viernes, 6 de junio de 2008

¿Acaso seré yo, maestro?


Famosa frase dicha por el tristemente célebre Secretario de Hacienda de Cristo allá por el que consideramos el año treinta y tres de nuestra era calendario. Frase que actualmente se aplica para aquellos que fingiendo inocencia, pretenden simular lo que no son o evadir una responsabilidad por actos cometidos u omitidos.

En el Imperio Romano, allá por las mismas fechas de la citada anécdota, los súbditos del César ya tenían un vocablo para expresar la acción de dejar para mañana o diferir o postergar indefinidamente la realización de una o más actividades por otras que pudieran ser consideradas como irrelevantes o más placenteras en comparación con aquella diferida.

La palabrita en cuestión es PROCRASTINACIÓN, que proviene de las voces latinas pro-(adelante) y crastinus-(relacionado con el mañana). De acuerdo con Wikipedia, “el término se aplica comúnmente al sentido de ansiedad generado ante una tarea pendiente de concluir. El acto que se procrastina puede ser percibido como abrumador, desafiante, inquietante, peligroso, difícil, tedioso o aburrido, es decir estresante. La procrastinación también puede ser un síntoma de algún desorden psicológico como depresión o TDAH (trastorno por déficit de atención con hiperactividad)

Hagan sus apuestas, pues como soy mas que indiciado con tal ominosa conducta, puede que mi procrastinación al cotidiano texto de este blog se explique por “todas las anteriores”, típica respuesta de examen de opción múltiple. De cualquier manera no tengo pretexto y si un muy largo rato de permanecer ausente de este espacio y de descuidar mis controles cotidianos de índice de glucemia en sangre (el famosamente molesto piquete al dedo para rendir tributo de sangre a la deidad conocida como glucómetro).

Afortunadamente –para mí-, el descuido y falta de control no han llegado más lejos. Por alguna extraña compulsión, en estos meses de abandono del blog, he mantenido una inexplicable disciplina en mi alimentación, en el régimen de actividad física y otros hábitos de higiene elemental, además de no haber fallado a ninguna cita médica con los horrendos preludios de visita al vampiro ni a mi régimen de medicamentos prescritos. Como resultado puedo decir abiertamente que mi estado general de salud no está dañado más allá que lo que el natural envejecimiento me impone. El impacto de la diabetes es, hasta el momento, imperceptible.

Por todo lo anteriormente expresado, medito ante el teclado lo grave que puede llegar a ser una actitud de descuido y procrastinación ante una enfermedad de la seriedad y potenciales consecuencias de la diabetes. Gravedad que me hace sentir como adolescente rebelde que se va de pinta sin permiso de sus padres y, como suele ocurrir –a mi me llegó a suceder más de una vez en mi adolescencia-, meterse en un lío realmente gordo del cual, por acto de divina piedad, sale airoso y sin consecuencias y por supuesto que la familia ni se entera. Esa actitud adolescente la explica la ciencia médica en función de la inmadurez cerebral que impide a individuos menores a los 23 años tener conciencia plena de las consecuencias de los actos realizados. Incapacidad para ver el efecto-causa, le dicen.

Pero para alguien de mi edad, conociendo la realidad de las posibles consecuencias del descuido y sabiendo que al igual que todos los diabéticos no soy capaz de percibir hiperglucemias o hipoglucemias leves. Que tampoco percibo los leves pero continuos daños que se van acumulando con el descontrol de los niveles de glucosa en la sangre, no hay modo de fingir demencia ni aplicar la frase de Judas. Dejar la salud a la suerte no es un modelo a seguir.

2 comentarios:

  1. keridisimo zoo! bienvenido a este mundo ciberbloguistico ke tenìa tan abandonao! Como siempre un gusto leerte y yaaaa se extrañaba Y ps en cuanto al serè yo maestro,,, t librast jaja
    kss!!

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  2. Honorable jüjû:

    Gracias por la visita y la humorística anotación. Por supuesto que ya me hace falta seguir escribiendo en este espacio, pero los últimos meses han estado llenos de mucho trabajo y me han quitado el espacio y tiempo para sentarme a escribir lo que más disfruto. Sin embargo, se que no tengo excusa, ya que como lo digo en esta entrada, procrastinar implica "algo" más profundo por lo que resulta más facil la evasión que enfrentar la tarea pendiente, aunque declare que me fascina, por algo no la había continuado.

    En fin, espero retomar de manera más constante mis aportaciones a la ciber blogósfera.

    Besines dulces.

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