La bruma espesa, eterna, para que olvide dónde
me ha arrojado la mar en su ola de salmuera.
La tierra a la que vine no tiene primavera:
tiene su noche larga que cual madre me esconde.
me ha arrojado la mar en su ola de salmuera.
La tierra a la que vine no tiene primavera:
tiene su noche larga que cual madre me esconde.
Gabriela Mistral (1889-1957)
Hoy 31 de mayo -aparte de otras celebraciones-, se
conmemora el día mundial sin humo de tabaco. Sé que para quienes fuman y
persisten en su aletargado disfrute de las bellas volutas que se desprenden en
cada fumada, aunque estén más que conscientes del daño que se causan así en
primera persona y a sus “pasivas” vecindades, hay dos pensamientos que les
quedan claros y sin lugar a duda. El primero es que saben que les hace daño, siendo los problemas más conocidos
el causado a las vías respiratorias, el cardiovascular y evidentemente el
temido Cangrejo; segundo, es que a pesar de todo no tienen la mínima intención
de dejar de fumar y seguro hoy, como acto sacrificial propiciatorio, quemaran
su buena dosis de gases de efecto invernadero, liberados desde su muy
conveniente geometría cilíndrica bicolor. Ni modo, así funciona el libre
albedrio y los “fumadores pasivos” seguiremos refugiándonos en las áreas
protegidas, cual especies amenazadas.
Al pensar en conceptos como
causa-efecto y pronóstico acertado, se que cada vez que entro en contacto con
alguna persona que fuma no puedo evitar sentir una cierta desazón similar a la
del fragmento del poema de Gabriela Mistral con el que inicio esta entrada. Sin
embargo no puedo dejar de insistir por este medio, que es el que me permite
expresar algunas ideas estructuradas, el necio llamado al abandono de la
adicción a la nicotina inhalada, que por cierto es considerada por muchos
expertos en salud la sustancia más persistente de la farmacopea de las adicciones.
Pero sin dejar de lado el
llamado al cambio de hábito con respecto a vegetales incinerables, en esta
ocasión quisiera comentar la relación que existe entre el tabaquismo y la
diabetes. Comentario que por otro lado es fácil de realizar ya que se sabe que
la diabetes es una enfermedad que afecta a prácticamente todo el organismo
causándole un deterioro gradual e inexorable y que solo requiere de un
“empujoncito” para ser extremadamente devastadora. Pues resulta que los efectos
–nocivos por supuesto- del tabaco sobre el organismo, pueden ser un empujoncito
de consecuencias demoledoras.
Quizás el enfoque más obvio
sea el presentar con el efecto más conmovedor y amarillista las diferencias
entre el diabético que no fuma, versus el diabético que fuma para hacer más
dramática la entrada. Pero no, no hace falta una imaginación tan escueta para
que el resultado de la información que incluiré sea un drama inevitable. Más
bien tomaré el caso de personas no diabéticas pero con propensión a serlo y de
quienes ya estamos en este lado de la enfermedad.
Cuando una persona sana y
joven, condiciones que inevitablemente se pierden con el paso del tiempo,
decide comenzar a fumar, las influencias, estímulos u oportunidades que tiene
para ello son muchas, la mayoría comunes para todos los fumadores, pero siempre
habrá algún factor que pese más que otro. El tabaquismo (así se llama la acción
de fumar tabaco en grado de adicción) va generando en el individuo ayer sano y
joven pequeños cambios en el organismo que son imperceptibles al principio y
que con el pasar de las cajetillas se van incrementando gradualmente.
Ante la enorme flojera de
hacer una lista interminable de males derivados del acto de fumar
cotidianamente ya que no se trata de una investigación enciclopédica, diré que
como consecuencias previsibles para cualquier fumador que orgullosamente
presuma su hábito y a voz en cuello se queje de la vergonzante discriminación a que son sometidos los fumadores al ser
confinados a pequeñísimas, atiborradas e incómodas “secciones de fumar” o verse
de plano expulsados a la banqueta más cercana para ejercer su derecho a prender
su incendio portátil, generador de un microclima digno de Premio Nobel de
Química por la cantidad de tóxicos convocados en el breve espacio.
Pero entrando al tema de hoy,
otro dato obvio que quiero asentar es que al haber diabetes en el panorama, la
persona que fuma se expone a un riesgo muchas veces incrementado, ya que es ya
ciencia comprobada el conocimiento que tanto la glucosa en exceso, al igual que
el desbalance de proteínas grasas y ácidos grasos en la sangre –condición que
define, entre otras, la diabetes mellitus-, producen –sin necesidad del
cigarro-,un muy elevado riesgo de problemas cardiovasculares que abren otra
lista como un rosario de males que tampoco hoy mencionaré. Es decir, una vez
que se ha instalado la diabetes en nuestro organismo el panorama es bastante
poco optimista como para empeorarlo con la persistente fumada.
Lo que sigue son las malas
noticias para los fumadores “sanos” que piensan que nada les puede pasar con el
tabaquismo, más allá de, entre otros, los males enlistados arriba. Pues no, la
noticia es peor y es que después de correr varios estudios serios para
determinar si el fumar podría contribuir al desarrollo de la diabetes, el grupo
de estudio que incluyó 275,190 hombres y 434,637 mujeres, encontró evidencia
estadísticamente significativa que el fumar aumenta el riesgo de desarrollar
diabetes mellitus tipo 2, en una proporción un 45% en hombres y un 74% en
mujeres. Para los escépticos sobre las cifras reportadas, he de conceder que no
son sentencia absoluta sino el resultado de una investigación realizada con los
criterios que el método científico exige para que los datos obtenidos tengan
una muy cercana aproximación a la realidad. Por ello y en disculpa anticipada,
se puede afirmar sin lugar a dudas que ese pronóstico es muchísimo más acertado
que el horóscopo del día e incluso que el del clima local.
La razón de la certeza de los
datos radica en los criterios que sirvieron de base al estudio, además de que
esta tendencia se ha venido comprobando con estudios posteriores. Estos
criterios fueron:
1. Demostración de una relación de respuesta a la dosis
entre fumar y diabetes (es decir, entre más se fuma, mayor riesgo de diabetes)
2. Evidencia de que dejar de fumar reduce el riesgo de
desarrollar diabetes.
3. Un mecanismo biológicamente plausible que relacione el
fumar con la diabetes.
4. Evidencia de que otras explicaciones posibles han sido
excluidas.
Ni modo, no es magia, es
ciencia y otra piedra más en el camino para la gente que disfruta ejerciendo
frases como “después de un buen taco, un buen tabaco” y un sinnúmero mas en el
acervo de frases alusivas a justificar tal adicción.
Por lo pronto, me gustaría
imaginar que al menos una persona no fumó el día de hoy (sí es un esfuerzo
enorme y merece aplauso) y alguna más, sueño ambicioso, se inspire en estas
líneas para considerar el abandonar la humante adicción al tabaco.