Bueno sí, lo admito. El titulo está por demás descabellado y nada tiene que ver la diabetes –aparentemente-, con la conquista del espacio. Pero tengo una bonita teoría paralela en mente para poner en este blog. A ver si logro mi objetivo.
La afirmación y posterior negación de una posible relación entre los dos temas del título tiene que ver más con el concepto del viaje espacial que con el desarrollo tecnológico que se ha venido dando desde finales de los años 30’s del siglo pasado en cuanto tecnología espacial se refiere. Desde este punto de vista, podremos afirmar que gran parte de la investigación desarrollada por la ciencia relacionada con el tema espacial, ha contribuido enormemente a los avances en otras ramas del conocimiento, incluida la ciencia médica y, que como parte del proceso de miniaturización requerido para aligerar la carga de naves espaciales nos ha dejado gran cantidad de aparatos compactos en el ramo de la ingeniería biomédica, aunque no era ese su propósito original.
La Ciencia y la Tecnología han ido avanzando en paralelo en casi todas las ramas del conocimiento humano y no dejamos de sorprendernos con lo que día a día se reporta sobre los hallazgos de la ciencia en múltiples centros dedicados a la investigación y docencia. Tema en que por cierto estamos muy atrasados en México, pero ese será tratado en otra entrega.
La razón de este comentario lo hago puesto que llegó a mis manos un reporte del NIDDK (Instituto Nacional de Diabetes y Enfermedades Digestivas y del Riñón, por sus siglas en inglés), intitulado “Cross-Cutting Sience” que se me ocurre traducir como Ciencia Multidisciplinaria, ya que el literal sería algo así como “Ciencia de Disección”, en el mejor sentido de disectar o cortar un ser viviente para estudiarlo transversalmente. La idea de este documento es la de difundir algunas investigaciones que se están haciendo a nivel celular y genética avanzada, tratando de identificar con mucho cuidado la etiología -los factores que dan origen-, de la diabetes.
A reserva de escribir más ampliamente sobre estos temas en la próxima entrada, por lo pronto esbozo un adelanto de lo publicado. En lo relativo a diabetes tipo 1, que todos sabemos que se origina de un proceso autoinmune en que el propio organismo produce de forma aberrante auto anticuerpos B y, detalles por platicar más adelante, puede estar relacionado con un gene llamado deaf1 (sordo1), que pueda jugar un papel de protección contra la formación de los auto anticuerpos B, de acuerdo a pruebas con ratones.
Sobre la diabetes tipo 2, parece ser que cada vez hay más pistas para relacionarla con la obesidad, en cuanto a mecanismo para almacenar grasa en los adipocitos (las células especializadas para almacenar la grasa de reserva energética). Ello lo hacen al encontrar un vínculo entre la obesidad y la respuesta inflamatoria del sistema inmune (sí, cada vez que nos cortamos o nos golpeamos o alguna parte del cuerpo se infecta, el cuerpo se inflama en esa área y esa es, precisamente, la Respuesta Inflamatoria del Sistema Inmune).
Bueno, pues parece ser que en el proceso de engordar, según el cuerpo toma más y más calorías, las células grasas (adipocitos), incrementan su tamaño para alcanzar la capacidad requerida –eso lo sabíamos ya desde antes. Sin embargo, todo indica que eventualmente la célula se sobrecarga y comienza a liberar moléculas –no se especifica de qué tipo-, que atraen a los llamados macrófagos o células inflamatorias. Conforme este proceso continua, más y más macrófagos son “reclutados” por las células grasas provocando un estado de inflamación crónica y este contribuye a la resistencia a la insulina y, eventualmente, la diabetes tipo 2.
Entonces, cada vez estamos más cerca de hallar la cura para la diabetes, tanto de tipo 1 como de tipo 2 y adicionalmente acabar con un largo catálogo de daños causados por las complicaciones agudas y crónicas que deja la vida con diabetes. La pregunta es, ¿qué tan cerca? Al parecer aun estamos a buena distancia para que terapias ahora experimentales y ensayadas solamente con animales de laboratorio, nos lleguen de manera comercial y se pongan al alcance de todos los diabéticos a precios que conviertan la salud en una realidad y no en una marca de marginación.
Es aquí donde hago un alto y retomo el tema de los viajes espaciales. Como comentario diré que soy un apasionado del pensamiento lógico-científico y que aparte de soñar con la posibilidad de un milagro que se no llegará ni en hierbas, raíces, jugos o pastillas de esas que se anuncian con tanta vehemencia en todos los medios de comunicación, no pierdo la esperanza de que la magia se haga y ¡zas! Quede curado para siempre.
Pero la dura realidad se impone y mi fe se deposita en la inteligencia humana dedicada a la buena investigación y desarrollo de una o más terapias que funcionen. La verdad que por lo familiar que nos resultan, a veces perdemos la capacidad de asombro ante milagros como el de la insulina inyectable o los hipoglucemiantes orales o, más aun, las bombas de insulina, los glucómetros individuales y podría seguir describiendo maravillas de la tecnología que hoy nos dan oportunidades no solo de vida, sino de calidad de vida que generaciones que nos precedieron jamás conocieron. Alimentos light, educadores en diabetes, ejércitos de nutriólogos, médicos mucho mejor preparados y conscientes y, lo mas importante, presupuestos mundiales de cifras impresionantes, dedicados a la investigación de las causas de la diabetes, formas de prevenirla, curarla, paliarla y un largo etcétera.
Los viajes espaciales no se quedan atrás en cuanto a la demanda de inteligencia, recursos económicos y esfuerzo dedicados a hacerlos realidad. Pero seguimos viviendo en la tierra y aparte de la luna –distancia máxima fuera de este planeta, alcanzada por la humanidad-, ningún ser humano ha llegado más allá de ese límite. Sí, por supuesto que sabemos qué se necesita para construir naves espaciales, para sobrevivir en el espacio, para despegar una nave y hacerla regresar de manera segura. Sin embargo, no estamos viajando por –lo pongo facilito-, nuestro sistema solar, no muy lejos, digamos entre Venus y Marte con la tierra como eje. Cualquier científico que se respete que tenga vínculos con alguna de las agencias espaciales que operan en el mundo, estará de acuerdo con la anterior afirmación. La pregunta de nuevo es, ¿por qué no lo estamos haciendo?
La respuesta es casi la misma que la de la cura de la diabetes. Sabemos en teoría lo que se necesita para resolver el problema, pero –sí, ese odioso pero-, la tecnología o conjunto de tecnologías que lo podrán hacer posible sin riesgos ni daños colaterales y reacciones secundarias adversas, están aun en etapa embrionaria y en desarrollo. Aunque sabemos qué hacer aun no hemos madurado el conocimiento tecnológico necesario para lograrlo. Imagino la frustración de un hipotético genio Egipcio en la edad de bronce que hubiese desarrollado la idea del viaje espacial y, adelantado a su época hubiese calculado todo lo necesario para viajar, no lejos, digamos a Júpiter, bien dentro de nuestro sistema solar. El tener el proyecto resuelto no le serviría de nada pues la tecnología de su tiempo distaba muchísimo para permitirle lo necesario para cristalizar su sueño. El concepto sería válido, solamente es cuestión de seguir en el camino del desarrollo necesario para alcanzar las metas deseadas; no importa si es la conquista del espacio o la cura de la diabetes.
Así pues, todo es cuestión de alcanzar el correcto grado de desarrollo.
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