Sí, ya lo sé, es temporada de hacer propósitos, propósitos que se van diluyendo conforme van pasando los días, semanas y los que sobreviven lo suficiente, quizá algunos de los primeros meses, inexorablemente se van perdiendo en la añeja rutina que nos ha absorbido toda la vida y al parecer no importa cuánto entusiasmo nos invada al hacerlos, parece ser que la realidad se empeña en hacernos saber que la fuerza de voluntad no siempre es equiparable al entusiasmo. Si bien hacer propósitos, particularmente al inicio del año, es un indicio positivo de que sabemos que tenemos que cambiar, hacer algo diferente –y generalmente sabemos con toda claridad qué es ello que hay que hacer o cambiar-, al parecer el simple acto de declarar los propósitos, ya sea en voz alta o por escrito, tiene el efecto de drenar la energía de realización.
Aunque mi propósito para este nuevo año que comienza fue no hacer ningún propósito, no puedo dejar de lado el tema y no es porque repentinamente me sume a la marea de la moda típica de la temporada, ni mucho menos que considere que ya me rendí ante el cliché inevitable. No, simplemente la diferencia está en que no se trata de mis propósitos sino de los propósitos que desde septiembre pasado se recogieron en el “Global Diabetes Plan 2011-2021” de la International Diabetes Federation (IDF, Federación Internacional de Diabetes). Ya había escrito al respecto de este plan en cuanto me llegó a las manos el pasado noviembre, en torno a las celebraciones del Día mundial de la Diabetes y resulta que dada la gravedad del problema, estos propósitos son dignos de la seriedad más extrema y requieren que el mayor número de personas en el mundo nos sumemos a esta enorme tarea. Es probable esta percepción de lo colectivo, lo organizado en masa sea lo que me hace verlo como un propósito con gran viabilidad para ser realizable hasta sus últimas consecuencias positivas.
Habiendo prometido en aquel entonces hacer un análisis de los objetivos de dicho plan, por angas o mangas otros temas se fueron interponiendo en el camino y es ahora en que cuando la idea de propósitos flota en el ambiente los retomo y aprovecho una muy oportuna ocasión para enfocarlos como una serie de propósitos de año nuevo que, de acuerdo al periodo de realización programado, alcanzará para los buenos propósitos del 2012 y hasta el 2021, diez años de propósitos de año nuevo que pretenden, entre otras cosas, frenar la creciente epidemia de diabetes y cambiar la mentalidad general que prevalece sobre la diabetes y cómo es percibida.
Así pues, entremos en materia.
Conocidos los propósitos, es decir los objetivos del plan que son: Mejorar los resultados de salud de las personas con diabetes; Prevenir el desarrollo de la diabetes tipo 2 y Acabar con la discriminación contra las personas con diabetes. Como dichos objetivos son a diez años, es necesario considerar la magnitud e importancia de la tarea por emprender, por lo que la iniciativa rebasa con mucho no solamente las capacidades de un organismo como la IDF (Federación Internacional de la Diabetes, por sus siglas en inglés), sino que incluso reta las capacidades de naciones individuales, por lo que se hace un llamado sumamente amplio a la ONU (Organización de las Naciones Unidas), a sus organismos, entre ellos la OMS (Organización Mundial de la Salud), a los gobiernos (a todos, al menos a los estados miembros de la ONU), a la sociedad civil (a mí y todos ustedes) y, en lo particular a la comunidad diabética mundial (entiendo aquí a todos los que padecemos diabetes o nuestros familiares y a quienes por razones profesionales están en contacto con la diabetes y sus consecuencias).
Si leemos con cuidado los postulados del plan, vemos que la gran directriz se enfoca en tratar de unificar todos los esfuerzos locales -muy dispersos en la actualidad y con resultados positivos a nivel localmente limitados en muchos casos-, hacia una estrategia mundial que esté respaldada incluso como política nacional, que permita resolver un problema que, sabiéndolo controlable, está totalmente fuera de control y adquiriendo dimensiones catastróficas en todos los países en que se presenta.
Dado que dentro del plan que me he fijado este año está el ir desmenuzando y analizando el Plan Global de Diabetes 2011-2021, de a poquitos, en esta ocasión finalizo esta entrada con una reflexión que me inquieta en lo personal. Si bien las estadísticas marcan a la diabetes, particularmente la tipo 2, como un problema controlable que con medidas relativamente sencillas –sencillez a nivel de los sistemas de salud nacionales-, que un componente clave en dicho control es la información y educación, ¿por qué en lo individual no tomamos conciencia que somos un número más en la estadística y simplemente hacemos lo que tenemos que hacer para convertirnos en un numero menos? Después de todo, puede que no me interese la salud del resto de los siete mil millones de personas con las que comparto este apretado planeta, pero ¿mi salud? No puedo obligar a nadie a que se cuide y viva sano, pero si 300 millones de diabéticos tomáramos de ya el compromiso de vivir sanos con nosotros mismos, ¿habría que esperar diez años para ver un cambio en los números? Tampoco lo creo yo. Feliz día de reyes
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