jueves, 29 de marzo de 2007

Las emociones y la comida (III).



Como todo tema que por si mismo va cobrando vida propia aun cuando al abordarlo por vez primera parece tan pequeño, insignificante casi, como podría haberle parecido esa masa de hielo flotante con aspecto de “no rompo un plato”, al Titanic en su postrer viaje inaugural, el de los CE o emocional eaters, me está tomando de la mano y no con poca sorpresa por lo que voy encontrando conforme avanzo en mi investigación sobre el tema. Por un momento llegué a temer que el cambio de giro sobre temas diferentes a los específicamente dedicados a la diabetes mellitus me llevase a un cambio de giro en el concepto de este blog, sin embargo encuentro cada vez con mayor asombro lo íntimamente ligado que resulta este concepto con la diabetes, particularmente con la DM2.

Si bien la comida es nuestra única fuente de energía desde donde obtenemos todos los elementos necesarios para continuar vivos y seguir siendo funcionales, las desviaciones en la forma de comer y el cómo percibimos esa forma de comer, son lo que nos marca el trastorno como tal. Si analizamos qué significa comer para quién lo hace para saciar un hambre fisiológica, comparado con quién lo hace por saciar un hambre emocional, encontraremos elementos muy reveladores, así que entrando al tema, van algunas comparaciones sobre las características que les diferencian, para lo cual usaré las siglas CE (comedor emotivo) y CF (comedor fisiológico), por llamarles de alguna manera.

CE. Es repentino, de la nada surge el deseo de comer y hay un apetito voraz.
CF. Es gradual, el estómago va mandando aviso ascendente de que se acerca la hora de comer.

CE. Es por un tipo específico de comida, puede ser un chocolate, una hamburguesa u otra cosa, pero tiene que ser eso y nada más.
CF. Explora el menú y combina diferente tipos de alimentos sin una marcada preferencia.

CE. Está sobre el cuello, es en la cabeza donde surge el deseo, comienza en la lengua y el paladar, nos saboreamos aquello que deseamos y el cerebro nos retroalimenta cada vez más el deseo irresistible.
CF. Se localiza en el estómago, si no lo atendemos, comenzará a rugir e incluso puede llegar a doler si no recibe comida.

CE. Es urgente, ¡aquí y ahora!, el dolor emocional hay que aniquilarlo instantáneamente.
CF. Es paciente, el hambre si bien requiere ser saciada, puede esperar a que los alimentos se preparen adecuadamente y a organizar un sitio donde comer pausadamente.

CE. Viene emparejado a una emoción de enojo, un conflicto en la oficina, con la pareja, algún hijo. El hambre emocional llega aparejada de un conflicto o situación de estrés.
CF. Viene sin un apremio físico, si ya transcurrieron más de tres horas del ultimo alimento, el organismo comienza a organizar el envío de señales inequívocas que hay que darle más combustible.

CE. Implica comer automáticamente o de forma distraída, nos podemos acabar una caja de galletas o un litro de helado sin siquiera darnos cuenta y no nos detenemos cuando alcanzamos la sensación de saciedad.
CF. Implica elecciones deliberadas de qué y cuánto se come, se tiene conciencia de la cantidad de alimento en la cuchara o el tenedor, el tamaño de las porciones que cortamos de carne y decidimos sin problema cuando y donde ya estamos satisfechos con la comida –Este mecanismo se debe a la secreción de unas sustancias llamadas leptinas de la que ya platicaremos en este blog.

CE. Desarrolla sentimientos de culpa a la comida, paradójicamente comenzamos a comer para sentirnos mejor y terminamos sintiéndonos peor al grado de castigarnos por la conducta prometiendo un irreal futuro de control y ejercicio.
CF. No hay sentimientos desarrollados hacia la comida, quien come para cubrir una necesidad fisiológica lo considera parte de un proceso tan natural como respirar.

Pero, ¿qué hacer?, ¿Hay remedio o ya todo está perdido?, ¿cómo romper este círculo vicioso que daña física y emocionalmente, que causa dolor, pena, frustración, vergüenza y a la larga destruye cualquier posibilidad de llevar una vida sana, plena, llena de satisfactores saludables y en un entorno de auto aceptación y realización personal?, ¿Hay que esperar a tocar fondo para poder siquiera pensar en la posibilidad de revertir este proceso?

En la próxima entrega hablaré sobre aquello que puede hacerse al respecto.

miércoles, 28 de marzo de 2007

Las emociones y la comida (II).


Siguiendo adelante con esto de los “comedores emotivos o CE” o dicho en inglés, “emotional eaters”, donde la mayor población con este patrón de conducta son mujeres. Mujeres que no son totalmente capaces de controlar su situación e incluso son víctimas de un “complot” para hacerlas desaparecer, literalmente, de este mundo. Baste darse una vuelta por las tiendas de ropa de moda para jovencitas y también ya para mujeres de mayor edad, donde han desaparecido las tradicionales tallas 9 a 13 y los promedios van bajando hacia tallas 6 e incluso las infames 0, 00 e incluso las 000. ¿Es que acaso las mujeres deben desaparecer para llegar a ser realmente atractivas? En mi masculina opinión, nada más lejos que eso de la realidad, pues no es lo mismo una mujer esbelta, proporcionada y bien formada que una escuálida, esquelética, desproporcionada y deforme.

Sin embargo, continuemos con el tema de los CE. Al parecer, las estadísticas arrojan que en una proporción mayor al ochenta por ciento de las mujeres presenta alguna forma de conflicto emocional con la comida. En conjunto representan un continuo que se extiende entre los extremos de las subalimentadas y las sobrealimentadas.

El apego emocional a la comida no tiene nada que ver ni con el nivel educacional, económico o social, sino cómo el individuo ha aprendido a responder al estrés. Algunas personas -las mujeres en mayor grado-, adquieren conductas que pueden ser de superresponsables u obsesivo compulsivas y usan la comida como una forma de control sobre sí mismas y sobre otras personas; otras mujeres son del tipo sensato y enfrentan la vida con entereza y aprenden a mitigar y a llenar sus sentimientos con comida. En cualquier caso, se trata de mujeres que se preocupan en sí por la comida para evitar enfrentarse a sentimientos no deseados, tales como dolor, desesperanza y vergüenza, entre otros.

¿Suena familiar el concepto “niño o niña, toma este dulce por haberte portado bien"? Creo que ninguno de nosotros pasamos por la infancia sin haber recibido ese tipo de “recompensa” a un determinado modelo de buena conducta. Ahora como adultos en épocas de estrés, muchos inconscientemente reproducimos ese “premio” con comida confortable que está llena de carbohidratos simples (azúcar). No es casualidad, ya que los alimentos dulces “disparan” la secreción de Serotonina, poderoso neurotransmisor que también es conocido como “la hormona de la felicidad”, por que es la responsable de una muy sabrosa sensación de bienestar, aunque sea de forma temporal.

Por ello la así llamada comida confortable y la comida chatarra nos pueden ayudar a sentirnos bien momentáneamente, pero en realidad están formando un círculo vicioso de culpa. Lo perverso de esto, es que en lo profundo del inconsciente estamos buscando los elementos para recrear estos sentimientos de culpa y vergüenza por que son familiares y la familiaridad no implica, de ninguna manera, que sean buenos o saludables, sino solamente que forman parte de un patrón que busca llenar un “vacío sin fondo”.

Las mujeres realmente se enfurecen consigo mismas por “engordar como cerdos”, culpando a la comida en vez de la situación o persona que las molesta y disparó el impulso de comer, ya que es mucho más difícil controlar las emociones que la comida, además que la comida no discute ni responde feo. Privarse de la comida presenta un atractivo falso también ya que proporciona a muchas, la promesa de una forma fantástica de control sobre si mismas y de la gente que las rodea. Pero para otras la privación de la comida es una sensación virtuosa -mientras dura-, pero frecuentemente termina en atracones.

Una forma de comenzar a resolver este círculo vicioso de la comida como consuelo o como forma de control, es preguntarse uno mismo ¿Qué me impulso?, ¿qué estaba sintiendo en un principio y cómo me siento ahora?, Mucha gente no sabe o no percibe hasta qué grado los asuntos relacionados con la comida y el comer con las emociones estan impactando nuestra salud a largo plazo. Encontrar alguien con quíen platicarlo y compartirlo, puede ayudar a desenmarañar e invertir estas conductas de autosabotaje.

La CE a menudo pasa desapercibida o sin diagnóstico a pesar de las consecuencias físicas reales que conlleva. No se trata solamente de un trastorno de la conducta sino que revela un desequilibrio hormonal y de neurotransmisores que puede provocar antojos insaciables –munchis (se pronunciaría algo así como monchis), es el término, de entre los que he escuchado que más gracia me hace-, que contribuyan a comer de más. Ya hay una gran cantidad de pruebas que permiten diagnosticar el desequilibrio neuroquímico, como primer paso a una solución de apoyo médico. Hay algunos médicos que prescriben complementos con aminoácidos, vitaminas y minerales como parte de tratamientos más amplios. Estudios recientes han encontrado que las dietas ricas en carbohidratos y pobres en proteína, inducen el ingreso de mayores cantidades de Triptofano –un aminoácido regulador del humor-, al cerebro, lo que puede conducir a un “estado de modorra”, cura segura –aunque, de nuevo, momentánea-, para el estrés.

martes, 27 de marzo de 2007

Las emociones y la comida (I)


Hoy comienzo otra serie de textos relacionados y seriados, nuevamente con respecto a la comida y nuestra relación afectiva con el comer. Ésta será la primera entrada en la que presento un panorama general del concepto y en las siguientes -aun no tengo idea de cuántas saldrán-, iré aportando el qué y el por qué esta relación con las emociones y la comida nos pueden perjudicar en extremo y cómo podemos desarrollar técnicas de control y qué y como hacer para salir adelante, además de quién puede ayudarnos tanto médica como emocionalmente en este proceso.


Este pasado fin de semana, mi hija mayor me recordó que aunque ya he escrito sobre la íntima relación entre los diferentes estados de ánimo y la comida, relación entrañablemente ligada a la vida diaria de los diabéticos y de aquellas personas que padecen algún trastorno de la alimentación –o peor aun, ambos casos a la vez-, me tomé prácticamente una semana investigando sobre el tema para retomar las entradas en este espacio, una vez comprendida de forma razonable la cuestión de lo que en inglés se le denomina “emotional eaters” o algo así como “quienes comiendo responden a diferentes estados emocionales” que es un concepto mucho más amplio al de comedores compulsivos, ya que abarca no solo a estos, sino también otros desórdenes de alimentación y, aunque parezca sorprendente, a conductas consideradas normales de la alimentación.

Me explico: Al incluir en el concepto a conductas normales hacia la comida, me refiero que todos, absolutamente todos, encontramos recompensa en al menos un tipo de comida o alimento; la mayoría de las veces aquellos que son dulces, como los postres o grasosos y salados como las botanas y frituras empacadas, pero cada quién tiene su selección. Cuando esta relación de búsqueda del placer a través de la comida se sale de cauce, es cuando podemos considerar como un trastorno ese descarrilar la forma de relacionarnos con lo que comemos. También los trastornos pueden variar en una amplia gama, desde leves hasta muy graves y difíciles de controlar –pero no imposible.


Si bien nadie estamos exentos de caer en las conductas propias de los desórdenes de alimentación, estadísticamente, las mujeres son más propensas a padecer estos trastornos, en una proporción bastante mayor que los hombres. Los “comedores emotivos o CE” -término que utilizaré en adelante por darle un sentido semejante al utilizado en el inglés, lengua en que se bautizó el concepto-, encuentran que sus emociones y su forma de comer –qué, cómo y cuándo-, están tan íntimamente entretejidos que, especialmente las mujeres, encuentran virtualmente imposible mantenerse saludables y, eventualmente perder peso, sin antes poner en claro y en orden su apego emocional con la comida.

La Dra. Marcelle Pick, OB/GYN NP, en un artículo intitulado “Emotional eating”, relata sobre sus pacientes –todas mujeres, ya que es obstetra y ginecóloga-, que “todos los días escucho historias sobre la relación emocional de las mujeres con la comida. Para muchas de mis pacientes sus recuerdos, los más tempranos especialmente, son los más queridos: El camión de helado en un caluroso día de verano, comidas con la familia en las celebraciones especiales, etc. Estas historias subrayan cómo la comida puede usarse para hacernos sentir consolados, relacionados y amados. En muchas familias la comida es la única moneda de cambio para el amor, una herencia que las mujeres transmiten de forma inconsciente a sus hijas e hijos.


O, lo opuesto puede ocurrir con la misma frecuencia. Las horas de comida pueden convertirse en aplastantes ejercicios de poder o control paterno. ¿Cuántos niños se sientan a la mesa solo para oír: contigo no se puede y cuantos obligados a permanecer en la mesa hasta que se acabaron todo lo que se les sirvió? ¿Quién no perdió eventualmente el apetito luego de haber recibido su dieta de crítica y ser avergonzado cada ocasión?”

Más adelante, el mismo artículo va describiendo cómo con el tiempo, al llegar la pubertad, la adolescencia y conforme vamos avanzando en la vida, esta relación emocional con la comida puede transformarse en desorden. La sociedad moderna está estructurada de forma tal que se convierte, de forma inconsciente, desapercibida y difícil no solo de captar, sino de modificar hacia algo mejor, en una trampa que induce a las y los jóvenes debutantes a desarrollar sus primeros conflictos autónomos con la comida. Digo autónomos pues en esta etapa aunque ya se percibe que el deseo de comer o dejar de comer no es normal, se excluye a los padres de la posibilidad de enterarse, no digamos de participar, por el temor que pretendan ejercer un control –no deseado por los hijos-, sobre la forma de comer - esto implica qué, cómo y cuándo se come.


El artículo continúa en este respecto diciendo que “Conforme una mujer transita hacia su adolescencia, su historia se conforma en cuentos de privación y triunfo sobre la comida, el enemigo percibido. Una de mis pacientes –sigue el texto-, describe cómo ella y sus amigas hacían solo un alimento al día durante el último año del bachillerato, apretándose las manos entre ellas como una forma de apoyo para lograr entrar en el muy estrecho vestido de graduación en junio. Otra recuerda llegar a casa y flagelarse a si misma si se comía más de medio vasito de yogurt como almuerzo. Frecuentemente la adolescencia para las chicas significa el ingreso a lo que se convertirá en una vida de sentirse asqueada de si misma por desear y necesitar hacer algo que es una necesidad vital – ¡comer!”

Sin embargo, los desórdenes de la alimentación no son un dominio exclusivo de las mujeres jóvenes, en su libro “Runaway eating”, algo así como “comiendo y huyendo”, las escritoras Cyntia Bulik y Nadine Taylor nos ayudan a tener una visión sobre el por qué muchísimas mujeres en sus cuarentas y cincuentas se encuentran lidiando con el estrés de la edad mediana recurriendo a patrones de comida poco sanos que incluyen atracones de comida, la dieta del yoyo -me mato de hambre hasta alcanzar el peso deseado y una vez que alcanzo la meta, a comer como antes o más, con la consecuencia del famoso rebote-, la restricción calórica y ejercitarse compulsivamente. Mientras que las mujeres en estas edades no se consideran así mismas anoréxicas pues comen de forma regular, su obsesión por mantener el control -y no solo sobre lo que comen-, puede ser tan destructivo como ésta. Es un apego emocional a una negación ritual a la comida, al placer, al dinero, al descanso, al sexo.En fin, es anorexia disfrazada con diferente traje; es un esfuerzo de la persona para borrar una parte de sí o su vida que debilita su sentido de control.


Por hoy cierro este cruel espejo y espero mañana continuar dando más información sobre este, a la vez doloroso, pero apasionante tema.

martes, 20 de marzo de 2007

Cura para la diabetes


Hace unos días, recordando los comentarios que se reciben a las notas que dejo caer por este espacio, hay uno de ceci –así se firma-, en la que me menciona que en Guadalajara, ya está la posibilidad de realizar transplantes de células como método para curar la diabetes.

Aunque no tengo el dato con precisión, ya hace por lo menos seis años que escuché por vez primera lo que se ha venido divulgado del famoso método de transplante de células -isletas con sus correspondientes células beta, para ser más específico-, para tratar casos severos de diabetes tipo 1 (DM1), donde el tratamiento con insulina no está dando resultado. Este método que restituye la función de las células beta en el organismo, no es algo así como cambiar una pieza de repuesto y ya, el paciente está curado. Lamentablemente, aunque el método quirúrgico es razonablemente sencillo, son la dificultad para conseguir las células beta y los cuidados post transplante los que impiden hacer este método algo así como la cura universal para, al menos, la DM1.

Veamos cómo funciona esta técnica del transplante, compartiendo la información más actualizada que pude conseguir de la famosa Clínica Mayo (Mayo Clinic).
Primero que nada, hay que considerar que aunque no es nuevo, este procedimiento aun se le denomina “experimental” pues falta mucho para considerarlo un método seguro y libre de problemas. Lo primero que hay que hacer es inscribirse en un protocolo de investigación médica ya que esta técnica es aun considerada experimental; a continuación hay que conseguir páncreas provenientes de donantes para obtener las células beta activas para ser transplantadas al cuerpo del receptor. Como nota adicional, hay que anotarse en una lista de espera donde tienen prioridad de recibir transplante los pacientes que requieran el órgano completo y si no hay compatibilidad, solamente entonces se asigna a quien requiera solamente el transplante de las isletas.

Ahora ya listos para el transplante, primero se prepara en el laboratorio mediante la extracción y purificación de las células beta provenientes del páncreas donador. Con frecuencia se requieren dos o más páncreas para un solo transplante de células beta. Luego, un especialista realiza el transplante mediante la técnica de hacer una incisión en la vena porta para inyectar al hígado –sí, al hígado y no al páncreas, ya que éste es menos accesible-, donde las células beta se alojan en los pequeños vasos sanguíneos y una vez ahí, comienzan a producir insulina. Sin embargo existen algunos riesgos asociados a este procedimiento, tales como sangrado o generación de trombos.

Una vez realizado el transplante, si éste tiene éxito, las células beta necesitan un tiempo para activarse y comenzar a funcionar correcta y plenamente, por lo que hay que realizar un monitoreo cuidadoso de los niveles de glucosa en sangre y aplicar insulina cuyas dosis irán disminuyendo gradualmente conforme las nuevas células van tomando su nivel normal de operación. Como complemento a este procedimiento, ahora habrá que tomar depresores del sistema inmune ya que recordemos que la DM1 es el resultado de un ataque y destrucción de las células beta del páncreas por un proceso autoimune que, desafortunadamente, no se corrige con el transplante de células beta y el organismo seguirá intentando destruir a las recién llegadas a menos que se mantenga de por vida una terapia de depresión al sistema inmunológico. Ello puede llevar a desarrollar ciertos efectos indeseables como ganancia de peso, acné, aparición o incremento de vello facial, malestares estomacales o diarrea; sin embargo se puede alcanzar un equilibrio de los medicamentos, aunque se trata de un equilibrio muy delicado que además de los medicamentos para el sistema inmune, requiere una dieta muy bien cuidada y un monitoreo preciso y continuo una vez que se da de alta al paciente.

A la pregunta de la tasa de éxito en estos procedimientos, ya el panorama no es tan optimista, puesto que se encontró que de treinta y seis pacientes originalmente transplantados con éxito, después de un año solo el cuarenta por ciento permaneció sin requerir terapia de insulina y al cabo de dos años, solamente un catorce por ciento se mantuvo sin requerir insulina.

Ahora bien, ¿si el transplante falla? Bueno, lo que queda es regresar a la insulina inyectada ya que probablemente haya sido de nuevo el sistema inmunológico quien haya vuelto a hacer de las suyas y en el proceso hubiese tenido éxito al destruir las nuevas células beta. Sin embargo las investigaciones siguen con mucho entusiasmo y no hay que perder la esperanza.

De cualquier manera la intención de esta entrada es la de compartir dos noticias que se publicaron la semana pasada en diferentes medios y que quiero compartirles:

Una es con respecto a que un equipo de investigadores encontró una técnica para realizar transplantes de células beta de forma exitosa sin necesidad de recurrir a la terapia de inmunodepresión, la cual esta funcionando en ratones y se espera completar las pruebas para implementarla en seres humanos. El desarrollo se está llevando a cabo en el Well Cornell Medical College,
en la ciudad de New York, USA.

La otra noticia y que va en el mismo tema, pero con una ambición científica de mucho mayor alcance y que pudiera incluso abarcar una cura definitiva no solo para la DM1, sino también para la DM2, por lo mismo, mucho más controvertida, se trata de la investigación sobre las células madre. Sale ayer la noticia que el Dr. Elias A. Zerhoundi Jefe del NIH (Institutos Nacionales de Salud, de USA), compareció ante un panel de senadores para que se cancele la prohibición de investigar en células de embriones fertilizados, lo que podría dar un enorme impulso al desarrollo de la medicina y la ciencia, ya que ante el incremento de problemas de salud “se encuentran con una mano atada a la espalda”. Lo interesante es que el senado ya había aprobado la ley que permite la investigación científica y el actual presidente -sí el carismático George W. Bush, decretó un veto que ha frenado la investigación en este rubro.

Para terminar la nota de hoy, dejo dos datos de sumo interés: Primero, que el NIH cuenta con un presupuesto de investigación de unos 28,000’000,000 dólares, sí la lectura es correcta, veintiocho mil millones de dólares y lo segundo, es que el único veto de la presidencia del Sr. Bush ha sido precisamente a esta línea de investigación.

Sin comentarios.

viernes, 16 de marzo de 2007

Cáncer: Otra razón para mantener a la glucosa bajo control.




Siguiendo con las noticias que salen publicadas este mes, comparto la correspondiente al número de marzo de la revista “Diabetes Care”, de la ADA (American Diabetes Association), en que reporta un estudio que encontró, luego de una investigación extensiva con cerca de 65,000 personas, pistas sobre una asociación entre el cáncer y valores anormalmente altos de glucosa en la sangre (la famosa hiperglucemia).

Como otros estudios, se indica que del estilo de vida se pueden deducir las causales para el incremento de valores de glucosa en la sangre –asunto que hemos más que comentado en este espacio-, ya que son ampliamente conocidos, tales como sobre ingesta de carbohidratos y grasas saturadas, sedentarismo y poca o nula ingesta de fibra y vitaminas de origen natural. De ahí se desprende que evitar dichos factores de riesgo en la dieta, puede hacer una diferencia sustancial al reducir, simplemente con ello, el riesgo de la enfermedad cardiovascular, la diabetes y el cáncer.

El estudio nos hace recordar que ya desde hace tiempo se ha relacionado a la diabetes con un riesgo aumentado de padecer cáncer de hígado, de páncreas, de colon y otras variedades; aunque es mucho menos conocida la propensión a un mayor riesgo de padecer cáncer asociado a un incremento en los niveles de glucosa en sangre entre sujetos no diabéticos.

Para ampliar la base de la tesis, el equipo investigador examinó los datos para 31,304 hombres y 33,304 mujeres que habían participado en un estudio mayor y cuyos valores de glucosa en sangre a lo largo de dicho estudio estaban disponibles y hallaron un total de 2,478 casos de cáncer en el grupo. También esos datos arrojaron que el riesgo de cáncer se incrementó de manera directa con un incremento de valores de glucosa postpandreal (se mide dos horas después de haber tomado los alimentos), en sangre, comparando los datos con mujeres cuyos valores se mantuvieron en rangos cercanos a normales.

Por otro lado, no se encontró una asociación significativa entre nivel de glucosa – riesgo total de padecer cáncer, en la población masculina. Sin embargo, sí se encontró tanto en hombres como en mujeres que un valor elevado de glucosa postpandreal estaba asociado de manera significativa con un incremento del riesgo de cáncer de páncreas, endometrio, tracto urinario y melanoma maligno, casi nada. En todos los casos no hubo correlación entre el peso corporal, por lo que éste se considera como característica independiente no asociada.

Estos hallazgos, según los autores, proporcionan evidencia adicional de una asociación entre un metabolismo anormal de la glucosa y el cáncer.

jueves, 15 de marzo de 2007

Refrescos, obesidad y diabetes.


Hoy me topo con la publicación del número de abril de 2007 –un poquitín adelantado a la fecha-, de la revista “American Journal of Public Healt”, en la que destaca un reporte sobre bebidas gaseosas (soft drinks), sodas o refrescos, como los llamamos en México, endulzados con azúcar –léase alta fructuosa- y que revela que en un análisis y revisión a ochenta y ocho estudios al respecto, realizado en el Centro Para las Políticas Sobre Comida y la Obesidad, en la Universidad de Yale, USA, encontraron que “no se puede negar que las bebidas –refrescos-, endulzadas con azúcar están teniendo un impacto negativo en la salud”, declaración aparentemente inocua, pero veamos el alcance de ese “impacto negativo en la salud”.

De acuerdo con el estudio, se concluye que “la recomendación de desalentar el consumo a nivel de la población consumidora estaría fuertemente apoyada en evidencia científica”. Mencionan los autores que uno de los estudios que se hizo a más de 91,000 mujeres por un período de ocho años, proporciona una de las correlaciones más impactantes entre los refrescos y los resultados negativos en la salud.

En dicho estudio, las mujeres que bebieron uno o más refrescos por día –cantidad por cierto por debajo del promedio nacional de consumo per cápita en los EEUU-, tuvieron dos veces más propensión a desarrollar diabetes que aquellas que bebieron un refresco o menos al mes. Un dato por demás interesante fue que al reemplazar el refresco normal por uno de dieta no se observó incremento en el riesgo, “sugiriendo que el riesgo es específico a los refrescos endulzados con azúcar”.

Como se menciona más adelante en el estudio “este resultado por si solo, despierta una preocupación seria sobre la ingesta se refrescos particularmente a la luz del incremento sin precedentes de la DM2 en niños”. Otro hallazgo del grupo de estudio fue que "a mayor consumo de refrescos hay una disminución proporcional del consumo de leche, calcio, frutas y verduras y se privilegia el consumo de otros alimentos ricos en carbohidratos". Adicionalmente, encontraron entre los estudios revisados, que los resultados sobre la relación: “refrescos consumidos – impacto a la salud”, difieren enormemente entre aquellos patrocinados por la industria refresquera y los de otras instituciones de investigación, siendo mucho más favorables hacia los primeros los que ellos mismos pagaron. Es en este punto en el que los intereses de la industria de refrescos pueden estar trabajando intensamente para imponer sus puntos de vista entre la población, distorsionando la realidad y poniendo en enorme riesgo de salud a quienes se dejan llevar por el peso de la publicidad.

Finalmente el estudio sugiere que "si bien en la población joven la decisión de consumo debe ser orientada por los padres como responsables primarios, en niños pequeños debería prohibirse su libre acceso a los refrescos y a las escuelas –lugar donde se comercializa estos productos de manera irrestricta-, declararlas zona sin refresco como medida adicional de protección".

Lo comentado anteriormente es sobre una serie de estudios realizados entre nuestros vecinos del norte; la llamada a la atención para México es que somos el segundo país en el mundo con mayor consumo de refrescos per cápita y eso, aparte de la tendencia racial – genética hacia la diabetes, nos pone en una situación de riesgo enorme pues, confirmando el estudio para la población americana, el refresco es un sustituto de alimentos con aporte nutricional adecuado, allá por moda, acá por limitantes económicos que orillan a nuestra población al sofisticado “canard a l’orange” (gansito con fanta para el desayuno), como única opción para “distraer” a la lombriz. Combinación rica en carbohidratos y ausente de nutrientes y fibra.
Nos queda mucho camino por recorrer como país y el reto es enorme por la desigualdad en ingresos y oportunidades tanto en términos económicos como en acceso a los servicios de salud. Por ello quienes tenemos la opción de acceder a una comida nutritiva, balanceada y adecuada, tenemos la obligación de obtener el máximo beneficio en términos de la propia salud y en la reducción de gastos catastróficos que la falta de cuidado implica. No caben los pretextos.

miércoles, 14 de marzo de 2007

La belleza no mira, solo es mirada – A. Einstein







Mis ojos, sin tus ojos, no son ojos, que son dos hormigueros solitarios...



Miguel Hernández (fragmento)




Una vez que he dejado atrás los estados de ánimo que se pueden describir con la frase “ando volando bajo…” y retomo altura emocional, me siento listo nuevamente para reiniciar con la línea de los cuidados y los descuidados en la vida con diabetes mellitus y comenzaré con analizar las complicaciones crónicas con mucha serenidad, tranquilidad y con la certeza de que ya sabemos que nuestra prioridad es conservar un buen estado de salud, a pesar, muy a pesar de vivir con diabetes. Si bien no quiero tomar un orden específico para tratar éstas, tomaré algunas, las de mayor impacto y frecuencia de ocurrencia, para ir ilustrando de forma breve pero lo más completamente posible, cuáles son y cómo nos afectan estas complicaciones.

Así que como ya adivinamos por el fragmento del verso a la entrada, el tema hoy son los desórdenes que la diabetes causa al sentido de a la vista.

Hay varios trastornos en los ojos relacionados con la diabetes que pueden causar desde una disminución de la visión, hasta la ceguera total si no se detectan a tiempo y se tratan adecuadamente. Estos son la visión borrosa por hiperglucemia, cataratas, glaucoma y la famosa y temida retinopatía diabética.



La visión borrosa es provocada cuando aumenta el contenido de glucosa en la sangre y tiende a normalizarse cuando bajan los niveles de glucosa a rangos normales. Si bien es una molestia menor, es un buen indicador de un descontrol en nuestros cuidados y puede servir como mecanismo de alarma, aunque es mucho más preferible que no ocurra ya que eso implica un control saludable; además, con el tiempo y el descontrol se van dando las condiciones para precipitar otras complicaciones en los ojos y otros órganos y sistemas.

Las cataratas (degeneración macular), pueden darnos a cualquier persona con o sin diabetes ya que conforme envejecemos se empieza a enturbiar el cristalino y se produce una visión borrosa que se corrige fácilmente con una cirugía menor. En el caso de la diabetes, esta condición se presenta mucho más temprano que en las personas normales. Si bien el principal factor de riesgo es el tiempo de padecer diabetes, hay diferencias entre la gente joven y mayor con respecto a riesgos adicionales. Mientras en la gente joven se añaden los factores de envejecimiento, historial pasado o terapia láser, proteinuria, hemoglobina glucosilada elevada o terapia de aspirina diaria para el riesgo de cirugía de catarata, en la gente mayor, aparte de una edad avanzada, la terapia con insulina se asocia con el riesgo de cirugía.

El glaucoma es otra enfermedad del ojo que se presenta con mayor frecuencia en personas con diabetes y ocurre cuando se incrementa la presión ocular, dañando el nervio óptico lo que se provoca reducción de la visión periférica o lateral y afectación de la cornea. Aunque rara vez se mencionan, existen varios tipos de glaucoma según la forma que afectan la visión, tal como el glaucoma de ángulo abierto, de ángulo cerrado, rubeótico y otros de tipo primario y secundario. Para tratar el glaucoma es necesario tratarlo con medicamento, gotas (colirios), hipotensoras o cirugía láser.

La retinopatía diabética es la más común y más grave de las afecciones de los ojos causadas por la diabetes. Aunque los pacientes bajo régimen de insulina son más propensos a desarrollarla, cualquier persona con diabetes puede padecerla. Hay dos tipos de retinopatía, la no proliferativa y la proliferativa, siendo esta última una evolución de la primera. Por causa de la diabetes, los vasos sanguíneos se debilitan y dado que los vasos en los ojos son pequeños tienden a producir sangrado, a reventarse o a taparse. A este debilitamiento de los vasos en los ojos es lo que se denomina retinopatía diabética y provoca una inflamación en la retina produciendo pérdida de la visión. Por otro lado, cuando lo que ocurre es un taponamiento, partes de la retina comienzan a morir (infarto) por falta de oxígeno y nutrientes aportados por la sangre produciendo pérdida de la visión en la zona afectada. Sin embargo como el organismo trata de compensar la pérdida de irrigación, desarrolla nuevos vasos para librar el vaso tapado, a veces saturando la retina y como son vasos muy débiles, se rompen a continuación sangrando dentro de la retina. A esta formación masiva de nuevos vasos se le denomina “proliferación” de vasos sanguíneos y al sangrar daña definitivamente la retina y si se extiende puede alcanzar al cuerpo vítreo dificultando así el paso de la luz a la retina.

El mejor tratamiento es la prevención aunque en algunos casos cuando ya está instalada la retinopatía hay la opción de cirugía láser para cauterizar los vasos y controlar la proliferación y derrames, pero en dicha etapa el riesgo de ceguera es enorme.

Nuevamente, no hay como el cuidado constante como la mejor línea de defensa antes de que las complicaciones se conviertan en problemas de salud que nos puedan causar una incapacidad permanente.

sábado, 10 de marzo de 2007

cookie blues

En esta ocasión me siento un poco en la depre. Al usar este término no me refiero a un estado depresivo en sí, sino a uno de esos momentos en que el estado de ánimo anda volando bajo y cuesta más esfuerzo navegar las horas del día y llegar a buen puerto al final de la jornada; por ello hoy en vez de atiborrar este espacio de "sesudos" comentarios o consejos, me limitaré a compartir un dulce video con un magnífico blues que me ha arrancado una buena carcajada.

Como se puede apreciar, a esta galletita también le causa tristezas y problemas su dulce condición.

Disfrutémoslo.

Experiencias que dejan huella.


Haciendo una recapitulación sobre aspectos importantes de la vida de una persona con diabetes y una nutrición adecuada, la cual debiera ser el ejemplo de la correcta nutrición de cualquier persona, sana ya sea que esté flaca, obesa o de peso normal, me vino a la memoria que mi hija mayor en su primer “chamba” recién egresada de la carrera de psicología le tocó desempeñarse en una fundación -omito el nombre-, de casas hogar para personas de la tercera edad -eufemismo para hogar para ancianos, término que me gusta más y me parece más adecuado que el “políticamente correcto” bodrio antes usado-, en donde tuvo a bien invitarme en tres ocasiones a platicar con los ancianos que ahí viven o van a actividades diurnas, sobre el tema de la diabetes y la sana alimentación.

Debo compartir que esa experiencia ha sido una de las más bellas y satisfactorias en ésta auto impuesta tarea de compartir mis manías con respecto al bien cuidarse para mejorar nuestra propia calidad de vida. Las personas que se reunieron a escucharme, aparte de aguantarme por un lapso cercano a la eternidad –agradeceré siempre su indulgencia y paciencia-, mostraron un enorme interés en el tema expuesto y participaron de manera por demás entusiasta, haciendo ese espacio una experiencia de mutuo aprendizaje.

Uno de los aspectos que más sorpresa me causó es que, habiendo sido advertido por mi hija que el tiempo máximo de atención que otorgan estas personas es de unos veinte minutos antes de hartarse del expositor y comenzar a abandonar la sala de reunión, fue que después de más de noventa minutos de charla, al querer finalizar, me pidieron que siguiera hablándoles pues consideraban el tema de sumo interés y para nada se habían hartado. Si hay algo que alimente el buen ego y la autoestima, a esta experiencia la encuentro entre las más nutritivas. Como dije antes, en tres ocasiones tuve la oportunidad de reunirme con diferentes grupos de ancianos en dos de las varias residencias que tiene la fundación en que trabajaba mi hija y, en cada una de ellas la respuesta fue muy similar y estimulante.

Por ello ahora que recordé estos episodios y, con respecto a la buena alimentación, quiero compartir en este espacio las notas de una de las pláticas, que tienen además datos que a mi en lo personal me han ayudado como guía en mi diario combate por mantenerme controlado.

NUTRIMENTOS

ORGANICOS (Proporcionan energía y se conocen como Mactronutrimentos).

Hidratos de Carbono [HC]. (pan, tortillas, cereales, galletas, tubérculos, leguminosas y frutas).
Proteínas. Las hay de origen animal (Carnes, huevo, quesos, embutidos, pescados y mariscos) y vegetal (la soya, en germinado o texturizada. Ej. Carne de soya, tofu).
Grasas. Las hay tanto de origen animal como vegetal, hay que distinguirlas mas bien por su grado de saturación, prefiriendo las grasas monoinsaturadas sobre las poliinsaturadas y evitar al máximo las saturadas y los ácidos grasos trans (margarinas y frituras o fritangas).

INORGANICOS (No proporcionan energía y se conocen como micronutrimentos).

Agua, Oxígeno, Vitaminas, Minerales

PLAN DE ALIMENTACION (Que no de DIETA)

Debe ser:

COMPLETO: Incluir TODOS los nutrimentos.

EQUILIBRADO: Con las porciones que le corresponden.

INOCUO: No representar riesgo a la salud. Libre de elementos dañinos, toxinas microorganismos o contaminantes.

SUFICIIENTE: Que cubra TODAS las necesidades de la persona y permita una buena nutrición y un peso saludable.

VARIADO: Se combinan los diferentes grupos de alimentos en cada una de las comidas planeadas.

ADECUADO: Debe planearse de acuerdo a los gustos, cultura y alcances económicos de la persona.

ELABORACION DE PLAN DE NUTRICION.
(DIETA)

Antes de empezar, es importante conocernos y tener por lo menos nuestro Índice de Masa Corporal (IMC), El peso deseable o ideal (PI) y el Índice cintura-cadera (ICC).

CALCULO DEL IMC (INDICE DE MASA CORPORAL): Peso en Kg/(Estatura en cm)2

Resultados posibles:

Si el índice resulta menor a 17, hay desnutrición I (severa).
Si el índice resulta entre 17.1 y 18.5, hay desnutrición II (moderada).
Si el índice resulta entre 18.6 y 24.9, se está en una condición normal.
Si el indice resulta entre 25 y 29.9, hay pre obesidad.
Si el índice resulta entre 30 y 34.9, hay obesidad I.
Si el índice resulta entre 35 y 39.9, hay obesidad II.
Si el índice resulta mayor de 40, hay obesidad III.

A partir de valores menores a 17.1 o mayores de 35, se recomienda la inmediata consulta con el médico y un especialista en nutrición.

CALCULO DEL PESO DESEABLE: (Esta es una fórmula aproximada y depende de la complexión, por lo que se debe considerar con cuidado y recurrirse para verificación a las tablas por talla y población).

(Estatura en m)2 X S S= 23 para hombres y S= 21 en mujeres

CALCULO DEL INDICE CINTURA-CADERA: (Permite determinar la distribución de grasa tanto en la parte superior como inferior de la sección media del cuerpo).

Circunferencia de cintura (en cm)/Circunferencia de cadera (en cm)

Los resultados deben estar por debajo de los siguientes valores: menor a 80 en mujeres y menor a 100 en hombres.

ESTIMACION DE CALORIAS DIARIAS POR KG DE PESO IDEAL
Esto implica multiplicar el número de calorías por el peso IDEAL, no el actual, si este no corresponde.

MUJERES JOVENES:

11 A 15 años: 35 KCal.
16 a 20 años: 30 KCal.

VARONES JOVENES:
11 a 15 años: 50 – 80 KCal.
16 a 20 años: 50 KCal.
Físicamente muy activo: 40 KCal
Actividad física promedio: 40 KCal.
Sedentario: 30 KCal.

ADULTOS:

Varones y mujeres físicamente muy activos: 30 KCal.
La mayoría de mujeres y varones sedentarios y adultos menores de 55 años: 28 KCal.
Mujeres sedentarias, adultos obesos y adultos sedentarios mayores de 55 años: 20 KCal.


Ejemplo: Un adulto varón sedentario mayor de 55 años y de 75 Kg. De peso, debe consumir no más de 1,500 Kcal. por día, de preferencia, dividido en un mínimo de 3 hasta un máximo de 5-6 comidas al día.

Una mujer mayor de 55 años y de 55 Kg. De peso, por su parte, deberá comer un máximo de 1,100 Kcal. Por día, con las mismas divisiones que en el caso de varones.


GUIA BRE VE DE LOS GRUPOS DE ALIMENTOS

CEREALES Y TUBÉRCULOS. Una de las fuentes principales de energía e Hidratos de Carbono. Algunos de los alimentos de este grupo son pan, tortillas (de maíz o trigo), harina, avena, pastas, palomitas de maíz, etc. Aparte de energía, aportan hierro, magnesio, y algunas vitaminas de la familia B (riboflavina, tiamina y piridoxona), adicionalmente, consumiéndolos integrales, son una excelente fuente de fibra.

CEREALES PREPARADOS CON GRASA. De éstos, debemos cuidar su consumo pues aportan Hidratos de Carbono de absorción rápida y poca fibra A este grupo pertenecen por ejemplo, el pan dulce, los hot cakes, la granola y las crepas.

LEGUMINOSAS. Son una fuente de proteína vegetal y podemos elevar su calidad nutricional si las combinamos con cereales. Tienen alto contenido de fibra y aportan además hierro, magnesio, tiamina y riboflavina; los frijoles, además, aportan zinc.

VERDURAS. Este grupo es la principal fuente de fibra, minerales y vitaminas, especialmente vitamina A, folatos (vitamina B9) y hierro.

FRUTAS. Son una excelente fuente de minerales, fibra, vitaminas (a y C), azúcares (fructuosa), folatos, potasio y otros minerales. Hay que consumirlas con moderación por la cantidad de Hidratos de Carbono de absorción rápida que contienen y hay que preferir frutas que se puedan consumir con cáscara.

AZUCARES. Se recomienda que no más del 20% de la energía total que ingerimos provenga de este grupo, manteniendo presente que ya obtenemos una parte importante de este aporte de los lácteos y las frutas.

PRODUCTOS DE ORIGEN ANIMAL. Algunos de los alimentos de este grupo son: aves, pescados, mariscos, queso, huevo, embutidos, carnes rojas (res). Nos aportan proteína de buena calidad aunque también una buena cantidad de grasa de origen animal. Hay que prepararlos con poca grasa y procurar combinarlos con verduras (cocidas de preferencia o casi sin grasa).

GRASAS. Las hay de origen animal (res, pollo, cerdo, pescados y mariscos, productos lácteos, chorizo, chicharrón, sesos, piel de pollo, embutidos, crema, mantequilla, etc.) y vegetal (manteca vegetal, aceite de canola, aceite de oliva, cacahuate, almendra, maíz, girasol, aguacate, nuez, etc.), y se recomienda preferir las poliinsaturadas, preferir las monoinsaturadas y evitar las saturadas.

LACTEOS. Son fuente de calcio, fósforo, magnesio, proteína de alta calidad, grasa, Hidratos de Carbono (lactosa, azúcar presente en todos los tipos de leche), vitaminas (tiamina, riboflavina, vitamina A y vitamina D), minerales y ácido fólico. Hay que preferir leche y derivados lácteos descremados en vez de la leche entera.


Finalmente, quiero dejar la fórmula de la D a la quinta potencia de los nutrimentos: Las 5D’s o D5 que implica: Dosificado, Diario, Divertido, Disponible y De por vida.

martes, 6 de marzo de 2007

Otra vez la burra al trigo… (VII y final)


En esta entrega, que será la final de la serie de burradas con ambición de trigo, termino de desarrollar el tema de los cuidados inherentes a la diabetes y sus desagradables consecuencias.
Si la pregunta ¿por qué los diabéticos suelen vivir desapegados de las prácticas saludables de vida aun a sabiendas del daño que se está causando?, la hago a cualquier profesional de la salud –Endocrinólogo, Diabetólogo, Internista, Psiquiatra, Lic. en Nutrición, Psicólogo o cualquier especialidad muy relacionada a la diabetes, seguramente me podrá dar razones tales como falta de interés en la propia salud, ignorancia –cosa que ya dejamos atrás-, desidia, baja autoestima, falta de disciplina o mil razones más. Sin embargo, si me miro al espejo y me pregunto: A ver Jorge, aquí entre nos, así sin anestesia y sin testigos, ¿tienes idea del por qué un diabético abandona su tratamiento o rompe la dieta o, simplemente no se cuida? Tras unas cuantas horas de sesuda meditación –digamos unas setenta y dos-, “creo que sí”, sería la respuesta.


Creo saber por qué pues a pesar de cuidarme diario y saber que estoy razonablemente bien controlado y que hago ejercicio diario y que me apego de una forma razonablemente cercana –aunque por debajo de lo que debo-, a mi plan de alimentación, fallándole no por mucho, entiendo y sé el por qué fallan los que fallan –yo incluido.

No se trata de debilidad de carácter o espíritu suicida ni necedad contradictoria por sabotear el tratamiento. No es una cuestión de algo que podamos denominar “carácter del diabético”. No, es algo más sutil, difícil de ver, que aparentemente no cuenta, pero está ahí. Se trata de la permanencia de la enfermedad. Se trata de vivir en carne propia un caso de renuncia “para siempre”; se trata del “Paraíso Perdido”, se trata de despertar todos los días y encontrarse con la realidad de nuevo, realidad con un nombre: diabetes y ver que no se fue. Parafraseando a Augusto Monterroso, podría escribir “y cuando desperté, la Diabetes seguía ahí”.


Quizá la carga más pesada dentro de la vida de un diabético sea el carácter de “perpetuidad” que alcanza todo lo relacionado a la enfermedad. Sabemos de ya -incluso antes que nos lo digan y nos cae como balde de hielitos en la espalda-, al momento de recibir el diagnóstico, que se trata de una condición incurable, que "la gente se muere de eso” y de fea manera. Pero es al tener que reaprender a vivir el día a día que la carga real comienza a aplicar su cuota, comienza a ser de peso y donde la lucha por mantener la fuerza de voluntad aparece. Nuestra es la decisión de ir a la batalla y salir triunfadores o derrotarnos de entrada y dejarnos vencer sin siquiera intentarlo. Sin apenas percibirlo, nos vamos imaginando que ya no pertenecemos al género humano, creemos que somos parias alimentarios, marginados de la mesa del gran banquete universal, algo así como si nos hubieran arrojado del paraíso, como si hubiésemos sido los nominados de la semana en un imaginario concurso de glotones con el perverso nombre de ¡el que se baja, sale!. Sí, así es, donde más duele es en el departamento de la comida, por eso justifico la entrada de hoy.

La comida representa no solamente el diario sustento mediante el aporte de combustible y nutrientes necesarios para la vida, es también nutrimento social y emocional. Aquel que por la razón que sea come a solas, despierta la lástima de quienes lo rodean. Pobre diablo, no tiene ni con quién comer. Casi cualquier celebración o acontecimiento importante para las personas, instituciones, países, se celebra comiendo y bebiendo. La comida la ligamos profundamente a nivel inconsciente con afecto y su carencia o abundancia las ligamos con las sensaciones de amor o desamor. La comida de principio nos aporta la sensación de seguridad; si hay qué comer, tengo la supervivencia inmediata asegurada; la buena comida nos brinda placer ya que distinguimos dulce, salado y amargo, por lo menos; nos da la sensación de bienestar pues actúa como un enlace social que nos permite compartir nuestros bienes comestibles con otras personas y presentarlas como ofrendas de amistad, cariño y aceptación.

Comer y comer de todo, con calidad óptima, cantidades sin restricción es la máxima expresión de bienestar dentro de una civilización como la nuestra, sin embargo, lo opuesto es sinónimo de pobreza, escasez, privación y condiciones limitadas y disminuidas de nivel de vida. Cuando esta privación de comida es por carencia económica o por moda de dieta “para adelgazar”, siempre queda subyacente la esperanza de que tal condición eventualmente llegue a su fin por la mejora de la condición económica o por haber alcanzado el estado de esbeltez deseado, respectivamente. Sin embargo, en la diabetes, la privación y la escasez son para toda la vida, sin periodos de descanso ni vacaciones a la condición que nos aqueja. Eso, eso pesa en el ánimo y ciertamente contribuye a la tasa de abandono de los planes de dieta y ejercicio.

No hay recetas mágicas ni consejos absolutamente efectivos, pero se por experiencia propia que el apoyo de la familia es crucial para el éxito ante tal adversidad gastronómica. Si al apoyo de la familia le agregamos ciertos autoengaños –muletas les llaman algunos-, que nos van ayudando a obtener pequeñas victorias, podremos en el largo plazo, alcanzar un nivel adecuado –que no perfecto, por favor-, de control de la diabetes.

Hay dos consejos que quiero dejar para cerrar esta serie horneada al trigo integral:

Primero: Hay que ser muy creativos. Si bien hay cosas que nos han quedado prohibidas y debemos olvidarlas casi que para siempre, hay un buen grupo de productos que sí podemos comer y aplicando dicha creatividad, la hora de la comida puede llegar a ser incluso una experiencia gourmet y esto, combinado con actitud y solidaridad de la familia –que debe comer lo mismo-, nos reinsertarán de nuevo en la comunidad de los seres humanos.


Segundo. Borrar de nuestro consciente el concepto de “para siempre” y cambiarlo por un tiempo más humanamente manejable como: “solo por hoy” y hacerlo nuestro horizonte de cuidado. Créanme, cuando se reduce el tiempo que dura el compromiso de control a solo el día de hoy, se convierte en una escala manejable, no fácil, no libre de tentaciones y no libre de falla, pero un día es algo que, al menos yo, he podido -casi siempre-, manejar.

jueves, 1 de marzo de 2007

Otra vez la burra al trigo… (VI)


Los cuidados que, además de los indispensables medicamentos, nos mantendrán alejados por más tiempo de las complicaciones crónicas de la diabetes, son básicamente dos, que si bien no son los únicos, si los más importantes en cuanto al impacto general sobre nuestro estado de salud. Me refiero a una dieta sana, saludable, equilibrada y suficiente, en conjunto con un programa diario, continuo y adecuado de ejercicio diario. Si, una correcta alimentación –que no DIETA, que conste-, en conjunto con una actividad física aeróbica desarrollada al menos por veinte a treinta minutos continuos diariamente, son la mejor forma de obtener un organismo saludable –dentro del parámetro que significa tener diabetes y ser saludable, concepto que lejos de ser paradójico debe ser el que persista-, tanto para quienes padecen –padecemos-, DM1, DM2, DMG o cualquier otro tipo de diabetes.

Si traducimos los conceptos anteriores a las burradas que he venido escribiendo, vemos que el moderno equivalente de una vida de esfuerzo y privación para mantener una sana relación entre lo que se come y se consume, y que llevó al Australopithecus a transformarse en el guapísimo Homo Sapiens, se le llama hoy en día con los pomposos términos de “dieta” y “deporte”. Conceptos que, al desaparecer el estimulante natural proporcionado por un medio ambiente, si no hostil, al menos razonablemente adverso, nos han llevado a los modernos homo sapiens a desarrollar tales sustitutos, que han probado ser razonablemente efectivos.

Por eso, cuando se descubrió –accidentalmente, por cierto-, que había una relación entre la vida sedentaria y la sobreingesta de comida con una rápida aparición de complicaciones tanto agudas como crónicas en todo tipo de enfermos de diabetes mellitus (DM) y, que por el contrario, quienes llevaban una vida más activa y comían menos calorías retrasaban la aparición de complicaciones, especialmente en el caso de la DM2, es que se empezó a incorporar la recomendación de comer mejor y hacer ejercicio como parte de la terapéutica de la DM. La buena noticia, sí funciona y hoy en día es tan esencial hacer dieta y ejercicio, como una correcta medicación.

Después de una larga serie de burradas tirando al trigo, llegamos al punto en que habiendo entendido el por qué el sádico de mi médico y el equipo de salud que trabaja coludido (nutriólogas, educadores en diabetes, psicólogoas, etc), me pone a dieta y me pide –desconsideradamente-, que abandone el cómodo sofá frente a la TV para hacer ejercicio -que ni ganas, eh?-, hallo que el sacrificio que me parecía no solo enorme, sino irracional y exagerado, no es mas que un pequeño precio a pagar para mantenerme íntegro, bien cuidado y libre de complicaciones por un período mayor, además de saber que por un tiempo más largo no seré una carga para mi familia derivado de las penurias –sí, el término suena fuerte, pero la condición da y provoca pena-, de padecer complicaciones crónicas de la DM y el deterioro que ello implica.

Bueno, eso es cuando ya razoné qué es lo que me conviene desde el punto de vista de la salud y, ahora sí, siendo conciente, sé lo que realmente me conviene y cómo debo de vivir para mantenerme en las mejores condiciones y sin complicaciones, casi como final de cuento de hadas a punto de declarar: “… y vivieron felices para siempre.”. Sin embargo, la realidad es bien diferente. ¿Por qué a pesar de estar correcta y oportunamente informados de los riesgos y beneficios al decidir hacer o dejar de hacer tal o cual cosa, los diabéticos tenemos tantas dificultades para mantener nuestro plan de dieta y el régimen de ejercicio que tanto nos beneficia?, ¿por qué esa tendencia de alejarnos de ese concepto que los médicos denominan “apego al tratamiento terapéutico”?.

Pregunta al aire que trataré de contestar en próxima intervención.