicas, ayudan a frenar cualquier complicación antes que se agrave.

3. Dejar de fumar. Sí, ya se lo que me dirán los fumadores y, ustedes fumadores, también saben a qué me refiero. Sin embargo debo insistir en cierta información al respecto. Más de un 18% de las personas con diabetes continúan fumando a pesar de saber los riesgos asociados a la salud. El fumar tiene varios efectos adversos, especialmente cuando hay diabetes de por medio y entre ellos, un aumento a la resistencia a la insulina, aumento de los niveles de glucosa en sangre y, no por estar al final el menos grave, un incremento desproporcionado de riesgo –además del ya existente por ser fumadores-, de complicaciones cardiovasculares. Así que dejar el tabaco podría ser quizás la mejor de las decisiones a tomar con respecto a la vida con diabetes.

4. Ejercicio todos los días. Bueno, quizá no diario sin descanso, pero de cuatro a seis días a la semana, tratando de iniciar con un mínimo de veinte minutos, hasta alcanzar un tono y condición que permitan movernos a nivel de incremento de tono cardiaco por lo menos una hora diaria, es uno de los mejores regalos que le podemos dar a nuestra salud. Además de ser un medio natural para reducir los niveles de glucosa en la sangre, el ejercicio nos mejora el humor, nos aleja de los malos pensamientos y de la tentación por las papas fritas –bueno, al menos por un rato, ¿no? -, nos protege contra las afecciones cardiacas permitiendo una buena salud cardiovascular y cualquier persona con diabetes podemos ingeniarnos para mover el esqueleto en grado ejercicio, de una forma u otra.

5. Comer correctamente. Como ya sabemos a estas alturas, lo que comemos tanto en cantidad como en calidad nutricional, tiene un enorme impacto sobre nuestro control de la diabetes. No importa si estamos sujetos a insulinoterapia o controlamos con medicamentos orales, comer de forma sana, ordenada, balanceada, y nutritiva, es esencial. Quienes vivimos con la diabetes debemos estar pendientes no solo de la glucosa en el organismo, sino también cuidar la ingesta de colesterol, grasas saturadas y ácidos grasos trans (como ejemplo de éstos, están las margarinas y los alimentos cocinados en freidoras), así como los niveles de sodio por aquello de la presión y, si ya hay riñones comprometidos (nefropatía), la cantidad de proteína Carnes, quesos y hasta soya).

6. Mantenimiento periódico. Así como nos preocupamos de llevar el auto al taller a su revisión cada determinado kilometraje, igualmente las citas al laboratorio y al médico, al nutriólogo u otras especialidades que nos tengan que revisar, tomarlas como compromisos NO cancelables. Es imprescindible visitar, aparte del médico que nos atienda la diabetes, al dentista por lo menos cada seis meses, al oftalmólogo para una revisión de fondo de ojo (con todo y dilatación de la pupila), cada año si no hay complicaciones, al podiatra al menos una vez al año y dependiendo de la edad y salud, las chicas su examen del Papaniculau y los hombres el tacto a la próstata. Incómodo, sí; costoso –especialmente si no se tiene acceso a los sistemas de salud pública-, también, pero es la mejor opción.

7. Vacunarse. Una vez que adquirimos la condición de diabéticos, otro sistema que se ve comprometido y ya no es lo que era, es el inmunológico. A partir del diagnóstico somos candidatos a complicaciones pulmonares severas en época de invierno y la vacuna contra la influenza es indispensable cada año. (sí, ya me jalé las orejas pues este invierno no me vacuné, con mi pan me lo comeré). Inmunización contra pulmonía se requiere cada cinco años y, no menos necesaria e importante, la antitetánica cada diez años. Recomendación final, hablen con su médico sobre esquemas de vacunación requeridos y, no hacerse patos y al piquetín.

8. Equilibrarse emocionalmente. Tanto la salud emocional como el estado de ánimo tienen una fuerte correlación con la salud física. Padecer diabetes es muy estresante y dicho estrés eleva la glucosa en sangre. La depresión es un socio silencioso que visita de manera constante a la mayoría de diabéticos. Si nos deprimimos, es posible que abandonemos nuestro cuidado personal, lo que puede, casi seguramente, empeorar nuestro estado físico y en cadenita, el emocional creando un círculo vicioso del que cuesta mucho escapar.

9. Medicarse como se prescribe. Cuando se trata de insulina, hipoglucemiantes orales, medicamentos para la presión, el control de lípidos u otros recetados por nuestros médicos, hay que seguir las indicaciones de forma disciplinada. Si tenemos una afección y vemos para que nos la atienda a otro médico que el que nos maneja la diabetes, hay que indicarle con claridad que somos diabéticos y qué medicamentos y sus dosis estamos tomando, ya que hay muchos fármacos que elevan el contenido de glucosa en la sangre, creando un cuadro de hiperglucemia que difícilmente podríamos detectar en sus etapas no dañinas. Nunca recurrir a la automedicación ni descontinuar tratamientos por nuestra cuenta. Cualquier duda, debemos ponernos en contacto con nuestro médico -o médicos, según el caso.

10. Educarse. No debemos olvidar que somos los responsables del cuidado de nuestra propia salud. Esta tarea no la podemos delegar ni transferir a nadie. Podemos solicitar apoyo, pero, finalmente, la responsabilidad es toda nuestra y de nadie más. Un paciente educado, es un paciente que puede tomar el control y buscar para sí los mejores cuidados; puede tomar la iniciativa y saber qué, cómo y cuando hacer lo correcto para manejar su condición diabética, además de no caer en engaños con charlatanes ni "productos milagro”. Puede, en resumen, enfocarse a vivir una vida saludable habiendo tomado el control completamente y alcanzando una armonía con la vida sintiéndose bajo control y saludable.

martes, 30 de enero de 2007

Vamos a Guadalajara


Hoy es un día de noticias y me uno a la ola promocional para lanzar la noticia de la cercana realización del XIX congreso nacional de Diabetes, organizado por la Federación Mexicana de Diabetes (FMD), y siendo la sede anfitriona la Asociación Mexicana de Diabetes en Jalisco, A. C. y que en este año se llevará a cabo en la Perla Tapatía, si señores, en la bellísima Guadalajara, del 28 al 31 del próximo marzo.

El evento estará dividido en dos segmentos principales, el programa para pacientes y familiares de los pacientes y el programa para los profesionales de la salud. En ambos caos, promete estar muy interesante, pues la idea de la convocatoria gira alrededor de temas de actualidad e interés para los asistentes en cualquiera de los foros a los que se asista.

Del lado de los profesionales de la salud, el programa estará cargado hacia el manejo de la diabetes tipo 2 (DM2) y las nuevas insulinoterapias así como el manejo hospitalario, el del pie del diabético, las microalbuminurias, bombas de infusión de insulina y otros temas relacionados con manejos que los médicos deben de tener presente al momento de interactuar con el paciente diabético.

Por el lado del programa para pacientes, se hace énfasis en la educación para la persona que vive con diabetes, desde definir qué es la diabetes y qué tipos hay, complicaciones y su manejo, la vida con diabetes, y otros muchos temas de interés tanto para quien vive con diabetes como para sus familiares.

Un punto en particular que me llama la atención en este programa para pacientes, es el capítulo dedicado a la diabetes tipo 2 (DM2) en niños y adolescentes. Este rubro que ya tomaré con mas detalle en futuras notas, reviste una relevancia enorme, ya que cada vez es mayor el numero de casos de DM2 en dicho grupo de edades, especialmente en casos ligados a la obesidad infantil y, de manera casi inevitable y muy lamentable, este grupo será el que en pocos años comience a encabezar las estadísticas de muerte prematura e incapacidades graves derivadas de las complicaciones crónicas de la diabetes.

El programa se puede consultar en:
www.fmdiabetes.com/www/congreso/v5

Reitero mi invitación para asistir, en la medida que este tipo de eventos pueden ser el detonador para la adquisición de una mejor conciencia sobre el cuidado personal que ayude a un mejor estilo de vida a quienes ya formamos las huestes diabéticas así como a quienes aun están a tiempo para evitar ser parte de la estadística negra que implica tener diabetes

domingo, 28 de enero de 2007

Hierro, Diabetes y el corazón





De la cada vez más rica colección de estudios e investigaciones sobre la diabetes, encuentro una referencia a un artículo aparecido en Diabetes Care, la publicación especializada sobre diabetes de la American Diabetes Association (ADA), referencia encontrada en la página de la Federación Mexicana de Diabetes y que precisamente habla sobre el consumo de hierro y el riesgo de enfermedades cardiacas.



La referencia menciona que “aparentemente, el consumo de carnes rojas y otros alimentos altos en hierro HEM, tales como el hígado de pollo, las ostras y almejas, aumentan el riesgo de enfermedades cardiacas para las personas con diabetes”.


En el mismo artículo se menciona que faltan datos para hacer una correlación certera y acusar al hierro como culpable de las afecciones cardiacas en los diabéticos, pero que no hay duda que hay al menos una coincidencia entre el consumo de hierro HEM y los casos de enfermedades cardiacas, conclusión que deberá aguardar a nuevas investigaciones mientras se puedan realizar estudios adicionales De acuerdo con la publicación consultada, los investigadores advierten “que las anomalías metabólicas relacionadas con la diabetes pueden agravar los efectos adversos en el corazón, debido a un exceso de hierro” aunque, agregan, “se conoce poco acerca de si el consumo de hierro afecta también el riesgo de enfermedad cardiaca”.




Dentro de los hallazgos en estudios ampliados al respecto, se encontró que en mujeres postmenopáusicas es mayor el riesgo de padecer enfermedades cardiacas, cuando hay ingesta de hierro HEM.


Una cosa me llama la atención y es la siguiente recomendación con que concluye el estudio: “Es conveniente recomendar a los pacientes con diabetes tipo 2 limitar su consumo de hierro HEM y carnes rojas” comentó el responsable de la investigación el Dr. Lu Qi.


Según recuerdo, desde que me fue diseñado mi plan de alimentación –ya no usamos la palabra dieta, aunque sea el término correcto-, me fueron restringidas las carnes rojas, se me quitaron de la dieta las vísceras y otras fuentes del hierro HEM. Por lo que parece que la novedad, después de todo, no es tan novedad. A lo mejor los expertos en nutriología no sabían el por qué con respecto al hierro HEM y solamente trataban de reducir el consumo de fuentes de grasas saturadas, pero finalmente, el resultado es el mismo. Las carnes rojas, las vísceras y los mariscos siguen siendo alimentos que se deben restringir o eliminar de la dieta diaria, si queremos disminuir el riesgo de enfermedades del corazón en nuestro acervo de males potenciales.

jueves, 25 de enero de 2007

¿Dolor neuropático periférico?


Siguiendo mi costumbre de meter las narices en varios lados, siempre buscando novedades sobre diabetes, me topé con una noticia por demás sorprendente y que viene a ser, potencialmente, una de esas malas rachas que, de vez en vez golpean a los laboratorios químico farmacéuticos, costándoles fortunas en retiro de medicamentos y, a lo mejor, en indemnizaciones a pacientes afectados de forma negativa por los indeseables “efectos secundarios” no detectados durante la etapa de prueba ante la FDA (Administración para los alimentos y los fármacos, de los EEUU, por sus siglas en inglés).

En esta ocasión le toca el turno a Cymbalta.

Cymbalta es el nombre comercial con el que los laboratorios Lilly comercializan la sal química llamada duloxetina cuya función inicialmente estaba diseñada para manejar cuadros depresivos profundos. Sin embargo, se descubrió que también servía para aliviar dolores específicamente relacionados con la neuropatía periférica de origen diabético; como su nombre lo sugiere, alivia el dolor de tipo punzante, palpitante, lacerante (como de puñalada), dolor agudo, de retortijón, persistente, caliente o ardoroso, de acuerdo con la publicidad del producto.
Al investigar el por qué de la cualidad doble como antidepresivo potente y como controlador del dolor neuropático periférico asociado a diabetes, se sugiere –según la ficha técnica del medicamento-, que la duloxetina actúa como un inhibidor selectivo de la recaptación de la serotonina y la norepinefrina. En resumen, que no saben a ciencia cierta cómo funciona la sustancia, pero se sugiere que regula a ambos neurotransmisores y “modula” su reabsorción en el cerebro, modificando el estado de ánimo de las personas con depresión y también regula las señales de dolor producidas por las raíces nerviosas dañadas por la presencia de niveles elevados de glucosa en la sangre.
Una maravilla hasta aquí, especialmente para aquellas personas que a lo largo de la vida con diabetes, han desarrollado la condición de neuropatía periférica y saben lo que significa más de una noche de dolor o molestia constante.
Sin embargo lo que provoca la entrada de hoy, es la publicación de un estudio recién aparecido en el numero de enero de la revista Diabetes Care, donde se reporta que después de tres estudios clínicos, la conclusión es que la duloxetina eleva los niveles de la glucosa prepandreal, del colesterol y produce ganancia de peso. Poca cosa dirán algunos, pero esos tres factores son resultados que ningún diabético y, menos aún, un diabético cuyo nivel de complicaciones ya lo enfrenta a una neuropatía, nos podemos dar el lujo de descuidar.
El principal problema de los diabéticos, según todos los médicos nos lo hacen saber, es controlar los niveles de glucosa en sangre, mantener a ralla el colesterol y bajar de peso a tallas manejables. Casualmente, tres factores que parece que el medicamento modifica en contrario a lo deseado. Según revela el artículo, el medicamento causa efectos paradójicos en el corto plazo con respecto al largo plazo (paradójico implica que produce un efecto contrario a lo que se espera o que cuando cambia, lo hace en lo opuesto de lo que venía haciendo).
Es decir en el corto plazo no afecta la hemoglobina glucosilada (A1c), pero si hay alteración en el largo plazo. En el corto plazo se reduce de peso, pero a largo plazo hay un aumento de éste.
La conclusión del estudio: No hay que abandonar la duloxetina y mucho menos suspenderla de golpe, especialmente si hay un efectivo control del dolor con las dosis recetadas. Lo mejor que se sugiere es estar concientes de los efectos negativos, discutir el asunto con el médico tratante y tomar medidas que compensen el aumento de la glucosa y el peso.
Esperemos que esta nota permita -a quien ya requiere dicho medicamento-, tomar medidas oportunas y obtener el beneficio de la medicina sin arriesgar la salud por falta de prevención oportuna y esperamos a la siguiente generación de fármacos que -ahora sí-, resuelva el dolor de la neuropatía y que no presente efectos secundarios potencialmente catastróficos.

martes, 23 de enero de 2007

¿Y la familia? (III)



Bueno, después de darme cuenta que las entradas del sábado y el domingo aparecieron ambas el sábado –por artes de quién sabe qué duendes cibernéticos-, dejo por razones de fuerza mayor, hasta hoy el reanudar las entradas al blog.

Para finalizar esta breve serie de la familia y la diabetes, aprovecharé para reflexionar en el sentido de la palabra “familia” y cuales son o podrían ser los diferentes significados que dicha palabra pueda tener para muchas personas, puesto que en la época actual, el significado de lo que integra el núcleo familiar como sus posibles ramificaciones o combinaciones, es de enorme diversidad.

Leía el comentario de ceci –fiel lectora de este sitio-, sobre cómo perciben en su familia la relación con el enfermo de diabetes y un caso donde la familia reaccionaba de una manera negativa con respecto a la condición de su pariente.

Los ejemplos anteriores nos muestran que no todas las familias se comportan de forma idéntica; es más, ni siquiera como se espera que se comporten. Pero, ¿cómo se debe comportar una familia?, lamentblemente o afortunadamente, no hay una receta unica. Quizás la mejor expresión para sintetizar la idea de familia es “Somos Familia, aunque la palabra familia signifique diferentes cosas para diferentes personas en diferentes momentos de sus vidas”.

Si consideramos que no hay dos situaciones familiares idénticas, podremos concluir que no hay recetas fáciles por aplicar. Quizás existan, como ya he expresado, sugerencias generales pero no un único camino. Así pues, vemos que dentro de la gran diversidad de familias, existe la familia tradicional (papá, mamá e hijos), la familia monoparental (papá o mamá e hijos), familias reconstituidas (papá y nueva pareja, mamá y nueva pareja, hijos e hijastros), además de otras muchas posibles combinaciones cuando contamos a la familia extendida quienes pueden, incluso, convivir bajo un mismo techo (abuelos, tíos, primos, cuñados, etc.). Cada caso tendrá su propia interrelación y presentará diversidad de roles y disponibilidad de participar en la dinámica de vida del pariente con diabetes. Para aumentar el grado de complejidad, incluso habrá familias donde en el mismo núcleo, haya más de una persona con diabetes.

Un punto de análisis adicional estriba también en el grado y tipo de cultura que cada familia puede contener. Si a la serie de combinaciones arriba descritas, agregamos el nivel socio-cultural de la familia, donde pesan enormemente los sistemas heredados y adquiridos, veremos que también afecta la manera de afrontar la diabetes en un familiar, una serie de factores tales como combinaciones de credos religiosos, grado de educación formal, experiencias personales, antecedentes de salud, incluso fantasías y un sinnúmero de factores que tienen que ver con la percepción de cómo manejar la enfermedad. Ello les permite definirse lo que puede significar –solo para ellos-, la atención al enfermo, lo qué es en si una enfermedad y lo qué se puede hacer al respecto.

Ello no significa que cada miembro de la familia piense de forma idéntica o esté de acuerdo con una forma de proceder; es más, pudieran surgir diferencias graves de qué y cómo hacer cuando se enfrenta la crisis de saberse con un pariente con diabetes. El poder resolver dichas diferencias significa –o debiera significar-, reconocerlas y ventilarlas en la búsqueda de la mejor manera de actuar. No es fácil pues para algunos, especialmente los que se perciben como figuras de poder en el núcleo familiar, pudiera implicar el cambiar actitudes culturales muchas veces profundamente arraigadas.
Dentro del núcleo familiar, independientemente del numero de personas que lo integren –cónyuge, hijos y padres del enfermo, aunque no vivan en la misma casa-, es precisamente la relación conyugal la más afectada. Sin embargo, esto pocas veces se percibe concientemente y aun menos se expresa en la pareja, si es que acaso se llega a hablar.

Muchas de las parejas de la persona con diabetes nunca se han dado la oportunidad de hablarlo y expresar lo que para ellos significa, -en mi familia ya lo hicimos, aunque de principio no fue fácil-, pues simplemente se maneja como algo que “se da” y de repente se encuentran que ninguno de lo dos “sabe” que es lo que su pareja está pensando al respecto. Por ello muchas veces es común encontrar en ello un problema de salud potencial. Me explico: Según algunas Fuentes, hay mayores tasas de depresión, estados de ánimo irritable entre las parejas de gente con diabetes. Lo malo es que rara vez o nunca se atiende pues es posible que esta pareja llegue a considerar que no tiene realmente un papel en la enfermedad –después de todo, el enfermo es otro, no la pareja-, y la preocupación que surge del interés por el otro, simplemente aparece como obligatoria y sin consecuencias en la salud del cónyuge.

Después de todo, estamos hablando de parejas normales que, sin preparación previa –y a veces ni siquiera posterior-, se enfrentan a una situación anormal.

Finalmente, las familias reaccionan en un estira y afloje en el que buscan adaptarse de la mejor manera posible a la nueva situación. Habrá quien quiera “tomar el toro por los cuernos” y asegurarse que el familiar tenga la atención adecuada, habrá quien diga que una vez digerido el “trago amargo” seguir cada quién con lo suyo y a vivir cada quién su propia vida; otros se espantarán tanto que caigan en la negación y no quieran ver lo evidente y se “desmarquen” de la familia –o al menos del pariente con diabetes-, sin olvidar las reacciones del propio enfermo hacia las diversas actitudes que puede percibir como de abandono, control, rechazo, temor, etc.

La vida no es fácil y la vida con diabetes confirma tal afirmación tanto para quien la padece como para su círculo inmediato. Lo importante, reitero, es darse cuenta del problema y luego decidir dar los pasos para encontrar la mejor solución para todos. Sé que no es fácil, pero en algun punto debemos empezar.

Poco a poco. Un paso a la vez.

sábado, 20 de enero de 2007

¿Y la familia? (II)

Continuando con el tema de la diabetes y la familia de quien la padece, caemos en la cuenta de que, como seres humanos, somos más complejos que simples y que uno de los sitios donde debemos desarrollar al máximo nuestras habilidades de convivencia, apoyo y comprensión es precisamente, en el núcleo familiar. Aunque no nos sea evidente a primera y, a veces a segunda o tercera vista, cuando a un miembro de la familia le sucede algún evento de consecuencias catastróficas, como es el caso de la diabetes, nadie queda inmune ni a salvo del problema, todos los miembros de la familia, de una u otra forma, ven alterados sus esquemas de vida y lo mejor que se puede hacer en estos casos, es tratar de ponerse de acuerdo y tratar de resolver el problema –ahora problema común-, en conjunto y evitar conductas de evasión o control estricto que lejos de contribuir a una solución, ahondarán el conflicto.




En fin, se trata de un proceso compartido, en el que tanto quien padece la diabetes, como sus familiares, deben ir aprendiendo a manejar de manera conjunta la nueva condición de vida para todos. La respuesta de dolor – rechazo – adaptación, se debe enfrentar en el corto plazo, pero también estará presente en el largo plazo e igualmente, se tendrá que resolver para el largo plazo. Es muy importante llegar a entender que todos en la familia pueden tomar sus momentos para sentirse tristes, especialmente cuando el diagnostico es muy reciente, “solo han pasado unas semanas o pocos meses”. Hay que aprender a tratar al diabético como “persona normal que tiene diabetes” en vez de un como “un bicho raro que no sabemos cómo manejar” y aflojar la aprensión un poco, de vez en cuando.

En muchos casos, en función de la edad y las lesiones resultantes de periodos largos de persistencia de la diabetes, el paciente diabético puede llegar a depender de terceras personas para algunas tareas cotidianas, tales como la revisión de pies, toma de muestra capilar, aplicación de insulina, hemodiálisis peritoneal, curación de úlceras varicosas y otras muchas. En estas etapas la comprensión y apoyo ayudarán al paciente diabético a transitarlas con menor pena.

Dentro del compromiso de apoyo que la familia y amigos deben darle a un enfermo crónico, en este caso, de diabetes, se me ocurre sugerir ciertas conductas que pueden observarse de manera general, con algunas variaciones leves, dependiendo del diabético y la relación que con él se haya establecido.

1.-Aceptar el hecho de que no hay respuestas rápidas, fáciles o curas milagrosas a una enfermedad crónica. En este caso, la diabetes mellitus. Ni los médicos ni el equipo especialista o la familia, pueden realizar “un milagro”. Si nuestro ser querido, familiar, amigo, quiere salir adelante, debe asumir los cambios requeridos en sus actitudes y conducta.

2.-Los familiares, seres queridos y amigos deberán proporcionar al paciente diabético ánimo y apoyo, pero cuidándose de no sacrificarse por la persona amada, ya que no se lograría nada excepto agotamiento emocional y resentimiento. Deben procurar abrir espacios para actividades agradables e incluso divertidas, enviando un mensaje positivo a la persona con la enfermedad. Esto ayuda a aliviar la tensión acumulada.

3.-Hay que desechar el concepto de “echar la culpa”. No tiene sentido ni utilidad alguna, culparse uno o a los demás. No es culpa de nadie y la diabetes puede ocurrirle a cualquiera, lo importante es reconocer que el control de la diabetes es responsabilidad de quien la padece.

4.-No hay que ser sobreprotectores. Al tratar de proteger a quien está enfermo, le facilitamos evadir su responsabilidad ante situaciones difíciles. Apoyar, pero dejarlo por su cuenta, es la única forma de que crezca y aprenda a afrontar de manera “adulta” su situación y se convierta en una persona independiente y capaz de controlar su enfermedad.

5.-Hay que aprender a establecer un diálogo sobre temas diferentes a la comida, el nivel de glucosa o el aspecto personal. No todo en la vida se trata de estar al pendiente de la diabetes. Es difícil, pero hay que evitar estar “pendientes en todo momento”, de lo que el paciente diabético come o lo que pesa o del control glucémico. Esas luchas de poder-control son batallas sin ganador y pueden reforzar una conducta negativa y generar una relación de adversarios. El control de la enfermedad es responsabilidad ÚNICA del diabético.

Nada fácil en una primera lectura, pero si ya nos encontramos en la situación, es cuestión de dar pequeños pasos, ir poco a poco, pues todos en la familia debemos aprender e irnos apoyando unos a otros.

¿Y la familia? (I)


Cuando se habla de la diabetes, es inevitable considerar el triste destino del enfermo –diabético, de aquí en adelante, eh?-, persona a quien la vida le cambia radicalmente a partir del diagnóstico. Es posible que antes del diagnostico, la idea que tengamos sobre la propia salud es que lo más grave que pueda pasarle a uno sea una infección intestinal o algo por el estilo.
Se acabó la salud impecable, la vida libre de limitaciones y entramos al mundo de los marginados –alimentarios y de la salud-, donde los pantagruélicos banquetes son cosa del pasado, a menos que neguemos el cuidado personal, so pena del jalón de orejas de nuestros médicos quienes poniendo su mas fiero rostro nos pondrán barridos y trapeados por no cumplir con el plan de alimentación. Además de la pérdida de las cosas buenas de la vida que giran alrededor de la alimentación, el deterioro gradual estará para siempre con nosotros.
Pero, en términos generales, el diabético no es un náufrago en una isla desierta, sino un individuo social inmerso en una comunidad donde interactúan familia, amigos, compañeros de trabajo, vecinos y un sinnúmero de personas que se establecen como un punto de referencia con respecto al concepto “persona enferma – persona sana”. Sin embargo, al igual que el paciente diabético, las personas “sanas” que se relacionan de forma cercana con alguien que sufre una enfermedad crónica, como el caso de la diabetes, no son inmunes a la tensión emocional que la diabetes imprime en quien la sufre. Se convierte en un problema de ida y vuelta, donde la familia y las personas más cercanas no saben qué hacer, qué decir, qué y cómo alimentarse o simplemente, cómo relacionarse en la vida diaria con el diabético. La idea más arraigada con respecto a la diabetes había sido que el problema de la diabetes era un problema del diabético únicamente, ¿correcto?… ¡Erróneo!. La diabetes es una enfermedad de la familia y todos y cada uno de los miembros de ésta quedan emocionalmente afectados por ello, así como en otros aspectos de la vida diaria; desde el momento del diagnóstico, como a lo largo del curso que tome la enfermedad.
Al ser diagnosticados con diabetes, una pregunta normal que nos hacemos es ¿Qué voy a hacer ahora?, debiendo ser ¿qué vamos a hacer ahora?. Ya que aunque el impacto emocional sea más fuerte en el paciente, la familia también resiente una enorme carga emocional y, dependiendo de cómo reaccione, puede bien ser un apoyo que facilite el proceso de aceptación del tratamiento o una obstrucción que impida que el diabético tome el control de su enfermedad.
Los miembros de la familia pueden llegar a percibir al recién diagnosticado como “el afortunado”, ya que es quien recibe la mayor atención y cuidados. Cada miembro de la familia desarrollará de manera diferente sus propios sentimientos de angustia y desamparo y necesitarán evitar problemas nuevos que estén relacionados con un sentimiento de estar siendo relegados a un segundo o tercer plano.
La familia también debe aprender a lidiar con la diabetes, ya que siendo un padecimiento crónico, se le percibe como una sentencia de por vida a uno de sus miembros. Además está la amenaza de la inmediatamente descubierta “propensión hereditaria” de llegar a padecer diabetes y compartir tal sentencia de por vida. Uno de los objetivos es lograr que el paciente diabético no se asuma como víctima, sentenciado de por vida, sino con una nueva estrategia de vida.
La familia, al igual que el familiar con diabetes, tendrá su proceso particular de duelo, pero el más visible será el del propio diabético. Su núcleo familiar tendrá que soportar las conductas extrañas o aberrantes, cambios de humor y actitudes diversas con respecto a muchos aspectos de su cuidado.
La relación será más sensible especialmente en los aspectos relacionados con la comida, ya que, por cierto, se convierte en una actividad muy observable y suele generar conflictos muy serios dentro del núcleo familiar cuando ésta pretende ejercer un control muy estricto sobre el programa de alimentación del pariente con diabetes. Si la familia se involucra y comparte la dieta y el ejercicio, todos salen ganando, puesto que una dieta sana y ejercicio son las mejores opciones de salud para toda la familia. Es decir, al compartir, están haciendo nada menos que la elección más saludable e inteligente.
Si consideramos el caso de una familia en la que hay un paciente diabético y los miembros deciden apoyar y compartir ejercicio y comer lo mismo todos, lo más probable es que, si había miembros de la familia con sobrepeso, éstos pierdan algunos kilos y comiencen a sentirse mejor. Así, al final, el hecho de apoyar al diabético –por lo menos en el renglón de la alimentación y la actividad física-, resulta en una mejora notable en la salud de la familia, por lo que de esta manera será más fácil percibir el apoyo como algo benéfico para todos y no como un sacrificio.

miércoles, 17 de enero de 2007

¿Dormir para bajar de peso?


















Tengo la costumbre de coleccionar notas periodísticas y artículos de revistas o de páginas en la red, alrededor del tema de la diabetes y padecimientos asociados, -ya sean precursores de la diabetes o se presenten en conjunto con ella o, surgen a consecuencia de ser diabéticos.

Dentro de esta costumbre, periódicamente regreso a releer la colección para retomar algunas ideas o datos que pudieran ser interesantes o incluso relevantes.

Dentro de la categoría de interesantes o, mejor aún, curiosidades, me topé con una publicación del Instituto Americano para la Investigación del Cáncer (AICR, por sus siglas en inglés), donde presentan un estudio en el que los investigadores encontraron que dormir pocas horas puede producir aumento de peso y resistencia a la insulina –dos conocidos precursores de la diabetes.

Aunque no se con certeza de donde Salió el dato, es conocimiento común que se requieren ocho horas de sueño cada día para decirnos correctamente repuestos de la diaria jornada de trabajo. Sin embargo, como reporta el estudio aquí aludido, el americano duerme en los días laborables –estudio realizado en los Estados Unidos, para variar-, un promedio de seis y media horas cada noche, es decir hora y media menos de lo fisiológicamente requerido, lo que equivale a un 18.75% menos que el requisito normal. Para quien sea fanático de los promedios, baste decir que ese tiempo que dejan de dormir, equivale a quedarse despiertos 16 días con seis horas, por cada año de vida (no vale para años bisiestos).

Pero no es la numerología lo interesante de la publicación, así que vayamos al grano. Hoy día, la poca actividad física explica claramente parte del por qué las personas con sobrepeso son el común de la población, pero al parecer, el aumento de las horas de vigilia, hacen más difícil el control de peso e incluso la pérdida de éste, ya que aparecen alteraciones tanto en el metabolismo como en los patrones de alimentación. Si tomamos en cuenta que el aumento de peso por encima del normal afecta mucho más que nuestra apariencia, este estudio pudiera darnos alguna pista sobre situaciones que pudieran no ser evidentes a primera vista y estén afectando nuestros planes de control, además que el AICR advierte que limitar el incremento de peso por debajo de los cinco kilogramos al año, también reduce el riesgo de un cáncer.

Si bien hay pocos estudios sobre este tema, según el AICR –la verdad solo encontré esta referencia-, reportan sin decir donde se publicó, que un estudio con niños japoneses entre los seis y siete años de edad, fueron estudiados correlacionando horas de sueño con el peso y encontraron que los que duermen menos de ocho horas tienen hasta tres veces más posibilidades de ser obesos que sus compañeros que duermen de nueve a diez horas por las noches y un grupo de niños que duerme de ocho a nueve horas, solamente presento el doble de probabilidades de tener sobrepeso.

El estudio nos hace voltear hacia el sistema endocrino y señala a las hormonas –particularmente a la insulina-, como causante del aumento de peso. Se explican: “La falta de sueño pudiera cambiar los niveles de la hormona insulina y por ello influenciar el aumento de peso. . . por ejemplo, se han ligado a la falta de sueño incrementos en los niveles de insulina –condición conocida como resistencia a la insulina-, puesto que la insulina promueve el almacenamiento de grasas al tiempo que controla la glucosa en la sangre, el extra de insulina podría ser el causante de dificultar la pérdida de peso”. Un poco confuso, pero se los daremos por bueno.

Como para que nuestro escepticismo no malogre el hallazgo, agregan que hace falta mayor investigación para confirmar la hipótesis del cambio hormonal, pero la falta de sueño por si sola puede promover el aumento de peso por el simple factor de cambiar el comportamiento normal.

La ultima parte vale la pena pues es sensata y tiene un punto importante en su exposición, veamos:

Como durante la noche llegamos a tener el periodo más largo sin alimento, si estamos despiertos –condición que requiere y consume más energía que dormir-, llegará el momento en que el organismo en vez de tomar de las reservas grasas para pasar la vigilia, mande la señal de apetito para reabastecerse. El incremento de glucosa en la sangre derivada del “bocadillo” dará una sensación de mayor energía, pero la mayoría de esas calorías no serán requeridas y, finalmente, serán inexorablemente convertidas en grasa corporal –la reserva, ni modo-, puesto que lo que más se antoja a esas horas es algo rápido y sencillo y, casualmente, se recurre a los alimentos más apetitosos como dulces o carbohidratos refinados con alto contenido energético y escaso valor nutricional -¿galletita, galletita?.

Así pues, la inferencia es que si la falta de sueño pudiera promover un estado de resistencia a la insulina, el consumo de carbohidratos empeora el problema. Finalmente, hay otra variable para la ecuación y es que la fatiga derivada de la falta de sueño, haga que se quemen menos calorías ya que la persona en esta condición estaría muy cansada como para hacer ejercicio o si lo hace, lo haría con menos intensidad que lo requerido para mantener una sana condición física.

¿Recomendación final?, cerrar el interesantísimo libro, apagar la televisión o la computadora –claro, después de terminar de leer este muy interesante sitio-, una hora más temprano, lo cual se traducirá en una hora más de sueño y una hora menos de masticar galletitas , aunado a más energía para mover el esqueleto y ejercitarlo con singular entusiasmo.

martes, 16 de enero de 2007

Insulina Inhalada

Hoy por la mañana me presenté a la rutinaria visita al vampiro. Luego del inevitable piquete a la vena y la escenita de “me desmayo al ver las agujas y la sangre de mi brazo”, quedo a la espera de los resultados con los dedos cruzados atrás de la espalda –así como amuleto de la suerte-, para que mis valores de hemoglobina glucosilada (A1c), y los demás que deben de medirse, salgan en el rango aceptable para un diabético tipo 2 que se sueña controlado.

La verdad es que uno de los momentos más odiosos de la vida con diabetes –por cierto que hay enormidad de momentos odiosos-, es el de la visita al laboratorio para la “toma de muestras”. El peor es el piquete, pero no menos desagradables son los preludios de recolección de fluidos corporales y, en el rango de las menos latosas –pero potencialmente dañinas-, las radiografías y otros estudios que implican que nos sometan a un inclemente bombardeo de partículas subatómicas. A este ritmo, algún día obtendré mi certificado de almacén nuclear.

Pero alrededor de estos acontecimientos o rituales de salud, según se les quiera ver, está la imperiosa necesidad de asumirse diabético y derivado de ello, la mansa aceptación de que la única forma de poder manejar nuestra condición es conocer, con evidencia de laboratorio, cómo se encuentra funcionando nuestro cuerpo y si estamos logrando el tan ansiado control.

Sin embargo el factor que se oculta tras tan larga reflexión no es otro que el temor a las inyecciones y a las agujas en particular. Se que este es el caso de mucha gente y lo comparto con los que nos sabemos cobardes pues nos aterramos con ver la terrible conjunción de la bolita de algodón (torunda para los conocedores), el alcohol (desnaturalizado, por supuesto) y la jeringa con su respectiva aguja desechable y que al perforar nuestra piel hará su debut y despedida. Por aquello de los virus aventureros e indestructibles al primer hervor.



Piquetitos aquí y allá, es la constante en la vida de un diabético. Que si la muestra de sangre, que si la insulina, que si …

Por ello y, aunque lo más probable es que nunca llegue a ser candidato, celebro el que ya se esté anunciando la llegada al mercado mexicano de la insulina inhalada. Esta insulina, desarrollada por los laboratorios Pfizer será comercializada con el nombre Exubera e incluirá la insulina humana en polvo y su correspondiente inhalador.

La salida al mercado mundial –bueno, al menos en Estados Unidos-, se anunció por allá del veintisiete de enero del año pasado cuando se publicó que había sido aprobada por la Administración para las Drogas y la Comida (FDA por sus siglas en inglés). Para los que no le tememos a la insulina pero si a las agujas, eso es la mejor noticia del momento.

Sin embargo, alrededor de la insulina y, en particular de la insulina inhalada, quisiera hacer algunas precisiones.

Primera. La insulina es la única forma en que los diabéticos tipo 1 pueden controlar la glucosa, además de que para algunos casos de diabéticos tipo 2, se comienza a utilizar como terapia de control con resultados extraordinariamente buenos.

Segunda. Que la única forma que hasta la fecha existía para administrar la insulina, era inyectándola.

Tercera. Que debido al uso de insulina, los diabéticos tipo 2 que la usan, tienden a subir de peso y corren el riesgo de hipoglucemias si no llevan un control más cercano de sus dosis y su nivel de glucosa. Fuera de ello, el estado de salud resultante, es casi el de una gente normal reduciendo enormemente la ocurrencia de las típicas y devastadoras complicaciones.

Cuarta. Que la insulina inhalada no es posible que la usen diabéticos fumadores, con asma –lamentablemente mi caso-, pacientes con enfisema o con bronquitis. Asimismo no se podrá usar en niños por no haber estudios que permitan determinar cómo les afectaría en el largo plazo el uso de la vía pulmonar para ingresar la insulina.

Quinta y última. No sustituye al 100% las inyecciones, pues dependerá de las condiciones del paciente y otros factores para definir cuándo corresponde inhalarla y cuando será inevitable el arponazo.

En fin, no dejan de ser muy, pero muy buenas noticias

lunes, 15 de enero de 2007

¿Gran avance o un nuevo misterio para las ciencias médicas?

Después de un merecido largo fin de semana en que aproveché para dejarme consentir por la familia quienes se organizaron para hacer una súper fiesta en mi honor, tomando como pretexto –muy válido por cierto-, mi reciente cumpleaños –nada menos que el numero cincuenta y seis- y que conspiraron para reunir a un magnífico grupo de gente a quien quiero. Así que, después de los naturales rituales de comer y beber abundantemente y los regalos, la música y todos aquellos ingredientes que hacen una muy buena fiesta de cumpleaños, rematamos ayer domingo con el recalentado, el cual se prolongó hasta bien entrada la tarde.

Hoy abro el ojo tempranito y afrontando la realidad de un lunes de trabajo normal, tráfico desquiciante y flojera monumental, me integro a las labores cotidianas y retomando mi necedad comunicadora, escribo la presente entrada sobre el tema de la búsqueda de la cura para la diabetes.

Al hacer mi cotidiana exploración sobre las novedades médicas, encontré un artículo que llamó poderosamente mi atención y que de resultar cierto, abrirá un enorme debate y nuevas líneas de investigación sobre la diabetes, su etiología (causas), y posible cura.

Transcribo la fuente de la cita tal cual la encontré: "Discovery of a critical role for sensory nerves in diabetes opens door to new treatment strategies." SickKids News. 14 Dec 2006. The Hospital for Sick Children. 28 Dec 2006 .Thursday December 28, 2006

En referencia se indica que investigadores del hospital para niños enfermos (sick children), de Toronto, Canada, en conjunto con la Universidad de Calgary y el laboratorio Jackson en Maine, E.U., encontraron un vínculo entre la inflamación que destruye las células beta en las isletas pancreáticas –lo que provoca la diabetes tipo 1-, y el sistema nervioso. Este enunciado por si mismo no dice gran cosa, pero la explicación que sigue es por demás interesante.

Resulta que al experimentar con ratones que tenían diabetes tipo 1, éstos quedaban “liberados” –en realidad el original en inglés es: diabetes free, que es un término que no implica curación, sino ausencia de diabetes-, de la diabetes, dentro de un plazo de veinticuatro horas posterior a la aplicación de un neuropéptido que eliminaba la inflamación en las células.El símil que maneja la publicación para explicar el efecto es el de “apagar” las neuronas del dolor en el páncreas (neuronas sensitivas), al tiempo que resalta que los científicos no tenían idea que el sistema nervioso estuviera involucrado en el proceso de la enfermedad (la diabetes). Hasta ahora era del conocimiento médico que la diabetes tipo 1 era únicamente provocada por una respuesta autoimune que causaba ataque y destrucción de las células beta del páncreas.

Una conclusión adicional del estudio es que hay mayores similitudes entre los tipos 1 y 2 de la diabetes y que en ambos casos el sistema nervioso juega un papel en su desarrollo. De igual manera encontraron este tipo de interacción en otros padecimientos autoimunes como la enfermedad de Crohn (padecimiento de víscera inflamada), y el asma –la que por cierto, parece desarrollarse también con singular entusiasmo entre personas con diabetes.

Al final el reporte concluye que si bien los resultados del tratamiento con el neuropéptido ha sido dramáticamente positivo en ratones, los investigadores admiten que aun faltan por lo menos un par de años antes de iniciar pruebas con humanos que permitan corroborar la correlación y considerar una posible cura.

Lo que ya no abunda el reporte y eso me dejó pensativo, es cómo es que el sistema nervioso contribuye a la diabetes y si hay alguna otra pista que lo ligue a las enfermedades autoimunes y si, finalmente, la diabetes tipo 2 es un proceso autoimune también.

Estaremos pendientes







viernes, 12 de enero de 2007

Monitoreando la glucosa (II)



Ayer el tema era con respecto al monitoreo de la glucosa en sangre tanto para diabéticos tipo 1, como para tipo 2 controlados. En términos generales, de cómo y el por qué es importante e incluso crítico el realizar un automonitoreo constante.


Hoy, la idea es hablar de cuál sería una buena práctica de monitoreo de glucosa, especialmente en aquellos que o están descontrolados o han dejado pasar periodos largos sin hacerse la prueba con el glucómetro. En cualquiera de estos casos, lo más probable es que, aparte de que seguramente necesitaremos ponernos en control, la mejor manera de seguir un tratamiento correcto y adecuado, es contar con evidencia física que nos permita conocer los parámetros en los que nuestra glucosa se encuentra en el momento de la toma de muestra.


Una especial consideración que debemos hacer, es que durante el día los contenidos de glucosa en sangre son variables y que lo más conveniente, para alcanzar un control adecuado, es hacer mediciones en diferentes momentos de un día a lo largo de, digamos, una semana, hasta tener un control adecuado de nuestra glucosa al mismo tiempo que obtenemos datos muy precisos de cómo estamos manejando la glucosa a lo largo del día.


Una vez que hayamos tomado el control, el monitoreo podremos irlo espaciando. Un ejemplo de cómo realizar este monitoreo, digamos a lo largo de un mes, sería como sigue:
1er día -- en ayuno (al despertar)


2° día -- 2 horas después de desayunar


3er día -- antes de la comida


4° día -- 2 horas después de comer


5° día -- antes de cenar


6° día -- antes de dormir (2 horas después de la cena)


7° día -- en la madrugada (3 AM)... y continuar así con la misma secuencia.


Este monitoreo se convierte en una herramienta especialmente útil los días de enfermedad. Estos días así llamados, son especialmente difíciles ya que al aparecer una gripe –por leve que sea o parezca-, o cuando está presente la fiebre o diarrea, hay una infección o algún otro malestar, es decir, cuando estamos enfermos, suben los niveles de glucosa en sangre como parte de un mecanismo de defensa del organismo y esto es algo que nadie queremos que suceda pues ya sabemos lo peligroso que puede significar sobre las complicaciones crónicas de los diabéticos.
La secuencia anterior la podemos llevar a cabo cada seis meses y verificar qué tan bien va nuestro control de la diabetes y, especialmente, si hay algún momento del día en que nos cueste más o nos sea más favorable el control de los niveles de glucosa.


Para finalizar quiero compartir una tabla de equivalencias de los diferentes sistemas de medición de glucosa en sangre. Hay tres sistemas de unidades para medir glucosa: mg/ml, mmol/L y A1c. Las dos primeras miden la concentración que existe en la sangre al momento de tomar la muestra y la ultima, llamada hemoglobina glucosilada, nos da el dato de la glucosa promedio en un período de tres meses previos a la prueba.


El valor principal de la A1c, es que nos marca, a lo largo de un plazo razonablemente prolongado, si hemos llevado un buen control de nuestra glucemia. La recomendación es realizar cada seis meses un examen de hemoglobina glucosilada.





miércoles, 10 de enero de 2007

Monitoreando la glucosa


Una de las tareas que debemos realizar de manera ineludible TODOS los diabéticos, es establecer un control de la glucosa en nuestra sangre de una manera más o menos frecuente.

Los diabéticos, en casi un noventa y ocho por ciento de los casos, pertenecemos a dos de las cuatro clasificaciones de la diabetes. La tipo 1 (90%)o la tipo 2 (6%), el resto tienen diabetes Gestacional, con enormes probabilidades de derivar en diabetes tipo 2 y diabetes por otras causas (muchísimas como para que hoy las mencionemos).

La necesidad del monitoreo de glucosa en sangre sigue la lógica de la importancia de conocer cómo se comporta nuestro metabolismo y qué tanto y cuán pronunciadas son las variaciones de glucosa en nuestra sangre, tanto después de comer como tras un ayuno, especialmente si éste es prolongado –como es el caso de las horas de sueño nocturno.

No todos los tipos de diabetes exigen la misma frecuencia de monitoreo; ésta depende, principalmente, de la dependencia a la insulina inyectada, ya sea que se trate de diabéticos tipo 1 o diabéticos tipo 2 sujetos a terapia que implique insulina sola o combinada con hipoglucemiantes. En estos casos, el monitoreo se tiene que realizar antes de inyectarse y a las dos horas de cualquier alimento, por lo menos, para mantener un control muy cercano de la relación glucosa en sangre-insulina requerida y evitar así picos de hiperglucemia o, por el contrario, hipoglucemias.

Los diabéticos tipo 2 controlados con hipoglucemiantes o solamente con dieta y ejercicio –ideal de control, pero lamentablemente poco frecuente-, debemos realizar una toma de muestra al menos un par de veces por semana. La idea de esta prueba, igualmente, es conocer qué tan apegados estamos a nuestro tratamiento y si nuestro control se lleva adecuadamente. La diferencia radica en que los diabéticos tipo 2 aún generamos insulina residual que nos permite –si estamos bien controlados-, disminuir las variaciones bruscas de glucosa en sangre.

De los métodos para hacer el monitoreo personal sin recurrir a un laboratorio, el más preciso y confiable –pero también el más costoso-, es el del glucómetro y las tiras reactivas. Por contraste, el menos preciso y no tan recomendable es el de tiras para medir en orina, debido a que no marcan presencia de glucosa hasta que se rebasa el límite de 180 mg/dl, por lo que glucemias altas pueden pasar desapercibidas.

Una buena noticia sobre los glucómetros, es que cada vez hay más marcas y modelos en el mercado, lo que permite que los precios vayan bajando y esperamos que pronto haya más disponibilidad, hasta lograr el ideal de que todo diabético, independientemente de su condición económica, pueda realizarse su monitoreo periódicamente.

¿Estamos los diabéticos informados de cuáles son los niveles adecuados de glucosa en sangre que debemos manejar y cómo interpretar los datos que nos reporta el aparato?. Bien, comencemos por los niveles de glucosa en sangre adecuados para un diabético. Si sabemos que una persona “normal”, tiene valores en ayunas de 70 a 100 mg/dl, sueño ya no alcanzable para los que dulcemente no somos capaces ya del control automático, podemos seguir los lineamientos terapéuticos que recomiendan índices de glucemia razonablemente alcanzables.

Los niveles “Ideales” para diabéticos, más bien se ubican en cifras más altas, ya que “bajarle” a niveles “normales”, si bien no es imposible, está en la categoría de “sueño Güajiro”. Para conocer los niveles adecuados de glucosa en sangre, hay dos alternativas, que son el nivel de hemoglobina glucosilada la famosa A1c –ya hablaré de qué significa el concepto y cómo funciona- y la prueba del glucómetro que mide microgramos de glucosa en un decilitro de sangre. Los valores respectivos son:

A1c: <6.5-7%>
Si estamos dentro del rango arriba mencionado, podremos decir que con respecto a la glucosa, estamos en el camino correcto y logrando un control razonable y ello nos permitirá mantener a raya las complicaciones por un periodo mayor que si no tenemos éxito con el control. De nuevo, la lata de siempre: A controlarnos con ejercicio, una correcta alimentación y los medicamentos acordes con un monitoreo que nos permita conocer el grado de éxito o de distancia con respecto a nuestras metas.

domingo, 7 de enero de 2007

Cada 21 segundos...


Desde el pasado miércoles 3, la ADA (Asociación Americana de Diabetes, por sus siglas en inglés), lanzó en medios impresos y por la red, una campaña orientada a generar una conciencia en el gobierno de los EEUU sobre la importancia y gravedad que reviste la Prevalencia de la diabetes para nuestros vecinos del norte. La idea de la campaña así intitulada se sostiene en las estadísticas actuales que revelan que, en promedio, cada 21 segundos se diagnostica un nuevo caso de diabetes.

La campaña marca varios puntos específicos que de acuerdo a la ADA son prioritarios y son, aumentar los fondos federales en investigación para los institutos nacionales de salud; así como los esfuerzos de tratamiento y prevención de la enfermedad que se realizan en los centros de control y prevención de enfermedades; tanto como la renovación a la autorización de programas específicos para los indios americanos y el fondo especial para diabetes tipo 1, ambos programas marcados para su cancelación si no hay renovación del congreso a su financiamiento; el decreto “Americanos con discapacidades” para evitar la discriminación laboral y escolar para los diabéticos, también forma parte de la campaña, así como la ampliación de la protección y la cobertura de aseguradoras privadas o a derechohabientes del sistema de salud; igualmente buscan la ampliación de la ley para la investigación de células madre la cual ofrece grandes expectativas para la investigación de una cura para la diabetes.

La ADA también señala que el pasado congreso fracasó en el liderazgo requerido para impulsar la lucha contra la epidemia de diabetes 2, siendo lo más notable la deficiencia de fondos para los programas federales orientados a la diabetes, problema el cual empeora cada año.

La campaña está prevista para durar por un mes y usará temas de impacto como por ejemplo: Una bomba de tiempo con el texto “cada 21 segundos se diagnostica un nuevo caso de diabetes”, un segundo anuncio mostrará una prótesis de una pierna y dirá, “82,000 americanos perdieron una pierna el año pasado a causa de la diabetes” y, finalmente el tercero mostrará un féretro y el texto correspondiente será, “224,092 americanos pierden la vida cada año a causa de padecimientos relacionados con la diabetes

Dos datos adicionales relativos a la campaña de los 21 segundos, que se ligan con las estadísticas: Se considera a la diabetes una de las enfermedades de mayor Prevalencia, mayor costo y que mayores casos de discapacidad produce, en la Unión Americana y que, considerando las diferentes etnias, en las minorías –léase población hispana-, la tendencia permite pronosticar que uno de cada dos nacidos después del año 2000, padecerán diabetes.

Una perla final de los números relativos a la diabetes en EEUU; el costo de la diabetes en el 2002 se estimó en por lo menos 132 billones de dólares. Haciendo cuentas, ciento treinta y dos mil millones de dólares en solo un año. Una cifra bastante mayor que el monto de la deuda externa de algunas naciones latinoamericanas.

Lamentablemente en México no contamos, no solo con las estadísticas tan precisas como nuestros socios comerciales, sino que ni siquiera hay presupuesto para la investigación ni que decir de los montos adecuados para enfrentar los costos catastróficos que ya causa la diabetes, vamos, ni iniciativas en el congreso.

Lo que nos queda es ir sumando pequeños esfuerzos individuales y generar, lentamente al principio, el efecto bola de nieve hasta alcanzar una masa crítica que permita establecer un programa de prevención y educación que permita disminuir el número de nuevos casos de diabéticos y la reducción asociada de costos derivados del manejo de la enfermedad.

Un dato final. Al hacer mis cuentas para México, de las cifras que obtuve de acuerdo con los datos estadísticos obtenidos de la Federación Mexicana de Diabetes (ver entrada relativa a las estadísticas), para nuestro país, los casos diagnosticables de diabetes se ubicarían en ¡UNO CADA 7 SEGUNDOS!

miércoles, 3 de enero de 2007

Complicaciones de la Diabetes en números


Al parecer -continuando con las estadísticas que ayer analizaba-, las complicaciones crónicas de la diabetes que cuentan para las estadísticas de los sistemas de salud como gasto, son aquellas que incapacitan con mayor grado de magnitud. Hay una enorme gama de complicaciones que poco se conocen, ya que sus efectos, si bien pudiendo llegar a ser muy graves, palidecen ante la extensión y devastación que producen las que se han convertido en las estrellas del sector salud.

Como se podrá notar, pareciera que solo a un relativamente pequeño porcentaje de diabéticos les afectan estos padecimientos. No nos dejemos engañar, las cifras de de mayor impacto y que no se incluyen aquí son las que ya se anotaron como causas de muerte. Dentro de dichas causas de muerte, encontramos que en la alarmante tasa de mortandad relacionada con la diabetes, las estrellas son los infartos isquémicos al miocardio, la muy específica Cardiomiopatía diabética, el accidente vascular cerebral –mejor conocido como embolia- y el famoso coma diabético (con mucho mayor frecuencia la cetoacidosis diabética, característica de los diabéticos tipo 1).

Los números marcan las siguientes realidades estadísticas por cada cien diabéticos, en promedio.
14 presentan daños renales (nefropatía)
10 presentan daño al sistema nervioso (neuropatía)
10 presentan problemas de pié de diabético y de éstos, tres terminan amputados
5 presentan problemas de ceguera (retinopatía)

Las cifras anteriores nos dan los datos para los diabéticos vivos con complicaciones que los incapacitan para una vida productiva normal; si los agregamos a la tasa de mortandad reportada de 13 por cada cien, vemos que de cada 100 diabéticos, 13 fallecen y 39 (la suma es 52), padecen por lo menos alguna complicación que deriva en la incapacitación.

Pues entonces, se hace evidente que la atención se debe centrar en las complicaciones derivadas de la diabetes, asunto prioritario para hablar en líneas generales, comenzando por las complicaciones agudas y continuando por las complicaciones crónicas, hasta agotar el tema, explicándolas y dando algunos consejos de cómo evitarlas o manejarlas si ya las estadísticas nos confirmaron el diagnóstico.

Así que para ir aclarando las cosas, habremos de clasificar las múltiples complicaciones de la diabetes de forma que nos permitan irlas analizando de una manera ordenada y ésto lo haremos considerando el espacio temporal en que afectan y así las clasificamos en agudas (que afectan de manera grave por un período que se extiende a los sumo a unos pocos días) y, crónicas (que van afectando de manera lenta pero devastadora, sistemas completos a lo largo de los años).

En las agudas aparecen tres diferentes condiciones que también se denominan coma diabético, dos de los cuales son por hiperglucemia (azúcar alta) y el tercero es por hipoglucemia (azúcar baja). Estas condiciones son “La Cetoacidosis Diabética” –característica de los diabéticos tipo 1-, “El coma Hiperosmolar” –correspondiente a diabéticos tipo 2-, y “la Hipoglucemia aguda”.

En las crónicas, la lista es mucho mayor y encontramos, de manera principal, “La Cardiomiopatía Diabética”, causante del infarto silencioso, “El Accidente Vascular Cerebral”, “La Neuropatía Diabética”, en sus variedades difusa autónoma y focal, “La Retinopatía”, “La Nefropatía y las enfermedades del Sistema Urinario entre las cuales se encuentra la Disfunción Eréctil Diabética”, “El Pié de Diabético”, “La Gastroparesia”, y ortas más derivadas del daño al sistema dañado.

Podemos ver que la lista es larga y lúgubre. ¡Nadie está a salvo!, gritaría algún alarmista asustado. Sin embargo la idea es informarse ya que el conocimiento es poder y si tenemos conocimiento de nuestros males, podremos adquirir las herramientas necesarias para enfrentarlos y resolverlos.

Estadísticas y diabetes. Los números del miedo


Paseando por la red, me topé con la página de la Federación Mexicana de Diabetes y, me encontré ahí la excusa, no solo para la entrada de hoy, sino una veta de enorme riqueza para ir tratando temas a lo largo de este año que comienza.

Dicha excusa son las tan traídas y llevadas estadísticas. Las estadísticas son definidas por algunos matemáticos con buen sentido del humor, como la manera más científica de decir mentiras. Me imagino la urticaria que a los siempre quisquillosos matemáticos les ha de sacar una disciplina derivada de las matemáticas, que después de sesudas ecuaciones, análisis detallados y conteos minuciosos, ¡No da un solo dato exacto!. Y, ello no es culpa de los matemáticos, sino que la ciencia de los promedios nos da, eso sí, unas maravillosamente clarificadoras aproximaciones.

Por ello, el escuchar que la familia mexicana consiste de 3.75 miembros en promedio, no significa que en cada hogar exista un individuo mutilado en un veinticinco por ciento de su anatomía, sino del simple cociente de la división de población entre número de familias censadas. Quizás el dato más exacto que podamos obtener sea el de que de cada diez mexicanos, cinco son la mitad.

Pero el chiste de las estadísticas es que nos dan datos que, si bien no son precisos, se parecen mucho a lo que en realidad pasa en una población grande, especialmente si se hacen muestreos lo suficientemente bien hechos. Por ello, desconfianzas aparte, nos son útiles al momento de planear o estimar de qué tamaño es un problema al que nos podemos enfrentar.

Así pues y entrando al terreno de la diabetes, van como muestra unos numeritos consultados precisamente en la página de la Federación Mexicana de Diabetes.


La diabetes afecta en la actualidad a más de 194 millones de personas en el mundo y para el 2025 (dentro de 18 años), se espera que lleguemos a ser unos 333 millones. La mayoría de los casos –noventa por ciento-, somos diabéticos tipo 2 y es en los países en desarrollo donde mayormente nos concentramos.


En México, la cifra fluctúa entre los 6.5 y los 10 millones –nada más 3.5 millones de posibles diabéticos de los que no sabemos qué pasa con ellos-, lo que implica que habemos algo así como el 10.7% de la población entre los 20 y los 69 años que presentamos alguno de los tipos de diabetes.


Que los casos de diabéticos crecen a un ritmo promedio de 400 mil nuevos casos por año.
La obesidad es uno de las primeros padecimientos asociados con la diabetes y dos de tres mexicanos tienen sobrepeso o, de plano, obesidad.

México ocupa el noveno lugar mundial en número de diabéticos. Ojalá que sea en esta competencia donde perdamos lugares y no en la del bienestar.

De cada 100 personas que mueren en nuestra patria, en 13, la diabetes provocó su muerte.

La mayoría de las muertes por diabetes ocurre en personas que tienen entre 40 y 55 años. Que igualmente, dentro del grupo de edad de los 40 a los 59 años, el 25% muere por complicaciones de la diabetes.

La diabetes afecta más a las mujeres que a los hombres, aunque los hombres morimos, en promedio, tres años antes que las mujeres.

En el 2004 -no encontré datos más recientes para México-, la principal causa de muerte ya era la diabetes, seguida de cerca por las enfermedades isquémicas del corazón (isquémico = Por estrangulamiento de la circulación), que casualmente constituyen la principal causa de muerte para los diabéticos.

Se estima que el costo anual de la atención de pacientes diabéticos en los servicios de salud pública, rebase la cifra de los 320 millones de dólares anuales (algo así como $3,481’600,000.00 pesos al tipo de cambio de hoy).


Se me ocurre pensar que si se pudiera soñar y lograr que todos tomásemos conciencia y alcanzar la cifra de un 100% de diabéticos bien cuidados, podríamos ahorrarle al estado tamaña cantidad del gasto y si lográsemos, además, que nos la pagaran por mantenernos saludables, podrían tocarnos la nada despreciable suma de $348,160.00 por cabeza (redondeado a 10 millones de diabéticos), que sería algo así como un sueldito de poco más de $29,000 pesos mensuales. Nada despreciable.

Por hoy dejo las estadísticas, aunque hay aun mucha tela de donde cortar al respecto, pero un paso a la vez hasta agotar el tema o a mis abnegados lectores.