miércoles, 7 de noviembre de 2012

Tengo Diabetes


                                   
Hace mucho tiempo en que no me detenía a recordar esa primera confrontación con el diagnóstico de la enfermedad y la avalancha de sentimientos que caen, así como queriendo pasar inadvertidos, sigilosamente, pero con la devastadora fuerza de un huracán y que de vez en vez regresan con una fuerza titánica para recordarme esa casi irrelevante realidad que me grita, ¡tienes diabetes!

Este blog ha sido para mi un asidero del cual pendo para no caer. Cada vez que me siento frente a la máquina, con la mente en blanco, esforzándome por tener un tema para escribir, que valga la pena compartir y que no haga huir a mis lectores, encuentro que las ideas, los asuntos, los análisis, van llegando como por arte de magia y suavemente, como una refrescante brisa. Así, el texto va llenando de negras letras la pantalla. No es garantía de éxito en mi propósito, pero al menos he logrado vencer a mis internas restricciones y de nuevo, hay algo que contar.

Hoy mi gran reto era llegar -que digo cansado, lo que le sigue- y ponerme a escribir y cuando me puse frente al teclado, férreo enemigo que provoca el tropiezo y evidencia la supina redacción y la persistente carencia ortográfica, me vi seco, con la mente totalmente en blanco y sin idea de qué poner en ese electrónico lienzo blanco que voy manchando a la de clac, clac...

Pero al final ocurrió como sucede siempre que logro hacer fluir las ideas, los recuerdos asociados a la diabetes, al diagnóstico, a las limitaciones, la marginación alimentaria, el desgaste acelerado, la pérdida de funciones y el incrementado riesgo de un infarto o un derrame cerebral, termino un poco más exhausto que cuando empecé, pero sin esa pesada carga que, en cada instante vivido, se va agregando a la conciencia del "tengo diabetes". El efecto es como si arrojara a un electrónico pozo toda esa carga emocional, las frustraciones y los dolores cotidianos. Me pongo ligero, floto emocionalmente y encuentro una renovada energía para seguir adelante. Me libera, me relaja y me complementa el día. Por ello, si hay por estos electrónicos páramos algún lector que indulgentemente se asome, podrá ver un atisbo de esa, mi muy reservada alma, que de vez en vez deja salir algún testimonio, reflejo de mi muy íntimo sentir y pensar.

Lo siento, hoy es uno de esos días de reflexión que no quiere ser pesimista, pero el topar con la realidad, como quien da contra un muro de concreto, se duele con ese dolor del coscorrón, que aunque lo sobemos, se queda un largo rato y nos permite un atisbo de imágenes de estrellas. Que no llore o no me queje no erradica el dolor que está ahí, permanentemente agazapado junto con su pertinaz secuaz, la certeza de que esta condición no tiene cura.

Cuando me siento en este estado de ánimo que se va mitigando al escribir, cada renglón es cual mítico bálsamo que restaña heridas y me va dando el espacio para ir encontrando las ideas que, en principio me sirven a mi y en consecuencia llegarán a tocar muy hondo quizás en otro espíritu atribulado por padecer diabetes.

Viene a mi mente posándose al frente, como quien se cuela en la fila, el recuerdo del peso del diagnóstico y esos primeros instantes a solas con la enfermedad; instantes que pueden durar horas, días, meses e incluso años. Pensar ¿tuve acaso yo la culpa? y luego guardar un culposo silencio, culposo pues sabemos o al menos creemos saber la respuesta y nos duele escucharla pronunciada por nosotros mismos, aunque sea en la intimidad de nuestra propia conciencia.

Pero la pregunta es, precisamente, ¿somos culpables? y me respondo, no no lo somos. Culpables no, descuidados, desordenados, quizás hasta indolentes o necios, pero no culpables. Cualquiera que sea el tipo de diabetes que padezcamos, el haberla obtenido no es una cuestión de culpa. Es cuestión de muchísimos factores, entre los que están: falla en el código genético, limitaciones de tipo metabólico, estilo de vida, tipo de alimentación, trampas sociales y educación alimentaria. Hay más, pero que con estos baste.

Que me dio diabetes tipo 1, o me cuido y me inyecto insulina o no sobrevivo. Que la que me dio es la tipo 2. Igual, a cuidarse y medicarse y hacer ejercicio o que fue gestacional. Aquí es más crítica por que el riesgo se multiplica al menos por dos.

¿Qué hacer? ¿cómo manejarlo? espero ir desgranando de aquí al día catorce, estas y otras respuestas para preguntas aún no elaboradas. Ya estoy bien a punto de tomar el último alimento de esta jornada de vida y en la expectativa de despertar mañana y como todos los días desde que tengo diabetes y me cuestiono si podré soportar otro día con esta pesada carga, hacerme del ánimo y decir como todas las mañanas: Solo por hoy...




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