viernes, 14 de noviembre de 2008

Día Mundial de la Diabetes.


Hoy se conmemora el Día Mundial de la Diabetes y al decidir cuál entre muchos temas que me vienen a la mente, al final y después de innumerables vueltas, indecisión y dudas de si lo que hoy escribo será “adecuado” para la fecha, escojo reflexionar sobre el impacto económico de la Diabetes. Quizá el punto clave en este tema sea el relativo a responder la pregunta ¿la economía de quién?

Podemos pensar en la economía del Sistema de Salud o bien en la individual. Quisiera pensar en ambas y bordar un poco en lo que ello significa.

Comenzaré haciendo un repaso de lo que potencialmente nos puede llegar a pasar como diabéticos si no llevamos un estricto control de nuestras glucemias y, con ello, nuestro estilo de vida. Lo que todos sabemos, es que las complicaciones a nuestra salud son el resultado de un descontrol y que suelen presentarse en dos sabores: Agudas y crónicas.

Las complicaciones agudas son básicamente tres y dos están relacionadas a niveles elevados de glucosa y la otra, al extremo opuesto. En efecto, hablamos de la temida Cetoacedosis Diabética, el “coco” de quienes padeciendo DM1 desarrollan hiperglucemia. Para quienes vivimos con DM2 el fantasma de la glucosa alta se conoce como Coma Hiperosmolar. En palabras más familiares, estamos hablando de las dos variedades del temido y gravísimo “coma diabético”. En el otro extremo y no menos peligrosa, esta la Hipoglucemia, que puede variar entre leve y muy grave-, la cual, estoy seguro, todos los denominados diabéticos la hemos padecido más de una vez.

La otra parte de las complicaciones está conformada con un sinnúmero de afecciones que representan el deterioro gradual pero inexorable que el exceso de glucosa y grasas perniciosas van causando a diferentes órganos al irse dañando por taponamiento y endurecimiento, los vasos sanguíneos que los alimentan. En resumen, no queda ninguna célula, tejido, órgano o sistema a salvo del deterioro conforme avanza el tiempo. Sin embargo, se han identificado varias complicaciones como las de mayor impacto y que marcan –así como las señales en las carreteras-, el avance del daño conforme pasa el tiempo. Por ello encontramos que las más significativas son la Nefropatía, la Neuropatía, la Retinopatía, la Cardiopatía y el Pié - todas estas con el apellido “diabético”-, además de las embolias, de las cuales destaca del cerebro.

Por ello, transitando del “micro” hacia el “macro”, veremos el impacto económico que produce tanta dulzura.

Primeramente, al diagnóstico diabético, sigue un proceso que incluye la prescripción de los medicamentos que se tendrán que suministrar prácticamente de por vida, además de un régimen de cuidados especiales que incluyen un cambio en los esquemas de alimentación y la práctica de ejercicio de forma rutinaria. Si sumamos los factores producidos por estos cambios y los contabilizamos, veremos que el impacto sobre nuestro presupuesto familiar, será definitivamente notorio. Ser diabético cuesta mucho dinero en base diaria. Si tomamos insulina o hipoglucemiantes, ya sea solos o en combinación, además de otros medicamentos para prevenir o controlar hipertensión, accidentes vasculares y lípidos, más el indispensable glucómetro, las tiras reactivas, las jeringas y agujas especiales, pruebas periódicas de laboratorio; estamos hablando de gastos que conservadoramente pueden ascender a rangos de 150 a 250 dólares al mes, alimentación especial incluida. Podemos agregar que podríamos requerir ropa y calzado especiales para la actividad deportiva, cremas humectantes para nuestra continuamente reseca piel, especialmente en los pies –efecto de la glucosa alta, naturalmente, además de analgésicos, gotas para los ojos y un largo etcétera dependiendo de la condición personal. Esto, para quienes estamos “razonablemente” controlados y no presentamos complicaciones mayores. Como podemos anticipar, conforme aumenten los requerimientos de salud la cuenta se va incrementando inexorablemente.

Pero…, toda historia tiene un pero. Y este aparece cuando las complicaciones crónicas comienzan a aparecer. Estas, como el amanecer, van llegando de a poquito, suavemente, imperceptiblemente, hasta que casi sin notarlo brota un torrente de luz y ya es de día. Lamentablemente, y por esas mismas características, vamos dejando avanzar estas complicaciones hasta que sus consecuencias son devastadoras y hay que tomar medidas mayores para tratar de frenar el daño, si es que aun hay posibilidades. Y es en este esfuerzo donde aparecen los gastos mayores –médicamente hablando- y el principal componente del costo “macro” de la diabetes. ¿Diálisis?, ¿amputación?, ¿cirugía en ojos?, ¿hospitalización?, ¿terapia intensiva o media? Y un largo etcétera de costos aunado al material quirúrgico, medicamentos especiales, materiales de curación, honorarios de cirujanos, anestesistas y demás gastos asociados.

Si nos ponemos detallistas al respecto, veremos que en el caso de las complicaciones –que se convierten en ese Jinete de la Apocalipsis que galopa incansable a nuestro lado-, los montos asociados pueden volverse catastróficos con respecto al patrimonio familiar. Los propios sistemas de salud estatales, comienzan a pregonar que de no frenarse la tendencia de casos que se diagnostican y que se complican, ni todo el presupuesto del sistema podrá tener la capacidad para afrontarlo. Ni que decir que casi todas las complicaciones crónicas producen en un momento determinado una incapacidad laboral y lo que esta puede implicar en el ingreso familiar, especialmente si la fuente principal del ingreso es quien la sufre.

Veamos rápidamente algunas cifras publicadas hoy por la Federación Internacional de la Diabetes (International Diabetes Federation), manteniendo presente que en el caso de México, ocupamos el muy poco honroso primer lugar en porcentaje de diabéticos del mundo y que la diabetes es la principal causa de muerte en el país. Bueno, entonces las cifras mundiales son las siguientes:


  1. Cada 10 segundos hay una muerte por causas relacionadas con la diabetes. (piensa en los que están muriendo mientras lees estas líneas).
  2. Cada 10 segundos habrá 2 personas que desarrollarán algún tipo de diabetes. (Si tienes diabetes, seguro que tuviste tus 5 segundos de fama estadística, al igual que yo).
  3. Este 14 de noviembre de 2008, habitamos el planeta 250 millones de personas con diabetes y para el 2025 seremos 380 millones.
  4. Hay más de medio millón de niños menores de 15 años viviendo con diabetes tipo 1, además que esta cifra se incrementa a razón de 200 casos por día.
  5. Además de las cifras del párrafo anterior, cerca de 75,000 niños en países en desarrollo, tienen diabetes tipo 1, pero no los medios para atención médica adecuada.
  6. La tasa de adquisición de diabetes 1 para niños en edad preescolar llega a niveles del 5%.
  7. Debido a factores como sedentarismo y sobre ingesta de calorías, se han reportado casos de diabetes tipo 2 en niños de 8 años de edad, tanto en países desarrollados como en desarrollo.

Y podríamos seguir citando cifras y más cifras. Pero, este es un buen punto para detenernos y reflexionar de nuevo el por qué cada vez se levantan más voces y se hacen más esfuerzos para lograr hacer conciencia del enorme problema que ha llegado a ser la diabetes: La gente se muere y, además, se va incapacitando en el proceso.

No importa si los costos de tener y vivir con diabetes, del tipo que sea, los pago de mi bolsillo o salen del sistema de salud al que pueda estar afiliado. Finalmente, es un dinero que pudo haber tenido un mejor empleo, especialmente si soy yo (o tu que lo estas leyendo), el sujeto del tratamiento a una complicación. Al final, no importa quién lo pague, quien sufre el daño, la incapacidad y la muerte, es quien aporta el precio mayor, la propia vida.


lunes, 21 de julio de 2008

Obesidad y diabetes.


Agradezco a Ramón III quien dejó un interesante comentario al blog del 15 de junio de 2007. Ha pasado más de un año de esa entrada que trató sobre la, entonces sorprendente, relación entre la cirugía bariátrica y la desaparición de las glucemias elevadas en los diabéticos tipo 2 (DM2), lo que en aquel entonces inducía a pensar en la cura para la DM2.

Lo que hoy sabemos es un poco más que hace un año, pero aun no hay evidencia contundente que identifique la razón real de la “cura” para la DM2. Hasta la fecha, se mantiene bajo observación a la que parece ser la principal responsable de la “cura”, la proteína GLP-1 (Glucagon Like Peptide 1).

Como comenté en esa ocasión, la aparente causa de la mejora puede explicarla el regreso a la normalidad en la producción de la GLP-1, al recortarse el intestino delgado. Una pista al respecto de la importancia de esta proteína, es el mecanismo de acción del medicamento Exenatide, que se usa para tratar la DM2 y que consta de una sustancia que actúa como receptor del GLP-1 y entre otros efectos actúa como un estimulante de la secreción de Insulina como respuesta a la Glucosa, suprime la secreción inadecuada del Glucagón y retrasa el vaciado gástrico. Otros efectos sobre mecanismos crónicos son el aumento de la masa de células beta en el páncreas, disminución de peso y disminución del apetito. Harta coincidencia, ¿verdad?.

Si bien en las respuestas a los comentarios recibidos sobre dicha entrada manifesté reiteradamente en ese momento que no había opción de cirugía bariátrica para personas con DM2 que no tuvieran obesidad mórbida (IMC>40), en el lapso transcurrido los criterios han ido cambiando paulatinamente y actualmente algunas instituciones no solamente aceptan, sino que recomiendan el Bypass gástrico para diabéticos tipo 2 que presenten sobrepeso aunque no haya obesidad mórbida, con la expectativa de regresarlos a la normalidad a esos pacientes evitando las complicaciones crónicas de la DM. En algunos círculos médicos, incluso están considerando la posibilidad de realizar la cirugía a diabéticos tipo 2 con IMC normal, con el objetivo de “curarla

Dentro de las diferentes técnicas de reducción de peso por cirugía, la denominada Roux-en-Y o Bypass Gástrico, es la que ha reportado el hallazgo relativo a la mejoría de los valores de glucemia en pacientes con DM2 previa al procedimiento. Sin embargo, a la fecha su principal recomendación es como método de reducción de peso.

Por lo pronto, lo que nos queda a los esperanzados en obtener “el milagro”, es aguardar a que las investigaciones arrojen resultados contundentes, ya que una cirugía siempre es un procedimiento que pone en alto riesgo nuestra vida y debe ser el último y no el primer recurso al que recurrir.

Como comentario: Uno de los factores limitantes más importantes para considerar esta cirugía como “la solución” milagrosa como para curar la DM2 –a mi juicio-, es que existe el riesgo de perder sus beneficios si no se sigue una serie de acciones de control y disciplina post operatorias, que deben realizarse de por vida. Mantener una dieta rica en proteína, hacer ejercicio al menos cuarenta minutos diarios y tomar complementos vitamínicos para evitar descalcificación y otras consecuencias por lo limitado de la dieta. Existen casos en que al no seguir esa disciplina, la obesidad se recupera ya que el estómago es un músculo que puede expandirse casi ilimitadamente y el éxito del bypass reside en que queda un reservorio muy pequeño que impide comer lo que antes de ésta se ingería. Es probable que al recuperar el sobrepeso, la DM2 regrese como una segunda consecuencia indeseable.

Solo el tiempo y los estudios serios al respecto nos podrán dar una respuesta a esta interrogante. Por mi parte, tengo una dieta de máximo 2000 KCal y hago al menos cuarenta minutos diarios de ejercicio, lo que me mentiene en mi peso y controlada la glucosa, por lo que la cirugía no es una opción que me planteé alguna ventaja adicional. Más bien, es un recurso para aquellos que tienen realmente problemas para controlar la glucosa y, muy probablemente el peso, también. Estaremos pendientes.

lunes, 30 de junio de 2008

¡Ya están aquí las vacaciones!


Para todos aquellos que vivimos alrededor del cotidiano ciclo anual al que medimos con el calendario el cual nos separa el tiempo en doce meses y los meses los agrupa en cuatro estaciones, nos encontramos con que la llegada del medio tiempo coincide con los meses de junio, julio y agosto, lo que significa también, para quienes vivimos en el hemisferio norte, que el verano ya está aquí y es momento de tomar unas muy merecidas vacaciones. O al menos eso es lo que nos decimos para justificar esa compulsión a dejarlo todo, abandonar nuestra rutina y, si es posible, nuestro lugar de residencia y lanzarnos en busca de un asoleado espacio en alguna playa o algún otro sitio donde holgazanear unos días, en espera de tostar la piel mientras tratamos de recargar las ya casi agotadas baterías.

Todo alrededor de las vacaciones se convierte en prisas, caos y descontrol. Si no somos excelentes planificadores de eventos de descanso –yo no lo soy y apuesto a que la mayoría tampoco-, entonces nos encontraremos con no pocas sorpresas el tiempo que andemos fuera de casa, ese confortable refugio en que habitamos y nos mantiene seguros. Así es, salir de vacaciones implica abandonar nuestras zonas de confort, enfrentarnos a situaciones nuevas, cambiar horarios de levantarnos, acostarnos y la cantidad e intensidad de actividades que realizamos. En ello está la belleza de las vacaciones. Si no implicaran cierto grado de aventura, la opción sería encerrarnos en casa, leyendo novelas en la tina del baño para mantenernos en remojo con la ficción de la segura vacación segura.

Para quienes somos diabéticos, independientemente del tipo de diabetes que padezcamos, la vida diaria nos exige planeación, es decir, anticipar y definir qué necesidades tendremos durante el día y esto todos los días. Pero cuando salimos de viaje, especialmente en época de vacaciones, ¿qué cambios, previsiones y cuidados debemos de tener para no arriesgarnos a un descontrol que pudiera desencadenar en graves consecuencias?

El Joslin Diabetes Center publica en la Web un decálogo de medidas inteligentes a tomar para cuando salimos de vacaciones y las mal traduzco y comparto para quienes las puedan encontrar de utilidad. Estos consejos van dirigidos a todo tipo de diabéticos, por lo que usando un buen criterio, sabremos cuáles nos aplican y cuales no nos corresponden.

#1 Mantén tus suministros a la mano. Cualquiera que sea tu medio de transporte (avión, auto, barco o tren), asegúrate que todos los objetos relacionados con el control de tu diabetes estén accesibles fácilmente. Si vas a volar, pon todos tus suministros en una bolsa adecuada en material y tamaño pequeño. Si llevas tu glucómetro, insulina extra, o algún otro material sensible, asegúrate de llevarlo ahí mismo ya que el equipaje documentado puede quedar sujeto a temperaturas extremas de frío o calor. Si usas algún aparato para mantener fría la insulina, asegúrate que no sea congelante ya que congelada pierde su eficacia.

#2 Trata de mantenerte en tu rutina. Viajar es la mejor manera de sacar a los diabéticos de su rutina de cuidados sin que ello implique falla personal. El retraso de un vuelo puede significar espera de horas o si hay cambio de horario puede generar sensación de hambre cuando debiéramos estar dormidos. Los diabéticos debemos tratar de mantener nuestras rutinas lo más posible y ello puede implicar llevar a la mano colaciones extra para el avión. Quizá alguna requiera incluso mantenerse fresca. Una recomendación sería anotar nuestro número de asiento en el empaque y pedirle al personal de a bordo lo refrigeren en el área correspondiente.

#3 Obtén documentación. Lleva una nota o receta de tu médico en la que indique que tienes Diabetes y por ello la necesidad de cargar con tu medicación y otros suministros contigo. Si vas a un país con diferente idioma, manda hacer una traducción y sáca varias copias para distribuirlas con quienes viajen contigo, para que siempre tengas un respaldo.

#4 Informa a seguridad del aeropuerto que tienes diabetes. Cuando vueles, recuerda colocar tus suministros para diabetes en un pequeño contenedor por separado de otros líquidos que puedas llevar a bordo, facilitando así la inspección de seguridad.

#5 Prepárate siempre para tratar una baja en glucosa. Al viajar podemos alterar nuestra rutina normal tanto para los alimentos como medicamentos, insulina, la más crítica. También podemos andar de excursión o incrementando nuestra actividad física en general. Por ello debemos prepararnos para cuando nos baje la glucosa, llevando siempre caramelos, tabletas de glucosa –mejor opción pues no se derriten, explotan o de hacen pegajosas-, glucagón o aquello que nuestro médico nos haya recomendados.

#6 Investiga lo que comes. Si consumes insulina con los alimentos, haz tu mejor esfuerzo para estimar la cantidad de carbohidratos en tus comidas para que tu dosis sea la adecuada. Se recomienda hacer una investigación – siempre que se pueda-, sobre la comida local y se dan un par de direcciones en la red con información –desafortunadamente, solo en inglés-, que les comparto Calorie King y Nutrition Data Estos sitios, se supone, permiten verificar valores para una gran variedad de platillos. De cualquier manera, la recomendación es tomar muestras de sangre antes y después de las comidas para ver qué tanto afectan el control ya que es crucial mantener la glucosa en sus parámetros.

#7 Incrementa tus suministros. Puede que vayas a un lugar no muy lejano y sólo por una semana, pero es inteligente empacar como si se fuera a estar dos semanas. Haz una lista de lo necesario y revísala varias veces. Cita la lista el ejemplo de las bombas de insulina, en las que recomienda que verifiques con tu proveedor si hay algún sitio de préstamo de equipos en tu destino, por si acaso.

#8 Considera los cambios de zona horaria. Si usas bomba de insulina, asegúrate de ajustar el reloj de la bomba a la nueva hora local. Si no sabes cómo hacerlo, pide asistencia a tu equipo de especialistas en diabetes.

#9 Pruébate la glucosa en sangre. Viajar puede acarrear toda clase de efectos sobre el control de la diabetes. Por ejemplo, en el trayecto a tu destino, puedes permanecer sentado en una sola postura por lapsos prolongados. Mantén presente que la inactividad puede apresurar que tus niveles de glucosa se eleven; por el contrario, pasear y otras actividades físicas pueden disminuirla. Debido a los cambios de actividad, es importante controlar la glucosa antes y después de las comidas. Si no sabes cómo controlar los picos, asesórate con tu médico antes del viaje.

#10 Dile a todos que tienes diabetes. Aunque no siempre es agradable pues te puedes cruzar con esa piadosa mirada de “ay, pobrecita criaturita” es importante que quienes viajen contigo sepan que tienes diabetes. Hazles saber lo que necesitas para mantenerte sano y activo en tu travesía y qué deben hacer en caso de una emergencia. Usa siempre una identificación médica que indique tu condición (brazalete, cadena con placa), que indique si usas insulina y un teléfono de contacto en caso de urgencia médica. Si viajas con tu celular, es buena idea que tengas un numero designado como “Contacto de emergencia” Muchos equipos de respuesta a emergencia están entrenados para buscar estos datos en un celular.

Asi pues, con un poco de planeación extra aparte de asegurar el hotel, auto de renta, excursiones locales y entradas a los antros, el tomar un espacio para anticiparnos a cualquier situación no deseada nos ayudará a mantener un mejor control de nuestra salud y disfrutar de unas mejores vacaciones.

jueves, 26 de junio de 2008

Al filo de la navaja – (A mis hijas y mis hermanos)


Un poco de historia personal y familiar:

A la familia a la que pertenezco, no le es desconocido el concepto de la vida con diabetes. El antecedente inmediato y de mayor peso genético y emocional por haber convivido desde mi lejana niñez con ello, fue nuestro padre, quien además de ser un excelente abogado y ejemplo de honestidad personal y profesional, fue diabético muy indisciplinado y –anécdotas abundan al respecto- tremendamente difícil de controlar o manejar en hábitos de alimentación y terapéuticamente por lo menos durante cincuenta años. Quede en descargo de mi padre que vivió en una época en que los tratamientos para la Diabetes tipo 2 eran primitivos por decir lo menos y lo que se creía que era bueno para su dieta, hoy sería motivo de un soponcio para cualquier nutriólogo bien entrenado en manejo de pacientes con diabetes.

Cotidianamente recurro a títulos de películas o novelas para encabezar mis entradas. De hecho, este blog tiene un nombre inspirado en la –por cierto bastante poco imaginativa-, traducción que se le hizo al título de la película “Dial M for Murder” del célebre director Alfred Hitchcock. El título de hoy refiere más que al contexto de la novela de Somerset (The razor’s Edge en el original), al concepto de alto riesgo ante una determinada situación.

El alto riesgo, obviamente, se refiere a esos antecedentes genético-familiares que nos van haciendo propensos a sufrir alguna enfermedad, malformación o deficiencia como resultado de las condiciones que nuestros padres nos transmiten sin proponérselo. Bien, no podemos culparlos, no ahora en la era del ADN, ni antes cuando desconocían prácticamente la carga genética que transferían como legado a sus descendientes.

Aun nosotros, adultos en este inicio del siglo XXI, desconocemos qué clase de problemas estamos transmitiendo a la siguiente generación. Si nos ponemos a meditar sobre nuestro genoma particular, creo que poco podremos aportar al tema ya que estamos aun a cierta distancia en el tiempo –espero que no mucha-, de poder poseer el total de nuestra información genética, incluyendo la lectura precisa de las características, ventajas, riesgos y posibles curas de aquellos males que potencialmente serían una amenaza a nuestra salud. Este pensamiento, actualmente no pasa de ser un buen deseo hacia la ciencia médica, casi asentado en el terreno de la Ciencia Ficción.

Pero actualmente no todo son la ignorancia o el conocimiento total. La ciencia médica ha dado saltos espectaculares en el conocimiento de cómo estamos conformados los seres vivos, con especial énfasis en los humanos, por lo que podemos saber con mucha precisión qué riesgos reales están en nuestro horizonte de vida y de nosotros depende qué acciones tomar para evitarlos o padecerlos con menor gravedad que si no lo hubiésemos sabido a tiempo.

La lista de problemas de origen genético es enorme y cada día se va ampliando. Ello nos lleva a la realidad de que la gran mayoría de las enfermedades en el catálogo humano, no aparecen de la nada y que más bien ya teníamos en el código genético la programación para activarlas y en ocasiones, otros factores como medio ambiente y estilo de vida, son el detonador que lanza la señal de activación de los genes que nos pasan a perjudicar nuestra idílica existencia.

La Diabetes es precisamente una de las enfermedades que tienen un origen genético y cuyo riesgo de padecerla se va incrementando con el número de parientes en primer y segundo grado con los genes apropiados. Adicionalmente, factores como el estilo de vida, hábitos de alimentación y medio ambiente, contribuyen a acelerar e incluso a empeorar la condición.

Yo soy Diabético, mi padre lo fue y tengo cinco hermanos (cuatro hombres y una mujer) y dos hijas. La genética la comparto con mis hermanos y a mis hijas les paso un riesgo incrementado dado que ambos abuelos y su padre pertenecemos al grupo de diabéticos.

Por ello la dedicatoria de hoy es a quienes más cercanos tengo desde el punto de vista biológico y simplemente les recuerdo que aunque estoy conciente del refrán que sentencia “nadie escarmienta en cabeza –o en páncreas, en este caso-, ajena”, nunca está de más el desear que jamás tengan que ponerse en mis zapatos –pie de diabético incluido- y dediquen un tiempo a meditar y aprender sobre la diabetes, más que como preparativo hacia algo que deseo nunca padezcan, sino para poder, con conocimiento de causa, disminuir los riesgos no genéticos que puedan desencadenarles una condición diabética.

Los pasos son simples, sencillos (aparentemente) y no muy costosos de implementar. Tienen que ver con buscar un estilo de vida activo, con comidas variadas que incluyan todos los grupos alimenticios y que mantengan un peso cercano a lo ideal con cintura menor a los 90 cm para ellos y 80 cm para ellas.

A lo largo de la existencia de este espacio he escrito algunos consejos sobre alimentación, ejercicio y prácticas de vida sana para diabéticos y sus familias. Hoy con todo el propósito e intención se lo dedico a mis hijas y mis hermanos. Espero que la semilla caiga en tierra fértil y el fantasma de la diabetes y sus devastadoras consecuencias se quede en la anécdota del padre o hermano diabético que, afortunadamente, fue el último de la familia que la padeció.

viernes, 6 de junio de 2008

¿Acaso seré yo, maestro?


Famosa frase dicha por el tristemente célebre Secretario de Hacienda de Cristo allá por el que consideramos el año treinta y tres de nuestra era calendario. Frase que actualmente se aplica para aquellos que fingiendo inocencia, pretenden simular lo que no son o evadir una responsabilidad por actos cometidos u omitidos.

En el Imperio Romano, allá por las mismas fechas de la citada anécdota, los súbditos del César ya tenían un vocablo para expresar la acción de dejar para mañana o diferir o postergar indefinidamente la realización de una o más actividades por otras que pudieran ser consideradas como irrelevantes o más placenteras en comparación con aquella diferida.

La palabrita en cuestión es PROCRASTINACIÓN, que proviene de las voces latinas pro-(adelante) y crastinus-(relacionado con el mañana). De acuerdo con Wikipedia, “el término se aplica comúnmente al sentido de ansiedad generado ante una tarea pendiente de concluir. El acto que se procrastina puede ser percibido como abrumador, desafiante, inquietante, peligroso, difícil, tedioso o aburrido, es decir estresante. La procrastinación también puede ser un síntoma de algún desorden psicológico como depresión o TDAH (trastorno por déficit de atención con hiperactividad)

Hagan sus apuestas, pues como soy mas que indiciado con tal ominosa conducta, puede que mi procrastinación al cotidiano texto de este blog se explique por “todas las anteriores”, típica respuesta de examen de opción múltiple. De cualquier manera no tengo pretexto y si un muy largo rato de permanecer ausente de este espacio y de descuidar mis controles cotidianos de índice de glucemia en sangre (el famosamente molesto piquete al dedo para rendir tributo de sangre a la deidad conocida como glucómetro).

Afortunadamente –para mí-, el descuido y falta de control no han llegado más lejos. Por alguna extraña compulsión, en estos meses de abandono del blog, he mantenido una inexplicable disciplina en mi alimentación, en el régimen de actividad física y otros hábitos de higiene elemental, además de no haber fallado a ninguna cita médica con los horrendos preludios de visita al vampiro ni a mi régimen de medicamentos prescritos. Como resultado puedo decir abiertamente que mi estado general de salud no está dañado más allá que lo que el natural envejecimiento me impone. El impacto de la diabetes es, hasta el momento, imperceptible.

Por todo lo anteriormente expresado, medito ante el teclado lo grave que puede llegar a ser una actitud de descuido y procrastinación ante una enfermedad de la seriedad y potenciales consecuencias de la diabetes. Gravedad que me hace sentir como adolescente rebelde que se va de pinta sin permiso de sus padres y, como suele ocurrir –a mi me llegó a suceder más de una vez en mi adolescencia-, meterse en un lío realmente gordo del cual, por acto de divina piedad, sale airoso y sin consecuencias y por supuesto que la familia ni se entera. Esa actitud adolescente la explica la ciencia médica en función de la inmadurez cerebral que impide a individuos menores a los 23 años tener conciencia plena de las consecuencias de los actos realizados. Incapacidad para ver el efecto-causa, le dicen.

Pero para alguien de mi edad, conociendo la realidad de las posibles consecuencias del descuido y sabiendo que al igual que todos los diabéticos no soy capaz de percibir hiperglucemias o hipoglucemias leves. Que tampoco percibo los leves pero continuos daños que se van acumulando con el descontrol de los niveles de glucosa en la sangre, no hay modo de fingir demencia ni aplicar la frase de Judas. Dejar la salud a la suerte no es un modelo a seguir.