La entrada de hoy pretende ir comenzando con los consejos de la temporada navideña, poniendo énfasis en lo que debo hacer y aquello que no debo hacer. Suena fácil, sin embargo no lo es.
Los diabéticos, al igual que el resto de la gente no diabética, estamos más que concientes que “aquello que está prohibido o restringido, es lo más atractivo”. Baste con repasar algunos de los 10 mandamientos y veremos que la mayoría –de hecho, siete de diez, o sea el 70%-, comienza con un ominoso NO… (No tomarás el nombre de Dios en vano, No matarás, No cometerás actos impuros, No robarás, No levantarás falsos testimonios ni mentirás, No consentirás pensamientos ni deseos impuros y, No codiciarás los bienes ajenos). Vaya, pues resulta que la conducta humana parece dedicarse con empeño a ceder a la tentación de hacer lo contrario que lo prohibido por los mandamientos y es por ello que socialmente tenemos tantos conflictos.
Pero el gran NO para los diabéticos es, además de los anteriores, sobre la comida. No comerás, parece decir la nueva condición y ello, al parecer, incluye todo lo que es sabroso y digno de ser probado por nuestros delicados paladares. Qué dolor perder la posibilidad de comer rico dirán algunos. Bueno, la verdad es que si pensamos así, es que tenemos que revisar nuestra información al respecto de la comida y cómo nos afecta de acuerdo a las cantidades que ingerimos y la calidad (los ingredientes que la componen), de ésta.
Podríamos recomponer este mandamiento de la comida de la siguiente manera: Sí comerás, siempre y cuando cumplas con una serie consideraciones que te permitan hacerlo adecuadamente. Y sí, me refiero a que como diabético puedes –podemos-, comer prácticamente de todo, siempre y cuando cumplamos con algunas medidas de prevención y control.
Lo primero que tenemos que considerar es que hay a lo largo de estas fiestas muchas tentaciones irresistibles que fuerzan hasta su límite nuestra capacidad de resistirlas. No se ustedes amables lectores, pero en mi caso las galletas de temporada navideña y los postres a base de chocolate se convierten en mi Talón de Aquiles y es donde mi fuerza flaquea de lo lindo. A veces siento que es imposible el decirle que no a un buen atracón de postres y eso la verdad duele. No con dolor físico, sino con esa sensación de pérdida que da el sentir ese “pues sí, pero ya no puedo comerlos…”. Pero la verdad es que hay formas de poder probar esas delicias sin descontrolarnos y sentirnos incluidos en la celebración y no como los arrinconados del gran comedor.
Primero que nada, debemos tener presente aquello que muchos parecen haber olvidado de estas fechas: Es un tiempo de revaluar nuestras relaciones con la familia, los amigos y no es un tiempo para parrandear o para rellenarnos. Es el pavo, no nosotros quien debe ir relleno. Por eso, consideremos que lo esencial son las relaciones humanas y no la comida. Son las personas y no los platillos lo más importante de estas fechas. Una vez que captamos esto, el asunto de la comida ya no pesa tanto en nuestra mente y podemos dedicar con mayor serenidad un espacio para disfrutar las fiestas con cuidado y sin excedernos.
Mañana comenzaremos con consejos prácticos de qué podemos hacer y que podemos evitar para disfrutar plenamente y probar –sin excedernos, por supuesto-, de todo aquello que nos gusta y que, además, solo aparece una vez al año, razón más que suficiente para que nuestro inconsciente nos grite ¡Atáscate ahora!
Yomi yomi, a comer!!!! jajaja, besos
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