lunes, 30 de junio de 2008

¡Ya están aquí las vacaciones!


Para todos aquellos que vivimos alrededor del cotidiano ciclo anual al que medimos con el calendario el cual nos separa el tiempo en doce meses y los meses los agrupa en cuatro estaciones, nos encontramos con que la llegada del medio tiempo coincide con los meses de junio, julio y agosto, lo que significa también, para quienes vivimos en el hemisferio norte, que el verano ya está aquí y es momento de tomar unas muy merecidas vacaciones. O al menos eso es lo que nos decimos para justificar esa compulsión a dejarlo todo, abandonar nuestra rutina y, si es posible, nuestro lugar de residencia y lanzarnos en busca de un asoleado espacio en alguna playa o algún otro sitio donde holgazanear unos días, en espera de tostar la piel mientras tratamos de recargar las ya casi agotadas baterías.

Todo alrededor de las vacaciones se convierte en prisas, caos y descontrol. Si no somos excelentes planificadores de eventos de descanso –yo no lo soy y apuesto a que la mayoría tampoco-, entonces nos encontraremos con no pocas sorpresas el tiempo que andemos fuera de casa, ese confortable refugio en que habitamos y nos mantiene seguros. Así es, salir de vacaciones implica abandonar nuestras zonas de confort, enfrentarnos a situaciones nuevas, cambiar horarios de levantarnos, acostarnos y la cantidad e intensidad de actividades que realizamos. En ello está la belleza de las vacaciones. Si no implicaran cierto grado de aventura, la opción sería encerrarnos en casa, leyendo novelas en la tina del baño para mantenernos en remojo con la ficción de la segura vacación segura.

Para quienes somos diabéticos, independientemente del tipo de diabetes que padezcamos, la vida diaria nos exige planeación, es decir, anticipar y definir qué necesidades tendremos durante el día y esto todos los días. Pero cuando salimos de viaje, especialmente en época de vacaciones, ¿qué cambios, previsiones y cuidados debemos de tener para no arriesgarnos a un descontrol que pudiera desencadenar en graves consecuencias?

El Joslin Diabetes Center publica en la Web un decálogo de medidas inteligentes a tomar para cuando salimos de vacaciones y las mal traduzco y comparto para quienes las puedan encontrar de utilidad. Estos consejos van dirigidos a todo tipo de diabéticos, por lo que usando un buen criterio, sabremos cuáles nos aplican y cuales no nos corresponden.

#1 Mantén tus suministros a la mano. Cualquiera que sea tu medio de transporte (avión, auto, barco o tren), asegúrate que todos los objetos relacionados con el control de tu diabetes estén accesibles fácilmente. Si vas a volar, pon todos tus suministros en una bolsa adecuada en material y tamaño pequeño. Si llevas tu glucómetro, insulina extra, o algún otro material sensible, asegúrate de llevarlo ahí mismo ya que el equipaje documentado puede quedar sujeto a temperaturas extremas de frío o calor. Si usas algún aparato para mantener fría la insulina, asegúrate que no sea congelante ya que congelada pierde su eficacia.

#2 Trata de mantenerte en tu rutina. Viajar es la mejor manera de sacar a los diabéticos de su rutina de cuidados sin que ello implique falla personal. El retraso de un vuelo puede significar espera de horas o si hay cambio de horario puede generar sensación de hambre cuando debiéramos estar dormidos. Los diabéticos debemos tratar de mantener nuestras rutinas lo más posible y ello puede implicar llevar a la mano colaciones extra para el avión. Quizá alguna requiera incluso mantenerse fresca. Una recomendación sería anotar nuestro número de asiento en el empaque y pedirle al personal de a bordo lo refrigeren en el área correspondiente.

#3 Obtén documentación. Lleva una nota o receta de tu médico en la que indique que tienes Diabetes y por ello la necesidad de cargar con tu medicación y otros suministros contigo. Si vas a un país con diferente idioma, manda hacer una traducción y sáca varias copias para distribuirlas con quienes viajen contigo, para que siempre tengas un respaldo.

#4 Informa a seguridad del aeropuerto que tienes diabetes. Cuando vueles, recuerda colocar tus suministros para diabetes en un pequeño contenedor por separado de otros líquidos que puedas llevar a bordo, facilitando así la inspección de seguridad.

#5 Prepárate siempre para tratar una baja en glucosa. Al viajar podemos alterar nuestra rutina normal tanto para los alimentos como medicamentos, insulina, la más crítica. También podemos andar de excursión o incrementando nuestra actividad física en general. Por ello debemos prepararnos para cuando nos baje la glucosa, llevando siempre caramelos, tabletas de glucosa –mejor opción pues no se derriten, explotan o de hacen pegajosas-, glucagón o aquello que nuestro médico nos haya recomendados.

#6 Investiga lo que comes. Si consumes insulina con los alimentos, haz tu mejor esfuerzo para estimar la cantidad de carbohidratos en tus comidas para que tu dosis sea la adecuada. Se recomienda hacer una investigación – siempre que se pueda-, sobre la comida local y se dan un par de direcciones en la red con información –desafortunadamente, solo en inglés-, que les comparto Calorie King y Nutrition Data Estos sitios, se supone, permiten verificar valores para una gran variedad de platillos. De cualquier manera, la recomendación es tomar muestras de sangre antes y después de las comidas para ver qué tanto afectan el control ya que es crucial mantener la glucosa en sus parámetros.

#7 Incrementa tus suministros. Puede que vayas a un lugar no muy lejano y sólo por una semana, pero es inteligente empacar como si se fuera a estar dos semanas. Haz una lista de lo necesario y revísala varias veces. Cita la lista el ejemplo de las bombas de insulina, en las que recomienda que verifiques con tu proveedor si hay algún sitio de préstamo de equipos en tu destino, por si acaso.

#8 Considera los cambios de zona horaria. Si usas bomba de insulina, asegúrate de ajustar el reloj de la bomba a la nueva hora local. Si no sabes cómo hacerlo, pide asistencia a tu equipo de especialistas en diabetes.

#9 Pruébate la glucosa en sangre. Viajar puede acarrear toda clase de efectos sobre el control de la diabetes. Por ejemplo, en el trayecto a tu destino, puedes permanecer sentado en una sola postura por lapsos prolongados. Mantén presente que la inactividad puede apresurar que tus niveles de glucosa se eleven; por el contrario, pasear y otras actividades físicas pueden disminuirla. Debido a los cambios de actividad, es importante controlar la glucosa antes y después de las comidas. Si no sabes cómo controlar los picos, asesórate con tu médico antes del viaje.

#10 Dile a todos que tienes diabetes. Aunque no siempre es agradable pues te puedes cruzar con esa piadosa mirada de “ay, pobrecita criaturita” es importante que quienes viajen contigo sepan que tienes diabetes. Hazles saber lo que necesitas para mantenerte sano y activo en tu travesía y qué deben hacer en caso de una emergencia. Usa siempre una identificación médica que indique tu condición (brazalete, cadena con placa), que indique si usas insulina y un teléfono de contacto en caso de urgencia médica. Si viajas con tu celular, es buena idea que tengas un numero designado como “Contacto de emergencia” Muchos equipos de respuesta a emergencia están entrenados para buscar estos datos en un celular.

Asi pues, con un poco de planeación extra aparte de asegurar el hotel, auto de renta, excursiones locales y entradas a los antros, el tomar un espacio para anticiparnos a cualquier situación no deseada nos ayudará a mantener un mejor control de nuestra salud y disfrutar de unas mejores vacaciones.

jueves, 26 de junio de 2008

Al filo de la navaja – (A mis hijas y mis hermanos)


Un poco de historia personal y familiar:

A la familia a la que pertenezco, no le es desconocido el concepto de la vida con diabetes. El antecedente inmediato y de mayor peso genético y emocional por haber convivido desde mi lejana niñez con ello, fue nuestro padre, quien además de ser un excelente abogado y ejemplo de honestidad personal y profesional, fue diabético muy indisciplinado y –anécdotas abundan al respecto- tremendamente difícil de controlar o manejar en hábitos de alimentación y terapéuticamente por lo menos durante cincuenta años. Quede en descargo de mi padre que vivió en una época en que los tratamientos para la Diabetes tipo 2 eran primitivos por decir lo menos y lo que se creía que era bueno para su dieta, hoy sería motivo de un soponcio para cualquier nutriólogo bien entrenado en manejo de pacientes con diabetes.

Cotidianamente recurro a títulos de películas o novelas para encabezar mis entradas. De hecho, este blog tiene un nombre inspirado en la –por cierto bastante poco imaginativa-, traducción que se le hizo al título de la película “Dial M for Murder” del célebre director Alfred Hitchcock. El título de hoy refiere más que al contexto de la novela de Somerset (The razor’s Edge en el original), al concepto de alto riesgo ante una determinada situación.

El alto riesgo, obviamente, se refiere a esos antecedentes genético-familiares que nos van haciendo propensos a sufrir alguna enfermedad, malformación o deficiencia como resultado de las condiciones que nuestros padres nos transmiten sin proponérselo. Bien, no podemos culparlos, no ahora en la era del ADN, ni antes cuando desconocían prácticamente la carga genética que transferían como legado a sus descendientes.

Aun nosotros, adultos en este inicio del siglo XXI, desconocemos qué clase de problemas estamos transmitiendo a la siguiente generación. Si nos ponemos a meditar sobre nuestro genoma particular, creo que poco podremos aportar al tema ya que estamos aun a cierta distancia en el tiempo –espero que no mucha-, de poder poseer el total de nuestra información genética, incluyendo la lectura precisa de las características, ventajas, riesgos y posibles curas de aquellos males que potencialmente serían una amenaza a nuestra salud. Este pensamiento, actualmente no pasa de ser un buen deseo hacia la ciencia médica, casi asentado en el terreno de la Ciencia Ficción.

Pero actualmente no todo son la ignorancia o el conocimiento total. La ciencia médica ha dado saltos espectaculares en el conocimiento de cómo estamos conformados los seres vivos, con especial énfasis en los humanos, por lo que podemos saber con mucha precisión qué riesgos reales están en nuestro horizonte de vida y de nosotros depende qué acciones tomar para evitarlos o padecerlos con menor gravedad que si no lo hubiésemos sabido a tiempo.

La lista de problemas de origen genético es enorme y cada día se va ampliando. Ello nos lleva a la realidad de que la gran mayoría de las enfermedades en el catálogo humano, no aparecen de la nada y que más bien ya teníamos en el código genético la programación para activarlas y en ocasiones, otros factores como medio ambiente y estilo de vida, son el detonador que lanza la señal de activación de los genes que nos pasan a perjudicar nuestra idílica existencia.

La Diabetes es precisamente una de las enfermedades que tienen un origen genético y cuyo riesgo de padecerla se va incrementando con el número de parientes en primer y segundo grado con los genes apropiados. Adicionalmente, factores como el estilo de vida, hábitos de alimentación y medio ambiente, contribuyen a acelerar e incluso a empeorar la condición.

Yo soy Diabético, mi padre lo fue y tengo cinco hermanos (cuatro hombres y una mujer) y dos hijas. La genética la comparto con mis hermanos y a mis hijas les paso un riesgo incrementado dado que ambos abuelos y su padre pertenecemos al grupo de diabéticos.

Por ello la dedicatoria de hoy es a quienes más cercanos tengo desde el punto de vista biológico y simplemente les recuerdo que aunque estoy conciente del refrán que sentencia “nadie escarmienta en cabeza –o en páncreas, en este caso-, ajena”, nunca está de más el desear que jamás tengan que ponerse en mis zapatos –pie de diabético incluido- y dediquen un tiempo a meditar y aprender sobre la diabetes, más que como preparativo hacia algo que deseo nunca padezcan, sino para poder, con conocimiento de causa, disminuir los riesgos no genéticos que puedan desencadenarles una condición diabética.

Los pasos son simples, sencillos (aparentemente) y no muy costosos de implementar. Tienen que ver con buscar un estilo de vida activo, con comidas variadas que incluyan todos los grupos alimenticios y que mantengan un peso cercano a lo ideal con cintura menor a los 90 cm para ellos y 80 cm para ellas.

A lo largo de la existencia de este espacio he escrito algunos consejos sobre alimentación, ejercicio y prácticas de vida sana para diabéticos y sus familias. Hoy con todo el propósito e intención se lo dedico a mis hijas y mis hermanos. Espero que la semilla caiga en tierra fértil y el fantasma de la diabetes y sus devastadoras consecuencias se quede en la anécdota del padre o hermano diabético que, afortunadamente, fue el último de la familia que la padeció.

viernes, 6 de junio de 2008

¿Acaso seré yo, maestro?


Famosa frase dicha por el tristemente célebre Secretario de Hacienda de Cristo allá por el que consideramos el año treinta y tres de nuestra era calendario. Frase que actualmente se aplica para aquellos que fingiendo inocencia, pretenden simular lo que no son o evadir una responsabilidad por actos cometidos u omitidos.

En el Imperio Romano, allá por las mismas fechas de la citada anécdota, los súbditos del César ya tenían un vocablo para expresar la acción de dejar para mañana o diferir o postergar indefinidamente la realización de una o más actividades por otras que pudieran ser consideradas como irrelevantes o más placenteras en comparación con aquella diferida.

La palabrita en cuestión es PROCRASTINACIÓN, que proviene de las voces latinas pro-(adelante) y crastinus-(relacionado con el mañana). De acuerdo con Wikipedia, “el término se aplica comúnmente al sentido de ansiedad generado ante una tarea pendiente de concluir. El acto que se procrastina puede ser percibido como abrumador, desafiante, inquietante, peligroso, difícil, tedioso o aburrido, es decir estresante. La procrastinación también puede ser un síntoma de algún desorden psicológico como depresión o TDAH (trastorno por déficit de atención con hiperactividad)

Hagan sus apuestas, pues como soy mas que indiciado con tal ominosa conducta, puede que mi procrastinación al cotidiano texto de este blog se explique por “todas las anteriores”, típica respuesta de examen de opción múltiple. De cualquier manera no tengo pretexto y si un muy largo rato de permanecer ausente de este espacio y de descuidar mis controles cotidianos de índice de glucemia en sangre (el famosamente molesto piquete al dedo para rendir tributo de sangre a la deidad conocida como glucómetro).

Afortunadamente –para mí-, el descuido y falta de control no han llegado más lejos. Por alguna extraña compulsión, en estos meses de abandono del blog, he mantenido una inexplicable disciplina en mi alimentación, en el régimen de actividad física y otros hábitos de higiene elemental, además de no haber fallado a ninguna cita médica con los horrendos preludios de visita al vampiro ni a mi régimen de medicamentos prescritos. Como resultado puedo decir abiertamente que mi estado general de salud no está dañado más allá que lo que el natural envejecimiento me impone. El impacto de la diabetes es, hasta el momento, imperceptible.

Por todo lo anteriormente expresado, medito ante el teclado lo grave que puede llegar a ser una actitud de descuido y procrastinación ante una enfermedad de la seriedad y potenciales consecuencias de la diabetes. Gravedad que me hace sentir como adolescente rebelde que se va de pinta sin permiso de sus padres y, como suele ocurrir –a mi me llegó a suceder más de una vez en mi adolescencia-, meterse en un lío realmente gordo del cual, por acto de divina piedad, sale airoso y sin consecuencias y por supuesto que la familia ni se entera. Esa actitud adolescente la explica la ciencia médica en función de la inmadurez cerebral que impide a individuos menores a los 23 años tener conciencia plena de las consecuencias de los actos realizados. Incapacidad para ver el efecto-causa, le dicen.

Pero para alguien de mi edad, conociendo la realidad de las posibles consecuencias del descuido y sabiendo que al igual que todos los diabéticos no soy capaz de percibir hiperglucemias o hipoglucemias leves. Que tampoco percibo los leves pero continuos daños que se van acumulando con el descontrol de los niveles de glucosa en la sangre, no hay modo de fingir demencia ni aplicar la frase de Judas. Dejar la salud a la suerte no es un modelo a seguir.