Bueno, no todas las noticias son malas y, si el que una medicina sea señalada para su eventual retiro por que los efectos nocivos de mediano o largo plazo sobrepasan –y en el caso de la Rosiglitazona, por mucho-, los beneficios de tomarla, constituye una muy mala noticia; la buena es que no es la única opción disponible y cada día –especialmente en los últimos doce meses-, han estado llegando al mercado nuevas medicinas que son, no solo formulaciones mejoradas de las que ya existían, sino que corresponden a conceptos completamente novedosos en la forma en que actúan con respecto a las generaciones previas y que prometen mejores controles de las glucemias y menores riesgos o efectos secundarios. Por ello, esta ocasión haré una revisión breve de los medicamentos hipoglucemiantes.
Si hacemos un poco de memoria hacia el pasado reciente, digamos la última década del siglo pasado, encontraremos los hipoglucemiantes más conocidos y que han dado lugar a la aparición de “generaciones” de medicamentos, con corrección o mejoras sobre los efectos de las concepciones previas y como lo veremos más adelante, con efectos contraproducentes e incluso mortales.
Las más antiguas de las medicinas orales para tratar la DM2 son las Sulfonilureas y hasta 1995 eran prácticamente la única opción para el tratamiento de la DM2. Las Sulfonilureas funcionan estimulando a las células beta del páncreas para que liberen mayores cantidades de insulina al torrente sanguíneo. Sin embargo sus efectos adversos pueden ser desde un riesgo de desencadenar hipoglucemia -aunque en menor grado que con el uso de insulina-, aumento de peso, nausea y vómito, además de que dejan de surtir efecto después de tomarse por varios años, por el agotamiento de las células beta. De las sulfonilureas existen ya tres generaciones y la segunda y tercera son aun ampliamente recetadas en la actualidad.
De la primera generación están la Tolbutamida (Artosín, Diaval y Rastinon son las marcas comerciales en México; en Estados Unidos se comercializó como Orinase Diagnostic); la Tolazamida, comercializada en estados unidos como Tolinase; finalmente, la Clorpropamida, comercializada en México como Diabinese y se ha usado con éxito en terapias combinándola con Metmorfina (familia de las Biguanidas).
Para la segunda generación de las sulfonilureas nos encontramos con la Glipizida, comercializada como Glucotrol y el Glucotrol XL de efecto prolongado y la Gliburida que se comercializa con los nombres comerciales de Daonil, Euglucon, Glibenil, Glucal, Glucoven, Nadib y Norboral.
En la tercera generación aparece hasta ahora una sola variedad basada en la Glimepirida y se comercializa con el nombre de Amaryl.
Sin embargo, como la DM2 es provocada por un muy complejo conjunto de características genéticas e involucra mecanismos endocrinos muy complejos, hay más de una forma de buscar un control de la glucosa en la sangre y por ello aparecieron en el mercado otros grupos de medicamentos, entre los que encontramos a las siguientes:
Las Biguanidas, que significaron un gran avance en la investigación y desarrollo de medicamentos para la DM2, pues actúan inhibiendo de la producción de glucosa en el hígado, disminuyen la tasa de absorción de la glucosa en el intestino, incrementan la absorción de glucosa en el tejido esqueleto-muscular y en el tejido graso e incrementan la sensibilidad corporal a la insulina, pudiendo además, reducir los niveles de colesterol. Se pueden utilizar en monoterapia (es decir solas), o combinadas con otros hipoglucemiantes. Una maravilla pues. Sin embargo, aunque no se han encontrado efectos adversos mayores, pueden llegar a producir diarrea, nausea y vómito, además de, raramente, acidosis láctica, condición potencialmente peligrosa si se combina con hiperosmolaridad, especialmente si hay cuadro de insuficiencia renal. Hasta ahora solamente aparece un medicamento en este grupo, la Metformina y se comercializa con el nombre de Glucophage y Glucophage XR.
Los Inhibidores de la Alfa-Glucosidasa, son un tercer grupo y se caracterizan por retardar la conversión de los carbohidratos en glucosa durante la digestión -evita que los picos de glucosa sean muy altos-, y regulando el contenido de glucosa en sangre durante el día, especialmente la postpandreal. Su mecanismo de acción es a nivel del páncreas donde inhibe la acción de las enzimas alfa-amilasa y las alfa-glucosiladas ligadas a la membrana celular. A nivel del intestino inhibe el metabolismo de los disacáridos (carbohidratos como la sacarosa –azúcar de mesa-, entre otros), retrasando la absorción de la glucosa.
De esta familia de medicamentos existen dos variedades que son la Acarbosa comercializada en México como Glucobay y en estados unidos como Precose. La otra variedad de esta familia es el Miglitol y se comercializa con el nombre de Diastabol.
Las Tiazolidinedionas constituyen la cuarta opción farmacéutica y se caracterizan por estimular a las células adiposas y musculares para que acepten la insulina más fácilmente en tanto que disminuyen la producción de glucosa hepática. A esta familia pertenece la tan recientemente vilipendiada Rosiglitazona (Avandia, nombre comercial) y la paradoja es que entre sus características y beneficios reportados en la literatura médica se mencionan principalmente la reducción de las concentraciones de glucosa en sangre, alteración benéfica de los lípidos sanguíneos e, irónicamente, un posible efecto benéfico en el páncreas y en los factores de riesgo cardiovascular. Los efectos secundarios negativos previamente reportados para los medicamentos de esta familia son una alteración de los indicadores de la función hepática, anemia, efectos de detrimento de la función cardiaca, edema y aumento de peso.
El otro medicamento perteneciente a esta familia y que no ha sido puesto en tela de juicio es la Pioglitazona que se comercializa con el nombre de Actos y en México, se vende como Zactos.
La lista de los llamados “medicamentos convencionales”, la cierran las Meglitinidas y los Derivados de la D-fenilalanina -sí, es correcto, son derivadas de ese ya famoso aminoácido que le da su saborcito dulce a los productos de dieta y ha sido injustamente atacado bajo su identidad comercial de “Aspartame”-, las cuales se caracterizan por estimular la producción de la insulina cuando hay presencia de glucosa en la sangre. Si el nivel de glucosa es bajo, la medicina no hace efecto. Dentro de las consecuencias adversas se encuentran potencial de hipoglucemia, diarrea y aumento de peso. Los medicamentos existentes actualmente son la Repaglinida que se comercializa con el nombre Prandin (no disponible en México). La otra medicina de la familia es la Nateglitinida y su nombre comercial es Starlix.
Como aun me falta hablar de los medicamentos de nueva generación y éstos requieren otro buen espacio para comentarlos, me iré a una segunda entrada donde espero abarcarlos y ser lo más claro posible al describir qué son, cómo funcionan, cómo se llaman y qué hay de ellos en nuestro país.