viernes, 30 de diciembre de 2011

Adiós al 2011



Esta promete ser la entrada final del año que acaba, pues dados los compromisos festivos, cambios de sede para la cena y los arreglos de última hora, no veo posibilidades de dedicar una nueva entrada antes del inicio del próximo ciclo anual.

Estas fechas se usan para completar varios rituales sociales modernos, entre los que se encuentran el hacer una reflexión sobre los acontecimientos más importantes del año, concebir una lista de propósitos para el siguiente ciclo -propósitos que generalmente se van diluyendo con el pasar del tiempo y rara vez sobreviven al entusiasmo del inicio del año y, en muchas ocasiones, ni siquiera van más allá que el aparecer en una larga lista de “esta vez sí”, casi nunca se da, al menos completa-, y quizá la que toma mayor relevancia es la de hacer una súper fiesta de tamaño monumental que sirva de marco para decir adiós al año que se va y recibir con fanfarrias al que asoma al transcurrir las doce campanadas. ¿Cómo será la fiesta?, eso depende de muchos factores.

¿Mi caso? Realmente nada original y ni sorpresivo. Como tareas y compromisos de la temporada me pongo a hacer un rápido recuento de acontecimientos importantes del año y lo primero que rememoro es el haber retomado con asiduidad la por un tiempo abandonada actividad de escritura en este espacio, asunto del cual me congratulo pues después de haber abandonado la actividad desde noviembre del 2008; sí, el día internacional de la diabetes de ese año fue la última entrada hasta mi regreso al teclado a mediados de este año. Además, de acuerdo a las estadísticas de Google, tengo muchos más seguidores de lo que jamás hubiera imaginado y, agradeciendo aquí su asidua curiosidad, también me doy cuenta que ello implica un ineludible compromiso que me impulsa a seguir estudiando, mantenerme actualizado y escribir mis ideas y hallazgos en este espacio por el tiempo que sea pertinente y haya algo interesante qué decir. Además, revelaré que di un paso adelante en mi propio esquema de cuidados e ingresé a un gimnasio que me queda cerca de casa, al que asisto regularmente al menos seis días de la semana; me someto a una rutina programada de ejercicios combinados del tipo aeróbico (natación, caminadora, bicicleta fija, escaladora) y anaeróbico (aparatos de ejercicio) y para complementar, Tai-Chi, martes, jueves y sábados. No, no perdí la cordura, no me transformé en un fanático vigoréxico (desorden mental que impulsa al ejercicio desmedido), ya que mis sesiones diarias no exceden la hora y por supuesto que el programa ha sido gradual conforme mi condición física se va adecuando a las nuevas rutinas. Finalmente, agradezco a Radio UNAM, que me hayan invitado a una entrevista de la que se usaron algunos fragmentos para la excelente serie de programas que se difundieron a partir del 14 de noviembre. Hasta aquí, lo más dignamente memorable del presente año.  

Como segunda fase de la temporada no me puedo sustraer a la moda de los propósitos de año nuevo y realmente la novedad es que no habrá novedad. Pienso seguir luchando para mantenerme en control, seguir escribiendo en este espacio y seguir haciendo mi rutina de ejercicio diario. Es decir, mi propósito de año nuevo es no hacer ningún propósito nuevo. Por cierto, ni hablar del fin del mundo, mi profecía es que al menos en este año, no se va a acabar.


viernes, 23 de diciembre de 2011

La víspera de la Noche Buena.


Hoy estamos a pocas horas de iniciar uno de los acontecimientos sociales más importantes del año, presente en las sociedades llamadas occidentales o, con mayor precisión, sociedades conformadas por una importante presencia de practicantes de las religiones cristianas y sus derivados. Esta fiesta, todos lo sabemos, es la Navidad, fecha que por su importancia obliga a celebrarla desde la víspera, denominada Noche Buena, para amanecer en la plena festividad de la Navidad.

Para los cientos de millones de cristianos que pueblan el planeta, la festividad es obvia, es la celebración del nacimiento del personaje considerado El Mesías y derivado de la importancia que reviste la fecha, las formas de celebrar han evolucionado de maneras diversas a lo largo de cientos de años.

Dependiendo de la región y la época histórica, las variantes han venido cambiando y hay quienes la celebran desde un enfoque de formalismo religioso en una ceremonia de recia austeridad, hasta quienes hacen una fiesta decididamente pagana con baile y una opípara comilona, donde la austeridad y la moderación se han quedado sin invitación al evento.

En este ya no tan nuevo siglo XXI en el hemisferio norte del continente americano, en particular en estas tierras mexicanas, hemos sintetizado una buena cantidad de festividades religiosas y paganas que confluyen en lo que localmente se conoce con el nombre de “Puente Guadalupe-Reyes” y hay quien lo denomina “Puente Guadalupe-Candelaria”. Me explico para quienes desconocen estos términos, el mote se refiera a las festividades que inician con la fiesta de la guadalupana el 12 de diciembre, que continúa con los brindis empresariales y sociales de fin de año, que se inician casi de inmediato, las posadas que arrancan el 16 de diciembre, hasta la cena del 24 y el recalentado del 25. Hay un breve receso desde el 26 hasta el 31, fecha en que se repite la fiesta de manera redoblada para celebrar el fin del año y dar la bienvenida en tremenda algarabía al año que comienza, recalentado incluido al primer día del año nuevo. El siguiente paso es la celebración de los Reyes Magos el 6 de enero. Hasta aquí el puente Guadalupe-Reyes, pero hay quien prolonga la conmemoración hasta el 2 de febrero, en que se conmemora La Candelaria, con tamales y atole o champurrado de chocolate, dándole fin, ahora sí, a este denominado “puente”.

Quizá faltó aclarar cuál es el significado del término “puente”, que en México se refiere a días de asueto no oficiales que se toman cuando algún festivo cae muy cerca de un inicio o fin de semana, prolongando la fiesta al menos un par de días más.

Pero lo realmente relevante de este período es que todas las actividades de fiesta se realizan alrededor de lances llenos de comida y bebida que son el eje de los eventos sociales. El concepto religioso es intercambiado por un impulso meramente festivo y se convierte en una serie de acciones comerciales y de un frenesí de gasto, intercambio de regalos y consumo de alimentos.

En el país que a nivel mundial ostenta los nada presumibles segundo lugar en obesidad, en términos absolutos y el indiscutiblemente vergonzoso primer lugar en obesidad infantil, este período bien se ha comenzado a convertir en un referente de alarma en los sistemas de salud, pues marca un enorme riesgo de agravar precarias saludes sumamente comprometidas por ese mismo sobrepeso.

Ahora bien, dado que este espacio está dedicado a quienes padeciendo diabetes también padecemos de las tentaciones de la temporada, quisiera repasar y compartir algunos consejos que mis muy queridos amigos del grupo Bypass Gástrico México, parte del Centro de Nutrición, Obesidad y Alteraciones Metabólicas del Hospital ABC, me hicieron llegar en la reunión final del año (en la que por cierto NO hubo comida), la “Guía de Supervivencia Para las Fiestas Decembrinas”

·    1. Realice un programa de ejercicio de una hora diaria. El ejercicio ayuda a quemar calorías, disminuye el estrés, calma la ansiedad por consumir alimento, eleva la producción de endorfinas y mejora el estado de ánimo. Algunas opciones son caminar rápido, trotar o bicicleta.
·       2. Evite saltarse comidas. El hambre y los bajos niveles de azúcar en sangre provocan que sea más fácil caer en excesos de comida.
·        3. No evite sus comidas favoritas por completo, solo consúmalas con moderación.
·      4. Evite tener a su alcance tentaciones como botanas y dulces ya que se aumenta la posibilidad de excederse. “No se puede comer lo que no hay”.
·      5. Evite ir a reuniones con hambre. Antes de salir de casa, coma algo ligero y además aumente el consumo de agua los días de fiesta.
·      6. En las reuniones no se siente cerca de la mesa del buffet. Tome la decisión de poner distancia a las “cosas ricas”. Sírvase un poco de botana y disfrute de cada bocado.
·   7. Las bebidas alcohólicas tienen alto contenido de calorías, por lo que si va a consumirlas, hágalo con moderación. Tome la opción de bebidas light o si es con alcohol, combinar con refresco de dieta o agua mineral.
·       8. Si se siente deprimido (a), puede mejorar su estado de ánimo con una caminata, yendo al cine o escuchando música.
·     9. Cuando vaya de compras, coma antes de salir de casa, así no tendrá necesidad de “botanear” mientras compra.
·          10. Para satisfacer su gusto por lo dulce, ponga límites, por ejemplo, permítase 2 postres a la semana.
·         11. Solo por el hecho de que sean fiestas, no significa que se tiene que dar permiso para comer todo lo que se encuentra.
·         
      Finalmente: DISFRUTE LA TEMPORADA, NO SOLAMENTE LA COMIDA!!!!!    

Como podemos observar, es una guía muy sensata que nos hace ver que nos podemos cuidar sin caer en un estado de angustia por si le hacemos caso al angelito o al pequeño demonio que de repente nos dan consejos opuestos y, si le hacemos caso al demonio asesor, no dejar de atender la cautela y nota de prudencia del ángel bien intencionado. Es decir, cuidarnos manteniendo un sano equilibrio entre el cuidado y el disfrute.

Un par de consejos adicionales:

Primero, recordar que nuestro metabolismo ya está dañado, no es capaz de funcionar en automático y además que es incapaz de distinguir si estamos o no de fiesta y las calorías consumidas en exceso serán igual de dañinas y por solo desearlo, no funcionará mejor la insulina.

Si nos moderamos, mantenemos nuestra relación amor-odio con el glucómetro, insulina, hipoglucemiantes, dieta estricta, ejercicio y horas de sueño completas, nuestras posibilidades de transitar airosamente estas fechas serán mucho mayores. Mi caso está en ese límite del “Me quiero soltar el chongo” pero sé que debo cuidarme. Así pues, desde hoy sé que habrá botanas y tiempos de la cena de Nochebuena que NO probaré y otros, que si bien no son sanos para nada, les hincaré el diente con singular entusiasmo en una muy pequeña porción que me permita disfrutarlos sin arriesgar mi propia integridad y, bicicleta y caminata serán mis cómplices en estas fechas.

Mis mejores deseos para que estas fechas les traigan sus más anhelados deseos y que su salud mantenga su integridad, a pesar de los pesares. Un abrazo.

martes, 13 de diciembre de 2011

Se acaba el año.


He tenido varios días de abandono a este espacio, situación que ya se está volviendo preocupantemente repetitiva y la verdad es que a veces las famosísimas musas que supuestamente deben inspirarnos a quienes cometemos la osadía de escribir, simplemente hacen sus maletas y se van de vacaciones sin dejar siquiera una nota de despedida o, peor aún, avisar la fecha en que se dignarán a visitarnos nuevamente. Así pues y en pleno síndrome de abstinencia inspirativa, acometo la entrada de hoy.

Primero que nada, reconozco que ahora estoy en mucho mejores condiciones que la última vez que me senté frente al teclado, con mano derecha (reitero, soy diestro), inmovilizada e intentando culminar exitosamente la pasada entrada de este blog. Ahora ya puedo usar ambas manos casi completamente y la escritura fluye muchísimo mejor, por lo que ahora sí, podré entrar en materia sin que las ideas se fuguen como goles en la portería de la Selección Nacional.

Esta vez quiero resumir una serie de ideas que se han venido conformando alrededor del enorme problema en que se ha venido convirtiendo la diabetes, particularmente la tipo 2, a nivel mundial. Es en este 2011 en particular en el que la voz se comienza a alzar y con campañas como la Outrage! (furia!) y la de Actuemos ya!, se ha pretendido comprometer a los gobiernos en todo el mundo de tomar conciencia del tamaño de la potencial crisis que se avecina si no se hace algo realmente radical para revertir la muy preocupante tasa de crecimiento de casos nuevos de diabetes tipo 2 y los niveles en el incremento de los presupuestos de salud, que pudieran llegar a ser catastróficos para las economías de países no desarrollados y en muchos casos, incluso para aquellos considerados como potencias económicas.

Pasó la cumbre de la ONU en New York y ya hubo un compromiso a nivel de jefes de estado para incluir a la diabetes entre el grupo de enfermedades no contagiosas que se presentan de forma epidémica. Alrededor del día mundial de la diabetes hace un mes, el catorce de noviembre para ser precisos, en casi todo el mundo hubo actividades y manifiestos de acción alzando la voz a favor de tomar medidas drásticas, decisivas para revertir la diabetes, que en el caso de la diabetes tipo 2 se ha demostrado que es posible.

En este espacio y en la página de la FMD (Federación Mexicana de Diabetes), quién hospeda generosamente una liga a este sitio, se ha hablado y se sigue hablando y, por supuesto se seguirá hablando sobre las medidas que tenemos que adoptar –y que ya conocemos con claridad- para que dicho cambio se realice, pero falta aun un ingrediente, el cual se define con la palabra: Acción.

Me explico. Hace muchos años leí en algún lado –lo sé no soy el único desmemoriado que lee y olvida la fuente y autor de lo leído, pero casi podría asegurar que fue el libro “Piense y Hágase Rico, de Napoleon Hill- que ni el mapa mejor dibujado es capaz de mover ni un solo milímetro a quién no tiene la intención de viajar y, también está el viejo refrán popular que reza: todo viaje comienza con el primer paso. En estas condiciones debemos reconocer que no hay jornada sencilla y sin tropiezo, pero al final del camino recorrido la recompensa es alcanzar la meta deseada. El secreto es decidirse y no flaquear en el empeño

En las determinaciones que se han venido tomando y las presiones de tipo internacional derivadas del entusiasta y cada vez más creciente papel de las redes sociales en apoyo de las Asociaciones y Federaciones de Diabetes en muchas partes del mundo, para que los Jefes de Estado tomen muy en serio las demandas que implican una mejor calidad de vida, medicamento y tratamientos accesibles a las poblaciones vulnerables, acceso gratuito o a muy bajo costo a servicios médicos y un gran etcétera.

Se ha avanzado mucho en este sentido y estoy seguro que entre la población mundial de diabéticos que contamos con diagnóstico de nuestro problema de salud, cada vez hay un número mayor de personas que comenzamos a recibir información de estos esfuerzos de manera cotidiana y en creciente frecuencia. Hasta aquí tenemos un perfecto mapa dibujado, en donde podemos leer nuestra situación pasada, el problema en el presente y los escenarios posibles dependiendo de la acción o inacción que resulte hacia delante.

Lo que falta y no he encontrado realmente son voces al respecto del componente de la acción personal, individual que participe en primera persona del verbo hacer el dar ese primer paso que nos lleve por la difícil jornada de la disciplina, control y cambio de hábitos de vida. La receta la conocemos, las consecuencias de la no acción ya las sabemos, de nuevo la pregunta es ¿habrá acción? O seguiremos esperando que papá gobierno o algún ente caritativo nos reciban en grado terminal y nos proporcionen atención médica de alta especialidad en donde la única opción sea una acción radical e irreversible como una amputación, una diálisis permanente o finalmente un certificado de defunción al familiar responsable.

Sí, el párrafo anterior suena a nota roja, pero es la realidad y no podemos pretender que por no quererla ver no exista. La diabetes incapacita y al final, nos mata. Por ello, no importa que tan indignado esté el mundo o que tan fuerte se grite un Actuemos Ya! si en nuestro fuero personal no actuamos hoy mismo, nadie podrá darnos la salud que nosotros mismos no nos queramos dar. Como dato final de reflexión, tomo las cifras que publica la FMD sobre los costos de salud y, de acuerdo a las estadísticas publicadas en 2005 había alrededor  de 17 millones de mexicanos con diagnóstico de diabetes (se estima unos 7 millones más la padecen sin saberlo), en total unos 24 millones de mexicanos, casi una cuarta parte de la población.

Sin embargo, sin contar el dolor y el sufrimiento asociado a la enfermedad, que incluye desde el piquete de lanceta para medir glucosa capilar, la inyección de insulina, las complicaciones crónicas y la discapacidad latente en un muy posible futuro, el monto económico para el país por el tratamiento de un diabético bien cuidado versus uno descontrolado y complicado, es: Paciente controlado con dieta, ejercicio y medicamento, un aproximado de $1,500 dólares al año. Un paciente no controlado que puede derivar en una o más con complicaciones crónicas, le cuesta entre la familia y los sistemas de salud, un promedio de 17,500 dólares al año. ¿Es justo que aparte del dolor a la persona y a la familia que genera una complicación, dañemos nuestro patrimonio familiar y social cuando está en nuestra propia voluntad vivir en control?

Yo ya tengo mi respuesta personal, ¿Cuál es la tuya?