Esta promete ser la entrada final del año que acaba, pues dados los compromisos festivos, cambios de sede para la cena y los arreglos de última hora, no veo posibilidades de dedicar una nueva entrada antes del inicio del próximo ciclo anual.
Estas fechas se usan para completar varios rituales sociales modernos, entre los que se encuentran el hacer una reflexión sobre los acontecimientos más importantes del año, concebir una lista de propósitos para el siguiente ciclo -propósitos que generalmente se van diluyendo con el pasar del tiempo y rara vez sobreviven al entusiasmo del inicio del año y, en muchas ocasiones, ni siquiera van más allá que el aparecer en una larga lista de “esta vez sí”, casi nunca se da, al menos completa-, y quizá la que toma mayor relevancia es la de hacer una súper fiesta de tamaño monumental que sirva de marco para decir adiós al año que se va y recibir con fanfarrias al que asoma al transcurrir las doce campanadas. ¿Cómo será la fiesta?, eso depende de muchos factores.
¿Mi caso? Realmente nada original y ni sorpresivo. Como tareas y compromisos de la temporada me pongo a hacer un rápido recuento de acontecimientos importantes del año y lo primero que rememoro es el haber retomado con asiduidad la por un tiempo abandonada actividad de escritura en este espacio, asunto del cual me congratulo pues después de haber abandonado la actividad desde noviembre del 2008; sí, el día internacional de la diabetes de ese año fue la última entrada hasta mi regreso al teclado a mediados de este año. Además, de acuerdo a las estadísticas de Google, tengo muchos más seguidores de lo que jamás hubiera imaginado y, agradeciendo aquí su asidua curiosidad, también me doy cuenta que ello implica un ineludible compromiso que me impulsa a seguir estudiando, mantenerme actualizado y escribir mis ideas y hallazgos en este espacio por el tiempo que sea pertinente y haya algo interesante qué decir. Además, revelaré que di un paso adelante en mi propio esquema de cuidados e ingresé a un gimnasio que me queda cerca de casa, al que asisto regularmente al menos seis días de la semana; me someto a una rutina programada de ejercicios combinados del tipo aeróbico (natación, caminadora, bicicleta fija, escaladora) y anaeróbico (aparatos de ejercicio) y para complementar, Tai-Chi, martes, jueves y sábados. No, no perdí la cordura, no me transformé en un fanático vigoréxico (desorden mental que impulsa al ejercicio desmedido), ya que mis sesiones diarias no exceden la hora y por supuesto que el programa ha sido gradual conforme mi condición física se va adecuando a las nuevas rutinas. Finalmente, agradezco a Radio UNAM, que me hayan invitado a una entrevista de la que se usaron algunos fragmentos para la excelente serie de programas que se difundieron a partir del 14 de noviembre. Hasta aquí, lo más dignamente memorable del presente año.
Como segunda fase de la temporada no me puedo sustraer a la moda de los propósitos de año nuevo y realmente la novedad es que no habrá novedad. Pienso seguir luchando para mantenerme en control, seguir escribiendo en este espacio y seguir haciendo mi rutina de ejercicio diario. Es decir, mi propósito de año nuevo es no hacer ningún propósito nuevo. Por cierto, ni hablar del fin del mundo, mi profecía es que al menos en este año, no se va a acabar.