Acabado el paréntesis, pero siguiendo en la necedad, entendemos que la naturaleza no da nada sin esfuerzo y que en el examen final a todas las especies las marca para la supervivencia o la extinción, siendo este un proceso de todos los días y no una llamada a prueba cada determinado número de eras. La frase que mejor resume este sesudo análisis es la maldición bíblica “ganarás el pan con el sudor de tu frente”, significando las penurias para obtener el diario sustento y que ser comodino no está bien visto por la madre naturaleza.
Entonces ¿Qué pasó? ¿En que momento perdimos esa ventaja evolutiva y nos tiramos a la milonga y la autocomplacencia alimentaria? Los registros paleontológicos nos remiten a unos veinte o treinta mil años atrás, en que después de salir de la última era glacial hará unos cuarenta mil años, nuestros ancestros aprendieron a cultivar la tierra y a domesticar especies animales en un modelo parecido a lo que hoy llamaríamos granja. Sin embargo, aun dicho modelo provocaba una dosis enorme de trabajo físico y privaciones para mantenerlo en funcionamiento, en que el metabolismo –el balance entre lo que se come y lo que se gasta en energía-, seguía razonablemente equilibrado.
Los historiadores nos cuentan que de siete a nueve mil años atrás, este mamífero a cuya especie pertenecemos, el honorable homo sapiens, comenzó a sobre poblar su planeta madre y aunque el crecimiento poblacional fue lento y poco perceptible en un principio, este inteligente bicho –nosotros-, se comenzó a organizar en sociedades mucho más complejas que lo que la vida nómada le podría permitir y se asentó en grupos grandes, llamados villas, pueblos y, finalmente, ciudades. Con el advenimiento de las ciudades, surgió una nueva clase de sociedad y de división del trabajo, donde el intercambio de bienes, denominado comercio, comenzó a definir la nueva faz de la sociedad y la superficie de la tierra. Con el tiempo aprendimos a transformar, de manera cada vez más eficaz y rápida, nuestro entorno natural y aprendimos a construir con herramientas multiplicando nuestra propia y muy limitada capacidad física, al grado de hacer grandes obras sin prácticamente hacer ningún esfuerzo, gracias al trabajo mecanizado; el máximo ejemplo de economía de movimiento con un resultado tangible a pesar de una enorme distancia, es el control remoto que nos permite realizar la proeza de, con solo mover un dedo, cambiar los canales de la TV sin esfuerzo físico.
Aquí en este preciso momento es en el que entramos al tema de los cuidados y el control que tanto beneficio nos harán, máxime ahora que, gracias a la serie de necedades publicadas previamente, sabemos cómo es que se va generando y proliferando el daño en nuestro organismo y que, en buena medida, en nuestras manos está una buena parte de la sana solución.
Cuidarse o no cuidarse. He ahí la cuestión.
Si bien ya vimos que las complicaciones crónicas de la diabetes son prácticamente las mismas para quienes tenemos DM1 (tipo 1), DM2 (tipo 2), DMG (Gestacional) u otros tipos, los cuidados y precauciones llegan a diferir entre quienes padecemos la DM1 y las DM2 y DMG, que aunque parecidos en líneas generales, tienen diferencias vitales.
Comencemos con las diferencias para luego explorar las similitudes, en donde la parte terapéutica marca la principal diferencia. Aunque cualquier tipo de diabetes puede ser tratado con insulina, su uso es casi exclusivo en el tratamiento para la DM1, ya que el páncreas ha perdido su capacidad para producirla; así pues, para controlar correctamente a una persona con DM1 se requiere la aplicación correcta de dosis de insulina –hasta muy recientemente aplicada únicamente por inyección hasta la aparición de la versión inhalada-, tanto de acción lenta como de acción rápida, dependiendo de cómo reaccione el organismo y los tiempos de comida y de actividad física. Lo anterior debe ir combinado con el engorroso piquete de lanceta para verificar los niveles de glucosa en sangre tanto antes como después de los alimentos.
Por el lado de la DM2 y la DMG, se tratan básicamente con hipoglucemiantes, aunque de la tendencia más reciente es suministrar insulina solamente o en combinación de hipoglucemiantes, especialmente en personas recientemente diagnosticadas y que preferentemente no presenten complicaciones crónicas.
Pero aparte de la parte médica, el tratamiento y control adecuado de la diabetes se basa en otros aspectos cuya importancia no es menor que la de los medicamentos, pero vendrán para las siguientes necedades.