No es grande aquel que nunca falla, sino el que nunca se da por vencido.
Anónimo.
En esta ocasión deseo compartir la reflexión del día la cual es con respecto a la necesidad que los humanos tenemos de vivir en compañía y apoyarnos mutuamente. Cualquier persona sana, sin problemas de salud considera que, precisamente parte de esa salud consiste en desarrollar relaciones humanas sanas, complementarias y solidarias.
Precisamente esa necesidad de convivir nos convierte en ese ser social del que Aristóteles llamó en su “República” como zoon Politicón, (animal social y político; del griego zoon- animal y polis – ciudad). En sus tratados el buen Aristóteles consideraba que aquellos que no podían vivir en sociedad debieran ser considerados por tal naturaleza como bestias o Dioses.
Hoy en día en pleno siglo XXI las cosas no son diferentes y a pesar de todos los problemas y dificultades que proporciona la vida moderna, enfermedades, estrés, vida agitada y con prisa, mala alimentación, sedentarismo y otros males sociales, nuestra propia naturaleza sigue siendo eso, social.
La introducción social se debe a que por razones familiares y de trabajo mi compañera de aventuras en la vida ha salido por unos días de la ciudad y por un lapso no muy largo quedaré por mi cuenta y en solitario. Por ello me doy cuenta, casi de inmediato que, tras poco más de treinta y tres años de matrimonio en donde ambos hemos tenido momentos de separación, básicamente por razones de trabajo por mi parte, es en esta ocasión que una especial nostalgia me llega e inspira para la entrada de hoy.
Quizás la razón primordial de extrañarla es porque desde que enfermé de diabetes y otros achaques que se han venido a sumar con la edad, ella se ha convertido en mi fortaleza, especialmente en lo que a buen comer y buenos hábitos de vida se refiere. No, no me malinterpreten, por favor. Ella no ejerce ningún control ni supervisión sobre mi forma de comer ni si me cuido o no. Esa es, ambos lo sabemos, mi exclusiva responsabilidad. Ella, simplemente me da toda su solidaridad y solo por saberlo, me es suficiente para cuidarme día con día y lo consigo exitosamente, casi siempre.
Quienes compartimos ser diabéticos sabemos que decir NO, es una de las tareas más difíciles en cuanto a las tentaciones de golosinas o aquellos antojos que nos atacan por sorpresa de vez en diario. Sin embargo, cuando vivimos en sociedad y compañía de alguien que solidariamente nos apoya, sentimos –bueno, al menos yo- una fortaleza adicional que si por alguna razón me hace tropezar mi débil voluntad, su incondicional apoyo siempre me da una dosis adicional de fortaleza para levantarme y seguir en la diaria lucha para mantener los niveles de glucosa donde deben. No siempre lo logro, pero me mantengo razonablemente en control.
Hoy la extraño y aunque sé que pronto estará de vuelta, hoy como hacía mucho que no sentía cómo las fuerzas que su cercanía me da, me comenzaban a flaquear, en particular a eso de la media tarde, en esa fatídica hora en que esa sensación de antojo se empieza a materializar como espectro de película de horror. A esa sensación de “come algo que sea rico” la apodo “la lombriz”, por la descripción que hacían mis maestros en la escuela secundaria sobre la atroz hambre que sufre quienes tienen la lombriz Solitaria (Taenia Solium). De ahí, que hoy el antojo de comer una galleta o un chocolate (de los de a deveras, no de los sin azúcar, que podemos comer de a poquitos), me asaltó y se ha quedado de compañía por un buen rato.
Escribir estas líneas me ha dado el distractor apropiado y pensar en mi solidaria esposa la fuerza necesaria para resistir hoy, solo por hoy. Como me sucede a diario, no sé qué haré mañana pero por hoy pude controlar el avasallador deseo de soltarme y perder el control. El pensamiento de “al fin que nadie se va a enterar”, llegó junto con el antojo e hizo mucho más pesada esta crisis de día en solitario.
Por todas estas ideas agolpadas en el teclado, es que valoro especialmente al buen Aristóteles y su apreciación de esa necesidad de apoyo y compañía para poder salir adelante con nuestros mutuos proyectos de vida y por ello, nuevamente vuelvo a insistir en la importancia, enorme que tiene la familia, la relación de pareja, la asociación, en un buen control de la diabetes, Solos es posible, pero el esfuerzo es mucho mayor y la idea es ser animales sociales y no quedarnos en las opciones de Aristóteles pues estoy seguro que no somos dioses, al menos yo no.
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