Continuando con el segundo objetivo y sus dimensiones
declaradas:
- Incorporar a la salud en todas las políticas públicas.
- Poner al alcance de todo mundo una nutrición saludable
- Promover la actividad física diaria
- Determinar si un enfoque de prevención de la diabetes tipo dos hacia “el alto riesgo” es adecuado y si así es, implementarlo.
Con espíritu analítico releo y medito sobre el impacto cuando
se declara: “Incorporar a la salud en todas las políticas públicas”, el alcance
de la dimensión considerada implica caer en cuenta que las políticas
gubernamentales aplicadas en un sector, frecuentemente tienen efectos no
pensados en otros sectores, a veces con efectos contraproducentes. Por ejemplo,
actualmente la mayoría de los gobiernos en las naciones económicamente
desarrolladas hacen una evaluación del impacto ambiental de las nuevas
políticas, entendido como una necesidad vital más que una moda pasajera. De
igual forma, este tipo de enfoque debe aplicarse al concepto de la salud de las
sociedades, con atención particularmente en las políticas de desarrollo urbano
y de vivienda, del diseño de los sitios y las áreas de trabajo, la producción,
almacenaje, distribución, publicidad, precio y prácticas comerciales de los
alimentos. Esto incluye también políticas fiscales, económicas y educativas,
particularmente aquellas que impactan a los denominados “grupos vulnerables”
por razones socioeconómicas.
El documento menciona que precisamente la OMS (OrganizaciónMundial de la Salud), promueve un enfoque de evaluación del impacto en la salud
en las políticas sociales, ambientales y económicas. Esto significaría una
evaluación sobre el impacto a la salud de todas las nuevas políticas sobre los
factores de riesgo para la diabetes tipo 2 y otras enfermedades no contagiosas,
previo al momento de realizar inversiones e implementar y engendrar políticas que
promuevan en vez de dañar la salud social.
Menuda tarea para los gobiernos, particularmente en países como
el nuestro, sumidos en el subdesarrollo –aunque bellamente maquillado en el
discurso oficial-, donde los sistemas de partidos luchan ferozmente por los
espacios de poder, en particular los puestos del Ejecutivo y Legislativo, en
donde las rivalidades entre posturas políticas se orientan más en entorpecer a
quien detenta el gobierno, bloqueando o de plano cancelando iniciativas
sumamente valiosas y necesarias, sin importarles el costo nacional en salud,
que es el caso que nos ocupa, por lo que el panorama a futuro pudiera ser
altamente desalentador.
Además de un plan global de diabetes para iniciarlo desde
ya, hace falta un cambio de paradigma que abarque otros aspectos vitales que
produzcan una modificación sustancial en las sociedades “no desarrolladas”. Aunque
hay otras vías que ya iré planteando en las siguientes entradas dedicadas a
este tema, es obvio que no podemos ya detener el desarrollo del país y la
mejora en políticas de salud pública apoyados en la absurda premisa de que una
oposición ciega al partido en el poder por parte de los opositores es la manera
de quitarle triunfos a sus adversarios, aunque el costo sea la calidad de vida
de generaciones de individuos. Patético panorama si nuestra latina cultura no
se modifica y logramos avanzar como una nación civilizada.
De las anteriores dimensiones a implementar, tres han sido
declaradas como prioritarias dado que son plausibles y representan un elevado
potencial de retorno de la inversión. Es decir, se puede obtener una ganancia
tangible en caso de hacerlas realidad. Esta ganancia no solo sería medible en
lo relativo a la diabetes tipo 2, sino que beneficiaría a la población en lo
general, aun a la no propensa genéticamente a la diabetes tipo 2, pues ayudaría
a disminuir cuadros problemáticos de obesidad, hipertensión, cardiopatías, AVC’s
(accidentes vasculares cerebrales), ciertos tipos de cáncer y muchas otras
condiciones de salud.
La primera sería implementar el enfoque de salud en
todas las decisiones públicas, es decir, considerar los riesgos y beneficios de
todas las decisiones políticas y adoptar solo aquellas que favorezcan la salud,
con atención particular a los factores de riesgo de diabetes y enfermedades no
contagiosas y a los determinantes sociales de salud física y mental.
La segunda -por cierto muy controvertida por el poder
de “cabildeo” que tienen las industrias relacionadas que buscan proteger sus
intereses (léase mantener sus utilidades y dominio de los mercados)-, es hacer reducir
la grasa, el azúcar y la sal en la comida y bebidas procesadas, así como
eliminar el uso de grasas “trans”, por medios como políticas fiscales y
reglamentación que además permitan introducir restricciones de marketing de productos
alimenticios “no saludables”, en particular a poblaciones vulnerables como
niños y jóvenes.
La tercera y final, es implementar políticas y
programas “culturalmente apropiados” para reducir conductas sedentarias,
promover la actividad física en espacios específicamente adecuados, incluidas
escuelas y áreas de trabajo.
Nuevamente, aparece el concepto paradigma una y otra vez,
pues el documento implica un cambio conceptual enorme, pero no imposible. En
este punto introduzco una cápsula de opinión personal, agregando que en países como
este México que tanto quiero, una de las amenazas más graves a la solución
correcta de este problema, es que ya está determinado que nuestra población
mestiza (80% o más de nuestra mezcla racial) y la denominada indígena (poco más
del 10%), tienen un mayor riesgo de desarrollar diabetes tipo 2 que otros
grupos raciales, por lo que nuestro problema nacional es más acuciante que en
otros países con mezclas raciales menos proclives.
Sin embargo, uno de los obstáculos más serios que veo para
una solución como la aquí propuesta, está en que el profundo analfabetismo
científico (es decir, nuestra incapacidad para decodificar adecuadamente la
información técnica y científica, separándola de la charlatanería), se ve
propiciado por un régimen político corrupto que a través de sabotear criminalmente
el sistema educativo con una clase magisterial inepta, corrupta y centrada en
obtener privilegios de todo tipo, abandonan a su suerte y en la incompetencia a
millones de niños y jóvenes que crecen como analfabetas funcionales y ven entorpecida
gravemente su capacidad de análisis de la realidad cotidiana. No es de extrañar
puesto que esa ignorancia es la que garantiza el voto “inducido” por la misma clase de propaganda que vende alimentos chatarra. Por ello el cambio de paradigma
desincentivaría a los políticos e industriales de dichos productos alimenticios
para que hagan un esfuerzo hacia una realidad que les haga perder sus
privilegios. Un asunto para meditar profundamente.
En la próxima entrada amenazo analizar el tercer objetivo, “Detener
la discriminación hacia la gente con diabetes”.