lunes, 30 de abril de 2007

Obesidad infantil y la comida chatarra. Cursos de acción.



Como ultima entrada de esta serie dedicada a los niños y niñas con problemas de obesidad, presentaré un conjunto de consejos desarrollados por médicos y expertos en nutrición y que pretenden abarcar lo que debemos de saber y hacer tanto para evitar que los pequeños desarrollen obesidad y las conductas inherentes, así como qué hacer cuando el problema de obesidad está presente y estamos decididos a tomar cartas en el asunto para resolverlo.
Como lo primero debe ser siempre la prevención y en los casos que los niños no han desarrollado aun obesidad, es preferible tomar medidas anticipadas y tener hijos siempre delgados y bien alimentados, ya que no es cuestión de azar sino de buenos hábitos de alimentación y ejercicio el lograr un desarrollo sano y libre de complicaciones como las descritas en las dos entradas anteriores.
Así pues, lo primero que hay que hacer con determinación es revisar los hábitos de la familia con respecto a lo que se come, si se hace de acuerdo a los principios de una sana y correcta nutrición o requiere modificaciones que puedan ser desde ligeras hasta radicales. Dado que la obesidad es un problema individual que tiene mucho que ver con la forma de comer, independientemente de la predisposición genética, cualquier miembro de la familia puede desarrollarla aunque los padres no lo sean, por lo que éstos deben de vigilar muy de cerca la alimentación de los hijos y limitar, de manera mesurada pero firme, el consumo exagerado de alimentos. A los padres corresponde poner el ejemplo a sus hijos de cuáles alimentos elegir, la cantidad adecuada y los horarios debidamente espaciados.
Dado que la comida no solamente es la fuente de todos nuestros nutrientes, sino que se ha establecido como una actividad vinculante y trascendente en las relaciones humanas, principiando con las familiares, el compartir los alimentos debe ser una actividad que los padres debemos aprovechar para desde ahí establecer la primera línea de prevención de la obesidad, que una vez instalada, su tratamiento suele ser muy complejo y prolongado.
Así pues, algunas estrategias aplicables a la prevención serían:
Alimentar adecuadamente a los niños desde su nacimiento, pues desde los primeros meses se van aprendiendo los sabores, las texturas y se van adquiriendo los hábitos de alimentación tanto como el gusto o preferencia sobre ciertos tipos de alimentos.
Es sumamente importante recuperar la alimentación natural de leche materna, a libre demanda, ya que el uso del biberón en etapas tempranas “enseña” a comer de más e ir introduciendo nuevos alimentos entre el tercer y cuarto mes, de manera paulatina, sin hacer mezclas ni forzar su aceptación. De igual manera, conforme los niños van creciendo, es importante que comiencen a integrarse al horario y menú familiar, actividad que favorece la socialización y el aprendizaje.
Al igual que todo en el sano desarrollo humano, la alimentación debe tener sus reglas y horarios específicos, así como un sitio específico adecuado para alimentarse. Uno de los conceptos esenciales de los alimentos que más nos elude es que su función es precisamente la de alimentarnos; utilizar algunos alimentos, particularmente las golosinas, como premio, no es conveniente ya que ello puede originar que los niños de manera inconsciente comiencen a preferir ciertos alimentos que relacionan con una aprobación positiva de los padres.
Igualmente, dentro del ámbito familiar, se debe fomentar una cultura del deporte, nuevamente siendo en los padres en quién recae la tarea del ejemplo y de ser quienes promuevan y estimulen alguna actividad deportiva que sea constante y divertida para los niños. Podemos concluir que la buena alimentación es un hábito que se adquiere en el seno familiar.
Sin embargo, si bien sabemos que la prevención es la mejor estrategia, el propósito de esta serie ha sido hablar del problema que ya existe como una cuestión de alarma por el rápido crecimiento de casos de obesidad infantil y sus ya conocidas posibles consecuencias. Tratar a los niños obesos no es una tarea sencilla, ya que requiere, como mínimo, de un equipo multidisciplinario de especialistas, así como de una firme, estrecha y amorosa supervisión dentro de la familia.
Dependiendo de lo serio de la obesidad -es conveniente que aun desde que se sospeche tendencia a engordar-, se consulte al médico lo más pronto posible, quien evaluará la complejidad del caso y podrá determinar si se requiere el apoyo de un endocrinólogo pediatra, un nutriólogo, un paidopsiquiatra, un gastroenterólogo y un psicólogo para hacer un manejo integral. Este tipo de estrategia es importante, ya que los niños se encuentran en etapa de crecimiento y el riesgo es que al bajarlos de peso no presenten un desequilibrio que provoque alteraciones en su crecimiento y desarrollo o una disminución excesiva del apetito. Hay que evitar el efecto columpio y que el trastorno que provocó la obesidad, ahora produzca un cuadro anoréxico. La idea es llegar al equilibrio, lo cual implica enorme esfuerzo, cuidado y vigilancia estrecha.
Como escribo recurrentemente en este blog, las soluciones son de familia, así como el problema es de familia. Si hay una persona obesa en la familia y esa persona es un niño o una niña, automáticamente la familia es obesa, por definición y solamente si todos y cada uno de los miembros de la familia están decididos a apoyar a sus niños obesos, deberán de cambiar, todos como un solo ente, su forma y costumbres de relacionarse con la comida; tarea nada fácil, pero van algunas recomendaciones:
Hay que cambiar el hábito alimentario del niño obeso y de la familia, comiendo exactamente los mismos alimentos –se acabó el concepto de “platillos especiales” o de “caprichitos”, cada quién debe comer lo mismo, en cantidades adecuadas a su edad y acorde a la etapa de desarrollo que esté viviendo. Todos deben hacer ejercicio y alguna actividad física de tipo rutinario. Esta última, de ser posible, en conjunto involucrando muy particularmente los padres de familia o quienes estén a cargo del menor.
Para ello, el pilar fundamental es la educación. Hay varios parámetros que se deben alcanzar: Educar al menor con obesidad y modificar los hábitos familiares en cuanto alimentación; Proporcionarle un plan de alimentación adecuado; Que haya una rutina diaria de ejercicio y que los padres estén directa y continuamente involucrados, ya que de esto dependerá el éxito del programa.
Se que no es fácil, pero no hay soluciones fáciles ni milagrosas al problema de la obesidad infantil, es más, si el problema ya está presente, es por que las soluciones fáciles, las del pequeño esfuerzo cotidiano, no fueron aplicadas correcta ni oportunamente y se dejó crecer al problema hasta llegar a la necesidad de tomar medidas radicales, difíciles, muchas veces costosas, pero medidas al fin necesarias para resolver un problema que ya está ahí y hay que corregirlo.
¿Mi recomendación final?, si hay niños obesos en la familia, hay que empezar a actuar hoy consultando a un buen especialista y actuar de acuerdo a las recomendaciones del equipo de salud. Esperar es un lujo que no podemos darnos ante el problema.

viernes, 27 de abril de 2007

Obesidad infantil y la comida chatarra. Posibles consecuencias.



Cuando la gente de mi generación y otras generaciones un poco mayores y menores fuimos educados, en una mayoría nos inculcaron varios estereotipos con respecto a la obesidad o sobre cómo relacionarnos con la comida, entre los cuales se encuentran conceptos como: los gorditos son afables y viven felices, los niños gordos son más sanos y, cuántas veces no escuchamos que nos dijeran: “la comida que te sirven en el plato es para que te la acabes, mira que vergüenza, hay miles de niños que no tienen que llevarse a la boca y tu desperdiciando”. Crecimos dando por buenos esos conceptos e incluso dispuestos a tomarlos como “dogmas de fe” al grado de que, sin percibirlo siquiera, fuimos aceptando el aumento gradual de las raciones que se sirven en algunos restaurantes, particularmente de aquellos que son parte de cadenas multinacionales o los que les copian el esquema para tratar de repetir el éxito de aquellos. A tal grado ha llegado esta tendencia, que en aquellos sitios de “comida elegante” o gourmet en donde los platillos sirven raciones más adecuadas, son calificados como raquíticos. Es más, he llegado a escuchar a alguna gente expresarse en tono de queja cuando en alguna reunión les toca poco en su plato, la expresión “ni que fuera comida gourmet
Sin embargo, como la tendencia es comer raciones cada vez más grandes o sin medida –el caso de lo que podemos esperar en un buffet-, el resultado ha comenzado a ser notorio en nuestra sociedad.
Cuando hablamos de obesidad la definimos en dos aspectos que son objetivos y claramente observables. Primeramente decimos que es “acumulación excesiva de grasa en el cuerpo”, lo siguiente, especialmente en niños, es definirla como “exceder por más de un 20% el IMC (Índice de Masa Corporal), correspondiente a la edad". Pero lo que es más difícil de definir y considerar en los niños obesos, son las consecuencias a las que se ven sometidos.
Estas consecuencias que son tanto de orden fisiológico como psicológico, van deteriorando gradualmente tanto la salud de los infantes, como su ámbito social, haciéndolos vulnerables en más de un aspecto. Así encontramos que por la parte de la salud física van presentando dificultad para respirar e incluso ahogos, interrupciones del sueño, aletargamiento, problemas ortopédicos, trastornos cutáneos, transpiración excesiva, hinchazón de tobillos y pies, además de un riesgo incrementado de padecer enfermedad coronaria, diabetes tipo 2 (DM2), asma, algunos tipos de cáncer y problemas de la vesícula biliar.
Por supuesto que estas complicaciones son suficientemente graves como para considerar más que justificada la preocupación sobre la obesidad infantil, pero desde el punto de vista personal y social ¿qué consecuencias tienen que afrontar aquellas niñas y los niños con sobrepeso en grado de obesidad? Pues los problemas son de tipo psicológico que surgen de una clara discriminación social que pueden desarrollar una dificultad para establecer una interrelación sana y de respeto tanto con otros niños con quienes se relaciona, como con adultos que reaccionan a la figura distorsionada, con respuestas, las más de las veces, agresivas. Si reflexionamos con respecto a los factores de integración social y aspectos de segregación, es en la infancia donde comenzamos a establecer la personalidad de lo que seremos en el futuro y aprendemos a relacionarnos con aquellos que consideramos “nuestros semejantes”. En esta etapa vamos aprendiendo por ensayo y error a reconocernos en los otros y a vernos reflejados en grupos de afinidad. Aprendemos que es cierta la aseveración de “no soy monedita de oro para caerle bien a todos” pues habrá quién nos acepte bien y quién no. Sin embargo, el niño obeso, al tener el cuerpo excedido de proporciones, adicionado, lo más probable, por conductas de comer por periodos más extensos que los “niños normales”, es seguro que tanto en la escuela como con los vecinos o parientes cercanos de la edad, enfrenten situaciones de discriminación, segregación, burlas e incluso agresiones, ya que si los seres humanos podemos llegar a ser terriblemente crueles, en los niños es una característica siempre más espontánea y presente.


Allá por 1943, el psicólogo Abraham Maslow desarrolló la llamada jerarquía de las necesidades –teoría hoy en día muy controvertida, pero la menciono como referencia con respecto al impacto emocional de las relaciones humanas y las necesidades afectivas-, en las que ordena en una pirámide dichas necesidades y proponiendo que conforme se van satisfaciendo las básicas, se va escalando hasta la autorrealización –concepto vago que el mismo Maslow nunca definió con claridad, aunque es suficientemente intuitivo como para que nos demos una idea de qué quiso decir con ello. Así definidas las necesidades, coloca en la base a las fisiológicas (aire, agua, alimentación, sueño, ausencia de enfermedad, liberar desechos corporales, sexualidad, etc.), Inmediatamente arriba están las de seguridad (familiar, económica, un sitio donde dormir sin amenaza, protección, etc.), sociales (desarrollo afectivo y de asociación, participación y aceptación, amistad, amor, actividades culturales, deportivas y recreativas), reconocimiento (tiene que ver con la autoestima y refleja el grado de aceptación que percibo por parte de los otros) y finalmente, autorrealización (que son aquellas que nos permiten encontrarle sentido a la vida y sentirnos en armonía interior). La pregunta aquí sería: ¿los niños obesos cómo encuadran en esta jerarquía si ya desde las fisiológicas hay una distorsión? El resultado de analizar con la óptica de Maslow –hay por supuesto una casi infinidad de enfoques desde los cuales hacer el análisis, sin embargo seleccioné este por su claridad y simplicidad-, serán individuos afectiva y psicológicamente truncos ya que por su gordura son estigmatizados y tienen pocos amigos. Algunos estudiosos de la psicología sugieren que la percepción emocional de su sobrepeso, provoca en los niños estados de angustia y estrés similares a quienes reciben diagnóstico de cáncer.

Como resultado se generan emociones negativas con sensación de estar marginados y dicha angustia la canalizan hacia la comida y se convierten en CE (comedores emocionales). Todo un reto para resolver.

miércoles, 25 de abril de 2007

Obesidad infantil y la comida chatarra. Origenes

Continuando con el tema de la obesidad infantil y las previsibles consecuencias en caso de no afrontar la cuestión, hoy vuelvo sobre mis pasos y plasmo algunas reflexiones sobre el muy probable origen del problema. En futuras entradas ampliaré el análisis hacia algunas de sus consecuencias posibles y algunos posibles cursos de acción para afrontar y resolver el problema.
Antes de hacer el correspondiente análisis, es importante hacer conciencia del tamaño del problema. De manera histórica, la obesidad en los niños ha tenido una incidencia promedio de un 25 al 28%, esto quiere decir, que cuatro de cada diez niños se consideraban “gorditos”. Sin embargo, en los últimos veinte años se ha registrado un incremento promedio de hasta un 60% en esta cifra, lo que lleva a que casi cuarenta y cinco niños de cada cien presenten un grado de sobrepeso que puede ir desde un leve sobrepeso, hasta una obesidad severa que pueda provocar una seria discapacidad para una vida social normal. Adicionalmente, son los casos cada vez más abundantes de obesidad severa los que han disparado las voces de alarma y reclaman atención inmediata, pues no solo se trata de un incremento en el número de niños gordos, sino el tipo y grado de obesidad que están alcanzando.
Otro dato importante es saber a qué le llamamos sobrepeso u obesidad ya que si bien depende del ya muy conocido Indice de Masa Corporal (IMC), a diferencia de los adultos en que hay una cifra estándar para mujeres y hombres, en los niños y adolescentes varía con la edad ya que hay cambios importantes a lo largo de las diferentes etapas del crecimiento y desarrollo. Por ello, reproduzco una tabla con el IMC considerado normal para cada edad entre los dos y los dieciocho años.

Recordemos que el IMC se calcula dividiendo el peso expresado en kilogramos entre la estatura expresada en centímetros y elevada al cuadrado. Este número nos permitirá saber de manera muy aproximada para cada edad si hay o no un problema de peso.
Si hacemos una reflexión del posible origen del problema, lo más probable es que lo encontremos en varios factores de orden social, educativo y económico. Es decir, que al no haber una sola causa identificable, el problema es complejo -muy complejo, anticipo-, pues los investigadores sugieren diferentes fuentes en las que coinciden y otras sobre las que no hay consenso unánime y aun las hay que son motivo de controversia.
Dentro de los orígenes de la obesidad se encuentra en un primerísimo lugar la predisposición genética, que cuando está presente puede provocarla por si sola, pero cuando se le agregan otros factores como:
Ignorancia (reflejada en falta de información correcta y adecuada en los padres de cómo alimentar de forma sana y suficiente a los hijos, además de recurrir a sistemas de “estímulo” de conductas a cambio de postres u otros artículos comestibles ricos en carbohidratos, grasas o ambos).
Ccarencia afectiva (al tratar de compensar ausencia física o atención de calidad con golosinas o “premios” al apetito).
Vulnerabilidad a la publicidad masiva (al acostumbrarse a ver los alimentos chatarra como una opción al alcance, sin considerar su valor nutritivo o potencial daño por el consumo excesivo).
Descuido (al no preocuparse en casa ni en las escuelas sobre el acceso que los niños tienen a la comida chatarra –me refiero por supuesto a las famosas cooperativas y puestos dentro y fuera de las escuelas-, ni control sobre la cantidad que comen de la misma).
Más descuido (al no estimular una actividad física sana y constante que consuma las calorías comidas y permitan un sano y correcto desarrollo físico).
Disponibilidad y moda (cada vez es mayor el número de lugares donde se expende comida chatarra, eufemísticamente denominada comida rápida o de antojo y más el número de padres y madres que recurren a dichas opciones ante la falta de tiempo para cocinar en casa o para procurar alimentos sanos en el hogar).
Indiferencia (de los padres al ver el gradual e inexorable aumento de peso de los pequeños y no tomar la decisión de poner un freno a la situación y, de manera comprometida, resolver el problema antes que tenga que convertirse en un problema mayúsculo de salud o cuestión de vida o muerte).
Actitud (la de las escuelas que han claudicado a su vocación formadora e incluso han cancelado los recesos o recreos y han llegado al extremo de prohibir a sus alumnos cualquier manifestación de actividad física, ante el temor de demandas por parte de padres timoratos -si no que estúpidos, sería el correcto adjetivo- que amenazan o de plano llegan a actuar contra las instituciones si sus “retoños” se lastiman jugando con sus compañeros durante dichos recesos) y
Transferencia lúdica (es decir, que la bicicleta, el balón de fut, la patineta, el balero, etc. han quedado desplazados por la pantalla de televisión o el monitor de videojuegos, cuyo máximo esfuerzo requerido es el de mover uno o varios dedos para desarrollar toda su actividad.
De los orígenes del problema de obesidad infantil, probablemente el de la ignorancia sea el más importante, ya que si analizamos a detalle los arriba mencionados, podremos deducir fácilmente que con educación e información correctas se pueden eliminar o disminuir su impacto negativo.
Abro un breve paréntesis para definir ignorancia. Ignorancia, no como insulto o término para descalificar, sino como sinónimo de la falta de elementos de un conocimiento correcto y completo sobre algún tema o asunto determinados. Ignorante soy en la medida que ignoro o desconozco sobre aquello que hago o pretendo hacer, sobre lo que digo o pretendo decir. La ignorancia en sí no es mala ni siquiera negativa; la ignorancia clama por conocimiento y es precisamente la educación la que nos va iluminando un camino antes oscuro y, una vez conocido aquello que se ignoraba, se puede tomar una decisión correcta y adecuada sobre el tema aprendido.
Por ello es que si rastreamos hasta sus orígenes el problema de la obesidad infantil, nos encontramos que empieza en la forma y tipo de alimentación de la madre durante las etapas previas a la concepción, durante el embarazo y durante la lactancia; la forma y tipo de alimentación al bebé posterior a la lactancia –si hubo o no etapa de lactancia también es un factor sumamente importante.
Durante la infancia todos vamos aprendiendo, primero de los padres y familia nuclear, hermanos, abuelos, primos, tíos, diferentes conceptos, aspectos y formas de relacionarnos con la comida. Aprendemos de las opiniones escuchadas o percibidas a preferir o rechazar determinados tipos de comidas y los esquemas de premios, de afectos o frustraciones manejados con comida como estímulo o mitigante.
Conforme los niños van creciendo y ampliando su horizonte de relaciones sociales, se enfrentan a situaciones de aceptación, rechazo, compañerismo, agresión, apoyo, combinadas y en muchas de ellas la comida es un factor central, ya sea como moneda de intercambio, de marginación o su efecto en la figura como fuente de aceptación o rechazo.
Si una vez que empiezan a asistir a la escuela no se les presta la debida atención y sin un correcto desayuno y una supervisión adecuada se les manda a la escuela con dinero abundante, esperando que apliquen criterio adulto y disciplina espartana para solamente aceptar alimentos nutritivos y rechazar las deliciosas y tentadoras ofertas a la vista, no es extraño que coman sin moderación precisamente aquello que no debieran de comer. Y así sucesivamente en un círculo que cada vez es más difícil de romper. ¿Y los padres y los maestros?
Sin embargo, la idea es desmadejar el origen de la obesidad infantil y no señalar con flamígero dedo al o los culpables. La idea es hallar soluciones al alcance de todos y proporcionar una guía de qué es posible hacer para mitigar el problema.

jueves, 19 de abril de 2007

Obesidad infantil, la comida chatarra y las veleidades del congreso.

Hoy con las noticias de la mañana tanto de los noticieros de la televisión y la radio, así como en los diarios impresos que cotidianamente consulto, noté la difusión de la noticia sobre que El Congreso de la Unión retoma el análisis de la llamada “Ley de Comida Chatarra”, que pretende -entre otros objetivos-, prohibir la venta de la llamada comida chatarra en las escuelas y restringir forma y horarios de publicidad de la misma. De los asuntos que más llamaron mi atención alrededor de la noticia, fue la declaración de la Antropóloga Social y Especialista en Nutrición Miriam Bertrán, de la UAM Xochimilco, quién durante una entrevista realizada dentro del noticiario Once Noticias de canal 11 de televisión en su edición matutina, dijo con mucha sensatez –y cito de memoria con la correspondiente disculpa previa de errores u omisiones generados por incapacidad de retentiva neuronal-, que “habría que definir primero qué es y qué no es comida chatarra, ya que en los casos de las escuelas públicas, aparte de los productos empacados con marca de fábrica, se expenden alimentos de preparación casera que son ricos en harinas, grasas y azúcares directos y con nulo contenido de fibra”. Más o menos por ahí va el comentario.

Por otro lado y para complementar la noticia, cito una del diario La Jornada, aparecido hoy mismo y que se intitula “Reviven diputados análisis sobre restricciones a comida chatarra” En la fuente que consulto –La Jornada en línea-, no acreditan al autor del artículo, omisión que inevitablemente mantendré. El artículo referido, además de relatar los dimes y diretes entre los diputados de facciones opuestas y las habituales descalificaciones y “sospechas” de decisiones que “ocultan aviesas traiciones a la patria y al pueblo”, se rescatan algunos aspectos de la discusión que me parecen sumamente interesantes. En primer lugar mencionan que “La primera modificación adicionaría la fracción nueve al artículo 115 de la Ley General de Salud para que la secretaría del ramo pueda promover investigaciones sobre los efectos del consumo de productos de bajo contenido nutricional y alto valor energético, del abuso en el consumo de los mismos y de las acciones para controlarlo. Mientras, la otra reforma sería para adicionar un párrafo al artículo 49 de la Ley Federal de Protección al Consumidor, y definir que no se podrán realizar promociones y ofertas sobre productos de bajo contenido nutricional y alto valor energético".Por supuesto que aquí se menciona a los grupos de interés económico y se les identifica con un grupo de cabildeo en bloque denominado “Con México” y menciona el mismo artículo –cito textual-, "a Bimbo, Barcel, Coca Cola, Grupo Gamesa, Jumex, Jugos del Valle, Nestlé de México, Sabritas, entre otros", como el enemigo a vencer o como el cómplice patrocinador del partido en el poder quién busca sobornar a los diputados para que no prospere la ley.

Confieso que aunque me encanta la política como concepto, no es la idea de este espacio convertirse en una palestra de opinión al respecto, ni mi interés primordial dedicarme a su ejercicio en este blog. Sin embargo, ya que el tema aludido lleva como destinatario final a los niños y atañe a un problema que es prioritario en este sitio, como lo es la diabetes, que en el caso de la DM2 se ha convertido en un elemento de grave preocupación por su reciente incidencia cada vez mayor y más grave entre la población infantil y que, además está íntimamente vinculada con la obesidad y el consumo excesivo de calorías y una carencia de actividad física, que tomo la palabra y arrojo mi temeraria opinión, que me temo contenga más elementos de crítica política de lo que quisiera.
Primero que nada, cuando enfrentamos cualquier tipo de problema, lo que corresponde a todo sano juicio es definirlo, entender su alcance, reconocer sus dimensiones y considerar si existen soluciones aplicables que permitan resolverlo. Si no somos capaces de realizar un análisis serio, objetivo e imparcial, no importa qué se diga o se haga, cualquier acción será en respuesta de un interés o una postura política y no en respuesta a una real solución apoyada en la razón y lógica correctas, cimientos de la formación científica.
Veamos los hechos:
A) Hay una tasa creciente de obesidad infantil en México. Es una realidad que podemos constatar en la vida diaria donde observamos cada vez mayor número de niños con sobrepeso.
B) Los patrones de alimentación se han modificado en la población mexicana. Cada vez es menor el número de personas –mujeres en su mayoría-, que cocinan en casa una dieta balanceada y nutritiva, por lo que va en ritmo creciente la popularidad de la comida instantánea o la comida en fondas o restaurantes.
C) En el caso de los niños en el sistema escolar, va en aumento el número de familias que optan por permitir que sus hijos omitan el desayuno en casa y les dan dinero para que compren “algo” en la escuela ya sea para desayuno o el “lunch” o ambos.
D) Los niños en las escuelas tienen opciones múltiples de acceder a la comida chatarra, desde los puestos que se instalan en el exterior de las escuelas, pasando por la cooperativa escolar y la “vendimia” que funciona en los recesos o recreos y los alimentos con contenido nutritivo son escasos o inexistentes.
E) No hay educación para una correcta y sana nutrición al alcance de los niños, ni se puede dejar a su libre arbitrio la elección de lo que comen, ya que difícilmente ésta sería de una forma sana ni correcta.
F) Se han perdido los espacios de recreación lúdica donde los niños puedan moverse libremente sin riesgos ni amenaza a su integridad. Me refiero a la inseguridad creciente que expone a los pequeños a convertirse en víctimas de traficantes y pedófilos, peligros de reciente aparición pero efectivos en alejar a las familias de los espacios públicos de esparcimiento sano.
G) Se privilegian las largas permanencias frente a las pantallas de televisión, monitores de computadoras o consolas de videojuegos, con la consecuente inmovilidad.
En resumen, se han perdido los buenos esquemas de alimentación, se come de más y se deja de hacer ejercicio. Causas más que sabidas para originar los problemas conocidos de obesidad, hipertensión, dislipidemia y diabetes, pero que aparecen con treinta años de anticipación en un estrato de la población que debería crecer sana y vivir sana por muchos años antes de contraer una enfermedad como la DM2 que les producirá en una etapa muy temprana, las complicaciones y discapacidad que presentamos los adultos, muy adultos con DM2 y seguramente, una muy desagradable muerte prematura.
Aquí es donde comienzan las preguntas que, por lo que leo y veo no se han hecho nuestros esforzados legisladores, que al igual que las amas de casa que recurren a la comida instantánea –chatarra en su totalidad-, para resolver un problema de tiempo para “cocinar rápida aunque no adecuadamente”, así los señores diputados y senadores –sí, con minúscula, no se merecen más-, prefieren “soluciones chatarra”, así sin cocinarlas, que resuelvan “pa taparle el ojo al macho”, mexicanísima expresión para expresar lo mal hecho pero que se pretende se vea bien, legislando o evitando legislar, en contra de un tipo específico de comida chatarra, más que tratando de impulsar soluciones que resuelvan de fondo el problema.
El problema aquí es que el asunto que se pretende resolver no tiene una solución tan simple como para plasmarla en una ley, ya que algunas preguntas son:
¿Sólo son responsables del problema las transnacionales productoras de “alimentos transformados”?
¿Dicha ley realmente será obedecida incuestionablemente por el hecho de ser promulgada?
¿Una ley que restrinja mi libre acceso a un determinado tipo de comida es compatible con los principios de la constitución?
¿Es realmente necesario o suficiente prohibir la comida chatarra para resolver el problema de la obesidad infantil y su potencial daño a la salud?
¿Es la comida chatarra intrínsecamente mala o dañina por sus ingredientes, su higiene, su frescura o método de preparación?
¿Si se logra reducir el consumo de comida chatarra proveniente de empresas transnacionales, qué impacto tendrá el triunfo de dicha iniciativa sobre la tasa de desempleo?
¿Hay alguna alternativa de empleo viable y razonable si se logran cerrar las transnacionales que producen, distribuyen y venden comida chatarra?
¿La comida que se fabrica a nivel casero y se expende en la calle (churros, donas, chicharrones, papas fritas, frituras, raspados y nieves de sabores, tamales y sus respectivas tortas de tamal, muéganos, morelianas, etc.), no son también comida chatarra?
¿Estará dicha comida chatarra no transnacional incluida en el control de la ley?
¿La prohibición de publicitar comida chatarra incluirá los letreros que portan los ambulantes en el periférico durante las horas pico?
¿La ley prevé un cambio en los hábitos en que los padres educan a los hijos?
¿Cuando la comida chatarra es la única o la principal fuente de calorías de la familia, con qué van a sustituir esas personas su demanda alimenticia?
Con estas y otras muchas preguntas que me saltan a la mente, me cuestiono cuándo los legisladores y los políticos en general se decidirán a tomar en serio su trabajo y dejar de buscar “proyectos medalla”, que les hagan aparecer bien en la foto, sonrientes y soberbios de autocomplacencia como si realmente trabajaran, en vez de que solo saquen mamotretos legales que estorben a la sana vida diaria en lugar de tomar conciencia de la real dimensión del problema y ponerse a colaborar con “el enemigo” -que no adversario político-, para vencer al antagonista común que en este caso es la obesidad infantil y las muy predecibles consecuencias sobre la salud de los chiquillos y chiquillas que no merecen ser víctimas de la DM2. Como lo único que saben hacer en el congreso son leyes, la petición, el ruego, la súplica sería que al menos lo hagan con la seriedad que el tema merece, que no las hagan con la ya visible intención de dañar al adversario percibido con artículos dedicados a tal o cual empresa o persona, sino con una visión realmente patriótica que busque una solución a fondo desde el origen del problema que no es otro que ignorancia. La educación es el mejor antídoto a ésta y por ahí deberían comenzar a deshebrar la madeja, mas que con leyes restrictivas de dudosa efectividad.

lunes, 16 de abril de 2007

Un asunto realmente complicado.

Reflexionando acerca de las complicaciones de la diabetes, particularmente entre quienes hemos sido diagnosticados con la popular DM2 o Diabetes Mellitus tipo2, conocida también como Diabetes Mellitus No Insulinodependiente y un poco cumpliendo casi de inmediato con la amenaza de escribir en este espacio sobre las consecuencias muy evitables de las complicaciones, en particular, de la DM2 y mis extrañas -mas no creo que desatinadas-, teorías sobre el origen y mejor prevención de la DM2.

Como primer postulado voy a compartir una noticia aparecida el pasado diez y se refiere al gravísimo problema de carácter económico que representa ya la DM2 en el sistema de salud del país más rico del mundo, como consecuencia del costo del tratamiento de la DM2, asi como del manejo de las principales complicaciones crónicas derivadas de un pobre o nulo control de la enfermedad.

La noticia la publica Reuters y la traducción del título sería algo así como “Las complicaciones de la diabetes inflaman los costos de salud en los EEUU”. Veamos que es lo que dicen al respecto. Básicamente la noticia plantea que los cuidados relacionados por tratar problemas de corazón, ojos, riñones y otros problemas serios de salud asociados con la DM2, están costando un desembolso adicional de 22,900’000,000 de dólares. Si, la lectura es correcta, veintidós mil novecientos millones de dólares. El artículo agrega que los costos anuales relacionados con la salud para el caso de la DM2, triplican el de las personas que no la padecen. Ello apareció –según el artículo-, en un nuevo reporte intitulado “Estado de las Complicaciones de la Diabetes en América

Citan más adelante a uno de los colaboradores del reporte, el economista Willard Manning, de la Universidad de Chicago, quien dijo: “Es una muy significativa llamada a despertar o debería serlo

El reporte menciona que “la obesidad y falta de ejercicio están ligadas a la DM2, la que puede causar ceguera, infartos súbitos, embolia, falla renal, y problemas en pies que pueden requerir amputaciones". Indica igualmente, la declaración del Dr. Daniel Einhorn, miembro directivo de la Sociedad Americana de Endocrinólogos Clínicos, patrocinadora del reporte: “Hoy en día tenemos herramientas (para evitar las complicaciones). Que la gente siga aun presentando complicaciones significa que las herramientas no están siendo utilizadas de una forma lo suficientemente efectivas, puesto que la DM2 continua siendo la principal causa de ceguera y dos terceras partes de los diabéticos tienen infartos o embolias y la tasa de mortandad es de dos a cuatro veces mayor en adultos con diabetes que sin ella

Más adelante, haciendo un análisis de los costos derivados de la diabetes y sus complicaciones, el artículo presenta los datos siguientes: “Las complicaciones de la diabetes tienen un costo anual de US$10,000 dólares per cápita, de los cuales US$1,600 provienen de los bolsillos del propio paciente por costos no cubiertos por las aseguradoras. Estas cifras representan un buen mordisco a las finanzas para muchos diabéticos para quienes significa cerca del 40% de sus ingresos.

A nivel país tratar la DM2 simplemente, cuesta cerca de los 37 mil millones de dólares. Pero cuando no se tiene control adecuado, las complicaciones de la enfermedad elevan la cuenta total de salud a 57 mil millones de dólares, una suma sustancial por si misma.

Cuando tomamos en cuenta que muchas de las complicaciones producen además reducciones en la capacidad laboral o incluso bajas laborales, hay un incremento sustancial en los costos
”; el reporte llegó a las conclusiones anteriores tras dos estudios combinados realizados entre 1999 y el 2004. Dicho reporte estima que uno de cada tres gentes con DM2 tiene alguna complicación, una en diez, tiene dos o más, una en quince, tres y una en trece cuatro o más. Finalmente, el reporte concluye: “Si analizas la lista de complicaciones, la mayoría de ellas se desarrollan debido a una diabetes deficientemente manejada, ya sea por que el paciente no reconoce que tiene DM2 y que está desarrollando complicaciones o no se han adherido a las indicaciones de sus médicos

Hasta aquí el artículo de Reuters, pero lo que nos queda de fondo es la conclusión en cuanto a la posibilidad de, con un correcto control, evitar o disminuir las complicaciones de la DM2 y los costos, catastróficos asociados a ellas. En varias ocasiones he escrito sobre las complicaciones de la diabetes, su daño al organismo y la forma en que éstas se presentan. Lo importante por el momento es mantener presente que las complicaciones son el resultado de un proceso de deterioro del organismo del diabético, producido primordialmente por un descontrol de los niveles de glucosa en sangre y del metabolismo de las grasas –las lipoproteínas del colesterol, la HDL-colesterol y la LDL-colesterol, así como los triglicéridos-, descontrol que como daño primario provoca taponamiento y pérdida de elasticidad de los vasos sanguíneos. De esta forma, el culpable del daño de largo plazo es el descontrol.

Descontrol que significa, simple y llanamente, falta de control.

Por hoy dedico esta entrada a quienes tenemos DM2, no solo por que se trata del 90% del problema global en cuanto al numero de diabéticos, de acuerdo con las estadísticas, sino por las causas que originan el enfermar de DM2 y lo que implica ser diabéticos tipo 2 y no tomar el control. No es mi intención ser cruel ni crudo, pero como responsable de mi control, entiendo, como es capaz de entenderlo cualquier diabético tipo 2, la importancia que reviste una decisión errónea o acertada en cuanto a la calidad de vida en el corto y el largo plazo.
Sabemos todas las personas que hemos sido diagnosticados con DM2 que debemos seguir un estilo nuevo de vida, que implica una forma nueva de alimentarnos, que requiere un ejercicio continuo y que exige un diario cuidado que implica mantener la disciplina de visitar regularmente al médico, tomar los medicamentos prescritos así como hacernos un monitoreo periódico de los niveles de glucosa en sangre. Sí, lo se de primera mano pues es una monserga hacerlo de esa manera, pero una vez que hemos sido diagnosticados con DM2, es por que ya nuestro organismo está permanentemente dañado y, mientras no haya una cura, nuestro cuerpo ya no funciona por si mismo y requiere medicamentos hipoglucemiantes o insulina o ambos.
Que ya nuestro cuerpo no puede solo y tenemos que ayudarlo con medicamento, comiendo solamente alimentos adecuados y moviéndolo en grado de ejercicio. Es el fin del paraíso, de las comidas alegres sin restricciones y largos períodos frente al televisor, rodeados de papas, pizzas, hamburguesas, palomitas, papas con ketchup y mucho, pero mucho refresco o malteadas de sabores. Eso como estilo de vida quedó atrás, dimos el fatal paso al frente y cruzamos la línea sin retorno. Ahora tenemos solamente dos opciones: Nos “ponemos las pilas” y asumimos el control de la enfermedad, haciendo aquello que sabemos “debemos” hacer o, hacemos caso omiso al mas elemental sano juicio y dejamos a “la deriva” a nuestro cuerpo, sabiendo que más temprano que tarde seremos victimas de las complicaciones crónicas de la diabetes.
Quienes vivimos con DM2, somos mayoritariamente personas adultas que de una forma u otra pudimos gozar de muchos años de salud y comimos sin tener que preocuparnos por la cantidad ni la calidad nutritiva de aquello que nos comimos en su momento. Recuerdo en mis veintes que hacía maratones de comedores de tacos parados, atracones de postres –de chocolate, mis favoritos-, y mi lema era: soy como el dólar, el peso me tiene sin cuidado. Mientras joven, nunca me preocupé ni tomé en cuenta mi salud y a pesar de ser hijo de un padre diabético –DM2, por cierto-, jamás consideré la importancia de una moderación en mi forma de comer y beber ni me preocupé por hacer ejercicio adecuado ni suficiente. Si bien nunca fui lo que se podría definirse un comedor emocional o proclive a los atracones, si comía más, mucho más de mi demanda energética diaria. Consecuencia: Hiperglucemia que pasó desapercibida durante, no se cuantos años, dislipidemia (alto colesterol del malo, bajo colesterol del bueno y triglicéridos por las nubes), sobrepeso y probablemente -aunque nunca lo comprobé-, hipertensión. Sin saberlo ya tenía el llamado Síndrome Metabólico y por supuesto, prediabetes en etapa insulinoresistente.
Finalmente, la consecuencia médicamente predecible: DM2 y una nueva vida. Una vida de moderación, obligándome a moverme diario y aprendiendo a comer –mejor dicho sería decir a alimentarme-, de una manera correcta, equilibrada, sana y suficiente, con la permanente lucha de tratar de lograr mi meta de glucemia sin usar hipoglucemiantes. Meta que logro por periodos de enorme esfuerzo y otros, que sin soltar el esfuerzo, el organismo me demanda el hipoglucemiante a pesar de mi frustración por “fallar” a mi objetivo. Actualmente estoy “a prueba” por mi médico, sin medicamentos y controlando mis niveles de glucosa solamente con ejercicio y el plan de alimentación asignado. La buena noticia es que voy cumpliendo hasta hoy.

Sin embargo, entiendo a quien me diga que no es fácil; que la renuncia a las cosas buenas de la vida no es sencilla ni “aceptable”; lo entiendo y no tengo argumentos para “convencer” a nadie de lo positivo del control y los valores normales de glucosa y lípidos, pues a mi me cuesta mucho trabajo convencerme que lo que hago es lo correcto, que realmente vale la pena y que es en mi beneficio.

Ciertamente no soy un superhéroe ni estoy hecho de materia extraterrestre y extraño los chocolates, las malteadas y las papas a la francesa. Me duele a grado de sentirme desgarrado, el tener que decirle NO a aquello que durante muchos años fue mi delicia y ahora quedó fuera de la lista de los alimentos que puedo comer. Entonces ¿cómo rehago para no flaquear y no rendirme, no abandonar, no hacerme trampa, no engañarme y dejarme seducir por los ricos postres o las comidas abundantes bien acompañadas de vino tinto, blanco, licores, botanitas y otras delicias culinarias?. La verdad no lo sé, aunque sí lo sé.

Por favor permítanme aclarar esta incongruencia. No es mía solamente la fuerza que me lleva a cuidarme todos los días y a tratar –no siempre con éxito-, de mantenerme en control y mantener al espectro de las complicaciones crónicas un tanto alejado de mi horizonte de vida. Es el haber descubierto que no estoy solo. Hay tres mujeres en mi vida que son la razón de cuidarme cuando mi propia razón pierde fuerza y flaquea ante las tentaciones; ellas me dan más que suficiente fuerza; cuando pienso en lo que les implicaría mi descuido y las consecuencias de las complicaciones crónicas, replanteo mis prioridades y aparece una nueva voluntad. Mis amores y apoyo son mi esposa y mis dos hijas –mis enanas como cariñosamente las llamo-, además de ser el objeto de mis reflexiones con respecto al por que me quiero cuidar y mantener –el mayor tiempo posible-, sin complicarme demasiado. La razón es simple, se los debo. Se los debo por que la DM2 es una condición provocada –de acuerdo a lo que marcan las investigaciones más avanzadas-, por un estilo de vida de sobrealimentación y holganza, además de la necesaria predisposición genética para adquirirla.

Sabiendo lo anterior y además que si cambio el estilo de vida que en primer lugar me dio el pase a la liga de los DM2, tengo mucho mayores posibilidades –aunque no la seguridad al cien por ciento-, de evitar las complicaciones crónicas e incluso llegar a morir en una edad avanzada por otras causas que no las complicaciones de la DM2, la conclusión es inevitable inferencia lógica: Si a pesar de saber lo que acabo de declarar no me cuido y me complico, deteriorándome de forma progresiva e inexorable con una o mas complicaciones, seré ya no un esposo o padre, sino una penosa carga económica y emocional a mi familia, para aquellos que más me quieren y a quiénes, después de mí como primer afectado por el daño físico, serían sobre quienes gravitaría todo el peso de mi enfermedad. Aquí es donde surgen varias preguntas que me han quitado el sueño más de una vez y todas comienzan con el planteamiento: “Si sé que está en mí el poder evitarlo” ¿Es justo que comprometa el patrimonio familiar por los gastos catastróficos que causan las complicaciones de la DM2? ¿Tengo el derecho de pedirles a mis hijas o a otro familiar que me done un riñón? ¿Debo condenar o atar a alguien de mis seres queridos a que me cuide cuando pierda mi autonomía por invalidez o ceguera? ¿Si quedo incapacitado de trabajar deben mantenerme? En todos los casos, cada vez que me planteo estas y otras preguntas, la respuesta es NO, aunque sé que ellas me apoyarían hasta el mayor de los sacrificios, pues de ello no tengo la menor duda, el planteamiento es a mi derecho –éticamente analizado-, no solo de pedirlo, sino incluso aceptarlo y por supuesto, se que no tengo ese derecho.

De ahí, del bienestar que me inspiran aquellas personas que incondicionalmente me dan su amor, es de donde sale la fuerza de voluntad que me sostiene cuando mi propia fuerza se agota o se muestra insuficiente. No soy tan fuerte y se que si no fuera por mi compañera en esta aventura llamada vida y mis enanas, probablemente este espacio no existiría, yo no estuviera tan bien controlado y probablemente estuviera viviendo con una o más de las graves complicaciones de la DM2.

jueves, 12 de abril de 2007

¿Otro paso al frente hacia la cura de la diabetes?

Dos noticias llaman mi atención esta mañana, ambas sobre avances en la búsqueda de una cura para la Diabetes Mellitus tipo 1 (DM1). La primera tiene que ver con cerdos “biomédicos” y la segunda con células madre.

La primera noticia está fechada el pasado 26 de febrero y se refiere a la investigación que se está realizando con cerdos en una instalación con característica de ser biológicamente segura, para convertir a estos animalitos en fuente segura de células beta para trasplantes a humanos. La organización que está realizando dicha actividad se denomina “Spring Point Project” y fue expresamente formada para hacer expedita la disponibilidad de tejido con isletas para el tratamiento de la diabetes y de acuerdo con los investigadores que la componen, esta impresionante instalación que costó $6.2 millones de dólares en un área aproximada de 2,100 m2, se dedicará a buscar y financiar la cura para la diabetes. Esto si que son buenas noticias. Según declara el Dr. Bernhard Hering, director médico del Diabetes Institute for Immunology & Transplantation (Instituto Para la Inmunología y Transplantes en Diabetes): “Poblar las instalaciones –de cerdos “biomédicos”, obviamente-, para obtener el recurso de isletas es un avance mayúsculo en nuestra capacidad para ofrecer el transplante de isletas a todos los pacientes con diabetes que cumplan el criterio médico para ello”.

Más adelante, el mismo artículo cita nuevamente al Dr. Hering quien declara “El trasplante de isletas humanas, ha revertido la diabetes en un 90% de nuestros pacientes, sin embargo, la escasez de órganos humanos disponibles por donación, limita enormemente la posibilidad de aplicar el trasplante de isletas. Las isletas provenientes de cerdos solucionan este problema de demanda y son un avance hacia una cura, aun lejana, para los pacientes con diabetes”. Así pues, próximamente las células beta de las isletas de aproximadamente cien cerdos libres de patógenos estarán disponibles para usarse en trasplantes a pacientes diabéticos que están en protocolos clínicos. Esperemos que estas tecnologías que actualmente son novedad con nuestros vecinos del norte, se desarrollen domésticamente para otorgar oportunidades similares a los pacientes con DM1 de nuestro país.

Llegando a la prometida segunda noticia, me encuentro una fechada ayer y publicada en el periódico USAToday que reporta que por primera vez un pequeño grupo de pacientes con DM1 o diabetes juvenil, fueron capaces de prescindir de la diaria aplicación de insulina después de haber sido transplantados con células madre de sus propios cuerpos. La noticia proviene de Brasil y reporta que los científicos realizaron el protocolo con quince pacientes con edades de 14 a 31 años, compartiendo como característica principal ser de diagnóstico reciente. De los quince pacientes, catorce lograron vivir sin inyecciones de insulina en lapsos de uno a treinta y cinco meses. Las cifras son impresionantes pues es casi el 100% de éxito.

La hipótesis detrás del tratamiento radica en que dado que el propio sistema inmunológico destruye las células beta, encargadas de producir la insulina, se ha visto que durante las primeras semanas posteriores al ataque aun permanecen funcionando algunas células, así que los investigadores toman células madre de la sangre de los pacientes y las tratan con drogas supresoras del sistema inmune y las retornan al cuerpo para así reconstruir el sistema inmune.

Los resultados sugieren que “el sistema inmunológico de los pacientes con DM1 pueden ser re-entrenados o reseteados –como memorias virtuales o computadoras-, al menos durante algún tiempo, lo que permite la regeneración de células productoras de insulina”, de acuerdo con el Juvenile Diabetes Research Foundation (la Fundación Para la Investigación sobre Diabetes Juvenil). Sin embargo, el Dr. Larry Deeb, endocrinólogo y Presidente de la ADA (American Diabetes Association; Asociación Americana de la Diabetes), declara que “aunque el reporte es prometedor, hay que moderar el entusiasmo dado que el estudio es pequeño y la terapia, que se debe probar en estudios mayores, será útil solamente para los diabéticos tipo 1 recién diagnosticados”.

Los investigadores hacen bien en tomar estas noticias con cautela y recomendar mayores estudios, sin embargo y a reserva de pecar de ser demasiado entusiasta, puedo leer entre líneas que cada vez hay más noticias alentadoras hacia la cura de, por lo menos, la DM1. Aunque también con reservas tengo mis teorías medio locas, creo que podemos hablar, no de una “cura” como tal de la DM2, sino de una forma de prevenir su aparición o controlarla de tal forma que deje de ser la enorme amenaza a la salud pública que es hoy en día y sea una enfermedad, seria y de cuidado, pero sin las graves consecuencias que hoy representa. Ya habrá ocasión de ir exponiendo esta ¿loca? idea.

miércoles, 11 de abril de 2007

Y nosotros… ¿Cuándo?

Hoy temprano me desayuno con una noticia que llegó ayer por la noche a mi correo electrónico y casi tan fresca como los bollos recién horneados con que acompaño mi opíparo desayuno correspondiente a mi plan de dieta –bueno, confieso que son dos rebanadas de pan integral recién tostadas-, y que resulta por demás interesante y provocativa. Interesante por que habla de una iniciativa de enormes dimensiones y esfuerzo coordinado a favor del combate a la diabetes. Provocativa pues me mueve a la reflexión sobre la enorme diferencia que hay entre la sociedad norteamericana y la nuestra, sus inmediatos vecinos del sur. Dicha diferencia -multifactorial la llamarían los expertos en ciencias políticas y economía-, no se basa solamente en la calidad y cantidad de recursos económicos que nos separan, sino también en la capacidad de organización y manejo de iniciativas que, difícilmente vemos alguna equiparable en nuestra sociedad.
Si bien el pueblo norteamericano es extensamente criticado y censurado en muchas partes del mundo por el peso que su hegemonía impone en otras sociedades, en particular las del mundo llamado subdesarrollado, también tiene características que son dignas de admiración y en algunos casos, de ser adoptadas en otras naciones. La que comento hoy corresponde a las segundas, las dignas de ser implementadas en esta bravía tierra mestiza.
Por ello mal traduzco y comparto la noticia del desayuno que fue publicada apenas ayer. “La ADA (American Diabetes Asociation) lanza un sólido nuevo ataque contra la creciente amenaza de la diabetes – “Participa (activamente) Para combatir a la Diabetes, Abre su Registro en 200 Ciudades en Toda la Nación”. Ese es el largo título de la noticia. Pero ¿qué es eso del Participa (activamente)? Es traducción del término “Step Out”, que significa algo así como dar un paso al frente y participar como voluntario para una empresa de corte heroico. Es el famoso “los que se ofrezcan de voluntarios den un paso al frente” y es precisamente esa capacidad de convocatoria exitosa con enormes masas de entusiastas participantes lo que hace admirable y digno de copiarse a tales iniciativas.
Sigo con la noticia. “Para poder seguir el ritmo creciente de Americanos con diabetes, la ADA invita a las comunidades de TODO el país a participar (step out), para combatir a la diabetes en su nueva “primera caminata para colectar fondos”.
Conocida anteriormente como “Caminata por la Diabetes en América”, Participa Para Combatir a la Diabetes es un evento de caminata de un día que tendrá lugar en más de doscientas ciudades durante el otoño de este año. Cerca de 21 millones de niños y adultos tienen diabetes, pero solamente dos tercios cuentan con un diagnóstico y con otros 54 millones que tienen prediabetes, la ADA ha creado Participa para Combatir a la Diabetes como un ataque agresivo contra la enfermedad y como un grito de esperanza para aquellos afectados por ella”.
“Participa Para Combatir a la Diabetes tiene un amplio atractivo y un enfoque fresco”, de acuerdo con Darlene Cain, Presidente del Consejo de la ADA. Y declara los objetivos de esta iniciativa “con tantas personas –americanos en el original en inglés-, afectadas por la diabetes, queremos llegar a ellos, educarlos e incorporar a una nueva generación de gente a la familia de la ADA. Trabajar juntos es la única forma en que encontraremos una cura para esta enfermedad”.
“En el evento de Participa Para Combatir a la Diabetes, las rutas van de las dos a las seis millas (de unos 3 Km. hasta casi los 10 Km.), y son accesibles para personas de todas las edades y niveles de movilidad. A lo largo de la caminata los participantes son apoyados por voluntarios que les ofrecen agua, bocadillos, entretenimiento y motivación. El evento reúne un gran contingente de individuos y equipos formados por familias, amigos y corporaciones, todos ellos caminando y recolectando dinero para apoyar a la ADA”. El artículo menciona algunos casos de familias o personas que están realizando algún esfuerzo o alguna participación especialmente notables en la búsqueda de los objetivos de “Participa Para Combatir a la Diabetes” , pues de acuerdo a los datos que leo, el objetivo de una de ellas es “recorrer la nación a pie y recolectar 10,000 dólares (unos 111,000 pesos) para la ADA, al tiempo de incrementar la conciencia de la importancia del ejercicio entre aquellos en riesgo de desarrollar diabetes y aquellos que ya viven con diabetes".
Darlene Cain de la ADA menciona al respecto: “Si caminar a lo largo del país suena extremo, lo es, Esta familia es realmente única, pero la motivación y la pasión de aquellos afectados por la diabetes es también extrema. No importa cuantas millas camines, tu apoyo a la campaña Participa Para Combatir a la Diabetes, hará la diferencia”
Hasta aquí las citas al artículo sobre esta novedosa y decidida campaña que inicia este año. Ahora queda solamente el espacio para la reflexión y la acción. En Estados Unidos el problema de la Diabetes no es mayor que en México. Si bien tienen una población mucho mayor de diabéticos que nosotros, es por que su población en general es tres veces mayor que la de nuestro país. Tomemos algunos datos para darnos cuenta del tamaño del problema comparando cifras actuales: En los EEUU, se estima un total de 21 millones de diabéticos (con diagnóstico confirmado, 14 millones), lo que hace un porcentaje de población del 7% de diabéticos totales (4.67% diagnosticados). En México, la cifra es de 17 millones totales (11 millones diagnosticados). El porcentaje es, comparativamente de dar miedo: 15.5% de diabéticos totales (10% diagnosticados).
Tenemos desventaja en cuanto a medios de solución al problema y parece que la única salida es organizarnos y al igual que nuestros vecinos tomar la iniciativa sin esperar que el sector salud reaccione y sea el que tenga toda la iniciativa y responsabilidad para la solución del problema. Comencemos a buscar la manera que la sociedad en su conjunto realice acciones concretas que permitan lograr los objetivos de establecer mecanismos de prevención contra las causas conocidas de la diabetes, particularmente la DM2, desarrollar una búsqueda de alguna cura para la diabetes y mejorar la calidad de vida de todas las personas afectadas por la diabetes.
La tarea es enorme, pero toda jornada comienza con el primer paso y si las playas están formadas de minúsculos granos de arena, hoy pongo otro pequeño en esta cruzada personal.

jueves, 5 de abril de 2007

Vamos mejorando.



Siguiendo con las noticias alentadoras con respecto a la diabetes, si bien en esta ocasión no corresponde a expectativas terapéuticas sobre la tan anhelada cura para la diabetes, si trata sobre las buenas noticias acerca de los buenos resultados que las medidas de toma de conciencia y educación están arrojando, de acuerdo con el número de marzo de 2007 de la revista “The Journal of Pediatrics” (Diarios de Pediatría, sería el equivalente en español).

En dicho numero, la revista mencionada reporta que “en años recientes, pacientes jóvenes con DM1 aparentemente están obteniendo beneficios de un manejo más intensivo que en años anteriores”, de acuerdo con los investigadores que publican el correspondiente artículo.

Asimismo agregan “Hemos atestiguado una mejora significativa en el control de la diabetes en los niños y los adolescentes con diabetes tipo 1 (DM1), con respecto a la década pasada. Dicha mejora se ha presentado desde que se hace un monitoreo frecuente y rutinario de los niveles de glucosa, la aparición de nuevas formulaciones de insulina, inyecciones de insulina más frecuentes o el uso de terapia de uso de la bomba de insulina".

Los médicos de la Escuela de Medicina de Harvard en Boston llegaron a esta conclusión luego de hacer un seguimiento de 299 niños por un periodo de dos años. Los hallazgos para los sujetos reclutados en 1977, fueron comparados con otros 152 niños reclutados en el 2002 y también observados por dos años. Adicional a un mejor control de los niveles de glucosa en sangre, encontraron una tasa de hasta un 50 por ciento menos de hipoglucemias severas, además de un 25 por ciento menos de atenciones de emergencia.

Aunque una prueba realizada en los noventas indicó que el uso de una terapia intensiva con insulina estaba asociado con un importante incremento en peso, con los nuevos esquemas de tratamiento, no hay incrementos excesivos de peso que puedan asociarse a éstos. Según declaran los investigadores “estamos motivados por estas mejoras aunque necesitamos continuar buscando nuevas y mejores formas de normalizar la glucosa en sangre”.

La conclusión que me deja este artículo es con respecto a la certeza de que no hay como el autocontrol y propio cuidado que los diabéticos debemos ejercer y que aunque hay mejoría en tecnologías y la investigación avanza hacia posibles curas, la mejor solución en el corto y mediano plazo es hacernos concientes de que es a nosotros a quienes toca el control y la última responsabilidad de controlarnos. En el caso de los niños y adolescentes con DM1, dado que el horizonte de vida es mucho más amplio que para los que padecemos la DM2, el cuidado, monitoreo y control de los niveles de glucosa son esenciales. Si alguien con DM1 decide y logra controlar sus niveles de glucosa como condición cotidiana y además lleva prácticas de vida sana con alimentación balanceada, correcta y suficiente, bajo supervisión y con cuidado de especialistas médicos y en nutrición, sus expectativas en cuanto a calidad de vida deben ser semejantes a las de alguien de la misma edad y que no padezca diabetes.

Claro que no se trata de una tarea fácil, en particular por lo tedioso que es mantener una disciplina continua en un período que se percibe infinitamente largo, sin embargo es esencial que el apoyo de la familia, los amigos, la escuela –profesores, compañeros, personal administrativo-, sea constante, no intrusito y permita que se asuma el interés por el propio cuidado y se asuma la responsabilidad asociada.

miércoles, 4 de abril de 2007

Cuidarse reditúa



En el pasado número de la revista Diabetes Care, correspondiente al mes de marzo de 2007, salió publicado un artículo en que se resalta que el auto cuidado activo mejora el control de la glucosa en la sangre; asunto del que todos los diabéticos presumimos de estar plenamente conscientes, pero pocos ponemos realmente en práctica, estando más bien atenidos a que de forma milagrosa los niveles de glucosa se mantengan en cauce y no nos descontrolemos, a pesar de hacer poco o nada por llevar una vida de disciplina y cuidado cotidianos.

El artículo relata que en un estudio realizado a un grupo de personas adultas con Diabetes Mellitus tipo 1 (DM1), (también conocida como diabetes juvenil), que usan la bomba de insulina, logran un mejor control sobre sus niveles de glucosa si participan de manera activa en su auto cuidado, desarrollan expectativas realistas sobre el funcionamiento de la bomba y si mantienen un recuerdo claro de sus sentimientos cuando fueron diagnosticados con diabetes.

Dado que las bombas de insulina –esos equipos pequeños, de tamaño parecido a un teléfono celular, que se usan fuera del cuerpo y que, mediante un catéter o cánula suministran insulina de forma continua-, pueden ajustarse para suministrar diferentes dosis de insulina, dependiendo del monitoreo de la glucosa en sangre, eliminan la necesidad continua de inyecciones, dando una enorme ventaja en el control de la DM1, especialmente cuando existe aversión por las inyecciones como resultado de la agresión continua que los “piquetes” van causando en las áreas donde la aplicación subcutánea es posible.

Así pues en la escuela de medicina de Harvard en Boston, se reclutaron treinta adultos con DM1 de largo plazo y usuarios de bombas de insulina para participar en grupos focales de observación, donde el parámetro principal de control fueron los niveles de glucosa o índices glucémicos.

Se formaron cinco grupos de este tipo que incluyeron dos grupos con promedios bajos en sus niveles de glucosa, uno con elevaciones medias en la glucosa y dos con niveles elevados de glucosa. De la observación y discusión sobre los grupos, los autores identificaron tres asuntos principales que afectan los resultados en el tipo de éxito al manejar los niveles de glucosa: El impacto del uso de la bomba de insulina en el auto cuidado de la diabetes, reacciones emocionales al uso de la bomba de insulina y la imagen corporal –recordemos que es un aparato que se usa externamente y hay que portar prácticamente colgado-, con respecto a la aceptación social.

Los individuos con bajos niveles de glucosa describieron a la bomba de insulina como “una herramienta que sirve para alcanzar las propias metas de glucosa en sangre (normoglicemia)”. En estos pacientes se observó un enfoque hacia la diabetes más activo que aquellos que describieron la bomba de insulina como “una panacea” y mostraron una actitud más pasiva hacia el auto cuidado en la diabetes y un control glicémico muy pobre.

Como dato adicional con respecto al estado de ánimo, los pacientes con glucosa baja (normoglicemia), reportaron sentimientos hacia el inicio del uso de la bomba de insulina, que les recordaron aquellos experimentados en el diagnóstico inicial de diabetes. Sin embargo aquellos grupos con deficiente control de glucosa no reportaron haber experimentado esos sentimientos. Adicionalmente –dato sumamente importante-, los participantes con normoglucemia dijeron que el uso de la bomba de insulina les ayudó a entender mejor su diabetes y también el sentirse menos avergonzados y más dispuestos a hablar libremente acerca de su condición con otras personas.

Por el contrario, aquellos con peor control de glucosa hablaron de “estar hartos de la bomba” y se describieron como desanimados y frustrados por que la bomba de insulina no “arregla todo en automático” y hay que hacer aun mucho trabajo para que funcione. Los investigadores encontraron que a las mujeres les preocupa más que a los hombres la cuestión de la imagen corporal y la aceptación social cuando se usa la bomba de insulina. Esto demuestra que aunque la bomba de insulina facilita muchísimo en la vida de un diabético, aun hay mucho que avanzar especialmente en el plano emocional, uno de los aspectos que más fuertemente afectan a los que padecemos cualquiera de los tipos de diabetes.

lunes, 2 de abril de 2007

Las emociones y la comida (IV y ultimo).


Los comedores emocionales (CE), frecuentemente se quedan sin capacidad para explicar por qué aquellos kilos que habían logrado bajar se cuelan nuevamente al cuerpo y se culpan por percibirse faltos de fuerza de voluntad para mantenerse en un peso. Sin embargo, en realidad lo que les falla es la capacidad de hacer conciencia sobre qué es lo que los hace comer tanto. Fallan en percibir que comen cuando están bajo la influencia de emociones intensas como la ira o estados depresivos; lo hacen conforme llegan a casa del trabajo o simplemente cuando se encuentran aburridos y, peor aún, así de repente, de la nada, se dan cuenta que están terriblemente hambrientos, casi muriéndose de hambre. Lo peor de todo, es que los CE se sienten sumamente incómodos de mostrar o hablar sobre sus emociones y sentimientos.
Por ello, lo más importante para los CE es caer en la cuenta de la forma más precisa posible, sobre las motivaciones detrás de su deseo de comer; aprender a distinguir cuando el estómago realmente demanda comida por hambre o si hay un sentimiento de enojo o angustia y se despierta el antojo de comer para sentirse mejor.
Hay varias técnicas que se han desarrollado sobre el manejo de las emociones de los CE y que en diferente grado, dependiendo de la persona y otros factores de tipo ambiental, emocional y de apoyos disponibles, pueden ser más o menos efectivos, por lo que los iré enumerando aquí. Hay quien con una o dos de estas técnicas pueden resolver una situación de CE y otras personas que requerirán quizás de todas y una asesoría personalizada. Así pues, estas serían:
Tomar una semana, digamos la próxima, analizando los sentimientos que percibimos cuando nos da hambre. La mejor manera de hacerlo es llevando un diario en el que podamos registrar cómo nos sentimos antes, durante y después de que comemos, lo que sea que hayamos comido. Parece increíble, pero poner así en blanco y negro lo que sentimos es una magnífica manera de descubrir nuestros patrones de conducta y las razones por las que comemos de más.
La segunda parte de esta técnica es que la próxima vez que nos sintamos con ganas de comer –que no con hambre de la auténtica-, nos preguntemos, precisamente si lo que sentimos es hambre real o estamos alterados de alguna manera. Es importante controlar el impulso de tomar por asalto la cocina o sacar algo de comer de la alacena o ir a la tienda a comprar “algo”, sino darnos una breve tregua de unos quince minutos cada vez que pensemos que tenemos hambre.
Cuando pensamos en esa vocecita interna que identificamos como conciencia, esa voz que no podemos engañar y que es la que al final de un atracón nos dice al oído, te lo dije pero no querías parar, esa pequeña voz que es la que nos trae a la realidad del pecado cometido, también podemos convertirla en nuestro sistema de apoyo espiritual. Sabemos que tiene la razón pero llevamos un buen tiempo ignorándola a la hora de buscar qué comer y, siempre la escuchamos cuando termina diciéndonos “puedes tratar de engañar a todos menos a mi, que soy tu”. Si tenemos presente desde ya que todos merecemos sentirnos saludables y emocionalmente satisfechos, pero que precisamente ese dolor emocional y el apetito fuera de control son señales que nos indican que parte de nuestra vida está fuera de equilibrio. Es aquí donde nuestra intuición, nuestra conciencia deben proporcionarnos una guía para poner de nuevo nuestra vida en equilibrio y alcanzar un estado mental de tranquilidad y paz con un apetito normal, habiendo aprendido a diferenciar el hambre legítima del hambre compulsiva por dolor emocional.
Muchos CE simplemente ignoran esta voz interna por no creerse con la fuerza suficiente para afrontar los cambios en la vida y los retos que ello representa; temen que si siguen su “guía interna” para hacer cambios importantes en su vida, se encontrarán obstáculos emocionales insalvables. Este es un temor racional en los CE, debido a que el dolor emocional ha sido una carga que ha sido compañera en situaciones pasadas. Es mucho más sencillo no hacer nada y postergar decisiones que puedan mejorar el estilo de vida.
Dado que los CE llevan a cuestas años de resentimiento y dolor que alteran su confianza en la intuición y la fuerza de la conciencia, el autor John Randolph Price da un método para trabajarlo:
Ir por lo menos durante una hora a una habitación donde se esté a solas sin ser interrumpidos –un letrero de “no molestar” en la puerta y desconectar el teléfono es esencial- y escribir en papel –cuantas hojas sean necesarias-, los nombres de cada persona o animal, vivos o muertos, a quienes se haya o no conocido personalmente y que haya generado un sentimiento de irritación o incluso de furia. Comenzar con el primer nombre que venga en mente y seguir así sin detenerse. Es probable que se empiecen a recordar nombres de gentes en quien no se había pensado en años; incluso si no es posible recordar los nombres sino solo rasgos o características vagas, escribir cualquier dato o frase descriptiva que haga recordarles, por ejemplo: “la sangrona que siempre le llevaba regalitos a la maestra del segundo grado”. Según el autor, mucha gente escribe listas largas e incluso hay quien escribe su propio nombre en ellas cerca del principio.
El siguiente paso es repetir ya sea en voz alta o con el pensamiento: “Te perdono completamente y te libero ahora por el amor que es lo verdadero sobre nosotros y solo retengo la parte de nuestra relación que ha sanado y esta basada en el amor. Deseo que todos los efectos de los errores del pasado se deshagan y se perdonen para siempre”.
Esta es una forma de exorcismo que permite que de manera consciente se perdone a la persona, no sus actos, que al tiempo son ilusiones de nuestro ego sin importar que tan dolorosas pudieron haber sido. Esta sesión de perdón aliviarán el espíritu y eventualmente el cuerpo más que cualquier otra cosa que pudiera hacerse.
Bueno, cada quién sus técnicas. Hay quien opina que está bien hacer el esfuerzo individual, pero también hay que considerar que no siempre es tan fácil como el poner en práctica el mas frecuente de los consejos recibidos en estas circunstancias, el proverbial “échale ganas”, que es una forma un tanto irracional de decir: “no te esfuerzas lo suficiente y es tu culpa lo que padeces”, o al menos así lo siento yo cuando alguien me lo dice, como si resolver este tipo de problemas fuera cuestión de ganas; no se trata del aforismo de “querer es poder”. Por ello hay autores que opinan que hay que recurrir a la ayuda de profesionales para poder salir con mejores herramientas donde el propio esfuerzo ha llegado a un límite sin mayor avance o mejoría en la propia situación.
Por ello hay quienes recomiendan la intervención de especialistas y dentro de dicho proceso, la recomendación es que se haga de manera integral, contemplando al cuerpo y la mente como un todo integrado y afectado –concepto de la medicina holística ahora tan de moda. Una buena forma de empezar es buscar un especialista o un grupo de apoyo, que permitan atacar en varios frentes simultáneamente los diferentes conceptos afectados, tanto emocionales como de salud física.
Hay también medicamentos que pueden servir de apoyo inmediato a controlar los estados de ansiedad y angustia y el uso de antidepresivos y ansiolíticos puede ser adecuado, siempre y cuando lo recete y vigile cuidadosamente un especialista.
La clave finalmente, es encontrar qué nos funciona y usarlo para salir del problema. Por ello no perdamos de vista que si reconocemos en nosotros la CE, sepamos que no estamos solos ni somos bichos raros; mucha gente, en su mayoría mujeres, en un momento dado ha enfrentado algunas de estas preocupaciones; lo importante es darse cuenta que muchos de esos patrones adversos son fijados durante la infancia y aunque son muy difíciles de romper, una vez que estamos concientes del origen del problema, podremos dar pasos firmes en la dirección adecuada y resolver un problema que nos lastima en dos dimensiones: la emocional y la salud.