Hace mucho tiempo en que no me detenía
a recordar esa primera confrontación con el diagnóstico de la
enfermedad y la avalancha de sentimientos que caen, así como
queriendo pasar inadvertidos, sigilosamente, pero con la devastadora
fuerza de un huracán y que de vez en vez regresan con una fuerza
titánica para recordarme esa casi irrelevante realidad que me grita,
¡tienes diabetes!
Este blog ha sido para mi un asidero
del cual pendo para no caer. Cada vez que me siento frente a la
máquina, con la mente en blanco, esforzándome por tener un tema
para escribir, que valga la pena compartir y que no haga huir a
mis lectores, encuentro que las ideas, los asuntos, los análisis, van
llegando como por arte de magia y suavemente, como una refrescante
brisa. Así, el texto va llenando de negras letras la pantalla. No es
garantía de éxito en mi propósito, pero al menos he logrado vencer
a mis internas restricciones y de nuevo, hay algo que contar.
Hoy mi gran reto era llegar -que digo
cansado, lo que le sigue- y ponerme a escribir y cuando me puse frente
al teclado, férreo enemigo que provoca el tropiezo y evidencia la
supina redacción y la persistente carencia ortográfica, me vi seco, con la mente totalmente en blanco y sin idea de qué poner en
ese electrónico lienzo blanco que voy manchando a la de clac,
clac...
Pero al final ocurrió como sucede siempre que
logro hacer fluir las ideas, los recuerdos asociados a la diabetes,
al diagnóstico, a las limitaciones, la marginación alimentaria, el
desgaste acelerado, la pérdida de funciones y el incrementado riesgo
de un infarto o un derrame cerebral, termino un poco más exhausto
que cuando empecé, pero sin esa pesada carga que, en cada instante
vivido, se va agregando a la conciencia del "tengo diabetes".
El efecto es como si arrojara a un electrónico pozo toda esa carga
emocional, las frustraciones y los dolores cotidianos. Me pongo
ligero, floto emocionalmente y encuentro una renovada energía para
seguir adelante. Me libera, me relaja y me complementa el día. Por
ello, si hay por estos electrónicos páramos algún lector que
indulgentemente se asome, podrá ver un atisbo de esa, mi muy
reservada alma, que de vez en vez deja salir algún testimonio, reflejo
de mi muy íntimo sentir y pensar.
Lo siento, hoy es uno de esos días de
reflexión que no quiere ser pesimista, pero el topar con la
realidad, como quien da contra un muro de concreto, se duele con ese
dolor del coscorrón, que aunque lo sobemos, se queda un largo rato y
nos permite un atisbo de imágenes de estrellas. Que no llore o no me
queje no erradica el dolor que está ahí, permanentemente agazapado
junto con su pertinaz secuaz, la certeza de que esta condición no
tiene cura.
Cuando me siento en este estado de
ánimo que se va mitigando al escribir, cada renglón es cual mítico
bálsamo que restaña heridas y me va dando el espacio para ir
encontrando las ideas que, en principio me sirven a mi y en
consecuencia llegarán a tocar muy hondo quizás en otro espíritu
atribulado por padecer diabetes.
Viene a mi mente posándose al frente,
como quien se cuela en la fila, el recuerdo del peso del diagnóstico y
esos primeros instantes a solas con la enfermedad; instantes que
pueden durar horas, días, meses e incluso años. Pensar ¿tuve acaso
yo la culpa? y luego guardar un culposo silencio, culposo pues
sabemos o al menos creemos saber la respuesta y nos duele escucharla pronunciada por nosotros mismos, aunque sea en la intimidad de nuestra
propia conciencia.
Pero la pregunta es, precisamente,
¿somos culpables? y me respondo, no no lo somos. Culpables no,
descuidados, desordenados, quizás hasta indolentes o necios, pero no
culpables. Cualquiera que sea el tipo de diabetes que padezcamos, el
haberla obtenido no es una cuestión de culpa. Es cuestión de
muchísimos factores, entre los que están: falla
en el código genético, limitaciones de tipo metabólico, estilo de
vida, tipo de alimentación, trampas sociales y educación
alimentaria. Hay más, pero que con estos baste.
Que me dio diabetes tipo 1, o me cuido
y me inyecto insulina o no sobrevivo. Que la que me dio es la tipo
2. Igual, a cuidarse y medicarse y hacer ejercicio o que fue gestacional. Aquí es más crítica por que el riesgo se multiplica
al menos por dos.
¿Qué hacer? ¿cómo manejarlo? espero
ir desgranando de aquí al día catorce, estas y otras respuestas
para preguntas aún no elaboradas. Ya estoy bien a punto de tomar el
último alimento de esta jornada de vida y en la expectativa de
despertar mañana y como todos los días desde que tengo diabetes y
me cuestiono si podré soportar otro día con esta pesada carga, hacerme del ánimo y decir como todas las mañanas: Solo por hoy...
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