Hoy me topé con un documento que publica la ADA (que en contra de lo que muchos creen no se refiere al hada madrina, sino a la Asociación Americana de Diabetes, por sus siglas en inglés), sobre diabetes, obesidad y la forma de contar las calorías. Dicha noticia Salió desde el pasado día siete, pero hasta hoy la pude revisar y es en referencia a un artículo publicado en el número de diciembre –o sea el actual-, de la revista Diabetes Care. En resumen, lo que la publicación divulga es un estudio realizado con gente obesa, en la que se tomaron dos grupos de control; el primero, con obesos diabéticos y el segundo, con obesos no diabéticos y se les pidió que realizaran la cuenta de lo que comían diario durante los tres días anteriores a una cita periódica de evaluación.
Lo sorprendente y que más me llamó la atención del estudio, fue la conclusión de los investigadores, pero previo a descubrir dicha cuestión paso a reproducir lo esencial del artículo en cuanto la metodología y los resultados.
De un grupo de hombres y mujeres obesos, con diabetes tipo 2, sometidos a lo que se denomina el “doubly-labeled water method” –traduzco algo así como-, método del agua, doblemente etiquetado, en el que se supone que se verifica el consumo energético diario con respecto a las calorías que se comen, debiendo el resultado indicar un equilibrio energético. Es decir que lo que se come y lo que se reporta como comido corresponden mutuamente.
Simultáneamente se hizo una prueba de control con personas obesas, de ambos sexos, pero sin diabetes tipo 2, donde al comparar los daos se encontró, con sorpresa para los investigadores, que el primer grupo, el de obesos diabéticos, reportó de manera consistente –todos ellos-, un consumo menor al real en una cifra cercana al 25%. ¡PRÁCTICAMENTE UNA CUARTA PARTE MENOS DE LO QUE EN REALIDAD ESTABAN COMIENDO!.
Sorprendentes resultados, realmente, pues al comparar lo reportado en cuanto a ingesta calórica no solo contra la dieta en revisión y el consumo calórico determinado, sino incluso con el requerimiento mínimo metabólico, aun así quedarían cortos aún para las funciones básicas para la vida (¿el famoso metabolismo basal?.
Pero es aquí donde viene el punto que hace que el estudio llame mi atención y me invite a lanzarlo a la bloggosfera:
Reproduzco “No está claro el por qué los diabéticos son menos exactos en sus reportes sobre lo que comen, con respecto a sus contrapartes no diabéticas”. Más adelante continúa “La honestidad sobre los hábitos de alimentación es vital, ya que la dieta es la piedra de toque en el manejo de la diabetes … los médicos NECESITAN conocer lo que el paciente realmente come habitualmente, no solo como ayuda para desarrollar una mejor dieta, sino para encontrar que pautas de alimentación puedan estar detrás de problemas del control de la diabetes”.
Una joya de interpretación, no cabe duda. Me suena lógico y correcto que un exacto reporte ayuda a los médicos en el tratamiento de la diabetes y cualquier otro padecimiento que implique información precisa, pero de ahí a acusar de deshonestos a los diabéticos, por la sola diferencia de ser diabéticos, creo que excede una mínima distancia de objetividad que hay que guardar.
Conociendo cómo es la mentalidad norteamericana con respecto al término “honestidad”, clasificar a alguien de deshonesto, es el equivalente de acusarlo de un delito intencional, que en última instancia podría quitarles hasta su derecho a la atención médica adecuada, ya que podría asumirse que de manera voluntaria y maliciosa, sabotean su propia atención médica y estado de salud. Ni modo, así son nuestros norteños vecinos, si no, baste ver como se conducen en lo público y lo judicial.
Yo retaría a los profesionales de la psique que dieran un punto de vista objetivo sobre los resultados del estudio, pues considero, en el mejor de los casos, que hablar de honestidad está, como conclusión del estudio, fuera de lugar. Quitar la duda, pues el que todos los sujetos diabéticos del estudio mientan, es más que coincidencia y hay -o al menos debe haber-, algún factor que correlacione una “percibida deshonestidad”, con la Prevalencia de la diabetes combinada con obesidad.
Lo sorprendente y que más me llamó la atención del estudio, fue la conclusión de los investigadores, pero previo a descubrir dicha cuestión paso a reproducir lo esencial del artículo en cuanto la metodología y los resultados.
De un grupo de hombres y mujeres obesos, con diabetes tipo 2, sometidos a lo que se denomina el “doubly-labeled water method” –traduzco algo así como-, método del agua, doblemente etiquetado, en el que se supone que se verifica el consumo energético diario con respecto a las calorías que se comen, debiendo el resultado indicar un equilibrio energético. Es decir que lo que se come y lo que se reporta como comido corresponden mutuamente.
Simultáneamente se hizo una prueba de control con personas obesas, de ambos sexos, pero sin diabetes tipo 2, donde al comparar los daos se encontró, con sorpresa para los investigadores, que el primer grupo, el de obesos diabéticos, reportó de manera consistente –todos ellos-, un consumo menor al real en una cifra cercana al 25%. ¡PRÁCTICAMENTE UNA CUARTA PARTE MENOS DE LO QUE EN REALIDAD ESTABAN COMIENDO!.
Sorprendentes resultados, realmente, pues al comparar lo reportado en cuanto a ingesta calórica no solo contra la dieta en revisión y el consumo calórico determinado, sino incluso con el requerimiento mínimo metabólico, aun así quedarían cortos aún para las funciones básicas para la vida (¿el famoso metabolismo basal?.
Pero es aquí donde viene el punto que hace que el estudio llame mi atención y me invite a lanzarlo a la bloggosfera:
Reproduzco “No está claro el por qué los diabéticos son menos exactos en sus reportes sobre lo que comen, con respecto a sus contrapartes no diabéticas”. Más adelante continúa “La honestidad sobre los hábitos de alimentación es vital, ya que la dieta es la piedra de toque en el manejo de la diabetes … los médicos NECESITAN conocer lo que el paciente realmente come habitualmente, no solo como ayuda para desarrollar una mejor dieta, sino para encontrar que pautas de alimentación puedan estar detrás de problemas del control de la diabetes”.
Una joya de interpretación, no cabe duda. Me suena lógico y correcto que un exacto reporte ayuda a los médicos en el tratamiento de la diabetes y cualquier otro padecimiento que implique información precisa, pero de ahí a acusar de deshonestos a los diabéticos, por la sola diferencia de ser diabéticos, creo que excede una mínima distancia de objetividad que hay que guardar.
Conociendo cómo es la mentalidad norteamericana con respecto al término “honestidad”, clasificar a alguien de deshonesto, es el equivalente de acusarlo de un delito intencional, que en última instancia podría quitarles hasta su derecho a la atención médica adecuada, ya que podría asumirse que de manera voluntaria y maliciosa, sabotean su propia atención médica y estado de salud. Ni modo, así son nuestros norteños vecinos, si no, baste ver como se conducen en lo público y lo judicial.
Yo retaría a los profesionales de la psique que dieran un punto de vista objetivo sobre los resultados del estudio, pues considero, en el mejor de los casos, que hablar de honestidad está, como conclusión del estudio, fuera de lugar. Quitar la duda, pues el que todos los sujetos diabéticos del estudio mientan, es más que coincidencia y hay -o al menos debe haber-, algún factor que correlacione una “percibida deshonestidad”, con la Prevalencia de la diabetes combinada con obesidad.
Ser diabético en sí ya es basante malo como para que entre otros males se agrege la deshonestidad cuya etiología (origen), es la diabetes. En fin abro la puerta a una sana controversia.