La vida con diabetes, sea cual sea su tipo, DM1, DM2 o DM Gestacional, no es fácil. Hay que estar permanentemente alertas de nuestro estado de salud y de cómo se comporta nuestro organismo, pues ya solo no se da abasto.
Aunque algunos profesionales de la conducta –léase siquiatras, sicólogos, orientadores, sacerdotes o cantineros-, a veces nos adviertan que nuestra conducta pudiera rozar la obsesión por el cuidado, debemos vivir en la conciencia que, dado que ya nuestro metabolismo está seriamente modificado por la DM, nuestro cuerpo ya no funciona en automático y que debemos estar pendientes cada momento de los niveles de glucosa –y por ende de insulina-, presentes de manera activa en nuestro sistema circulatorio.
Debemos contar la cantidad y calidad de calorías que ingresamos. Debemos realizar un mínimo de ejercicio aeróbico para cada día, debemos de mantenernos pendientes de cambios a veces muy sutiles de textura de la piel, sensibilidad en las extremidades, heridas a veces minúsculas, hormigueos en los pies, vista borrosa, cansancio, sed, aparición sorpresiva de dolores en partes del cuerpo que, a veces, ni sospechábamos que estaban ahí. Vivir así y no ser obsesivo, debe ser un logro de autocontrol digno de una competencia olímpica. Sin embargo, si hacemos diario la tarea y no como muchos en la escuela queriendo reponer en una noche de desvelo lo no estudiado en un mes -cosa por demás imposible en cuanto al tema de la salud-, podremos vivir como individuos prácticamente normales que sin obsesión o neurosis cuidamos de nosotros y ponemos atención de lo realmente importante en el momento que se requiera.
Dado que la DM en todas sus presentaciones es una enfermedad crónica (de largo plazo, es más, de por vida) y que afecta TODOS los sistemas del organismo, nos puede provocar cambios y complicaciones que nos acompañaran el resto de nuestras mortales existencias. El espectro de ceguera, amputaciones, embolia, falla renal enfermedad coronaria y otras, es una realidad que infunde temor –o al menos debiera en aquellos que no se ciñen a un buen control. Sin embargo, hay manera de alejar esa amenaza que pende sobre nuestras cabezas, ya que si bien las complicaciones agudas y crónicas constituyen un futuro posible, no es necesariamente una condena inevitable.
Luego de darle varias vueltas al asunto, se me ocurre presentar una especie de "decálogo de buenas prácticas del diabético”, que entre más podamos llevar de manera cotidiana, nos ayudarán a prolongar la buena salud y mantener a ralla por mayor tiempo, las temidas complicaciones de la vida con diabetes. Van pues a consideración:
1. Reducir el valor de la hemoglobina glucosilada (A1c). Un estudio (Diabetes Control and Complications Trial), ha revelado que por cada punto de reducción en el valor A1c, (valor promedio de glucosa en sangre por un lapso de tres meses), hay cerca del 37% de reducción en el riesgo de complicaciones microvasculares, lo que aparentemente permite retrasar la aparición de daños en ojos, riñón y el sistema nervioso. Un monitoreo regular en casa puede darnos una buena orientación de qué tan lejos estamos de lograr la meta.
2. Cuidar los pies. El daño de los nervios periféricos, mejor conocido como neuropatía periférica, se presenta de manera preferencial en los pies, provocacando el llamado pie de diabético, ulceras en los pies y la neuroartropatía de Charcot (en este padecimiento, se conjunta una deformidad no específica con la pérdida de sensibilidad, que si no se corrige a tiempo –cosa que casi nunca sucede-, puede derivar en amputación. Normalmente ocurre primero en un pie, pero suele extenderse este tipo de lesión al otro). El buen trato que le demos a los pies y el hacer revisiones periódicas, ayudan a frenar cualquier complicación antes que se agrave.
3. Dejar de fumar. Sí, ya se lo que me dirán los fumadores y, ustedes fumadores, también saben a qué me refiero. Sin embargo debo insistir en cierta información al respecto. Más de un 18% de las personas con diabetes continúan fumando a pesar de saber los riesgos asociados a la salud. El fumar tiene varios efectos adversos, especialmente cuando hay diabetes de por medio y entre ellos, un aumento a la resistencia a la insulina, aumento de los niveles de glucosa en sangre y, no por estar al final el menos grave, un incremento desproporcionado de riesgo –además del ya existente por ser fumadores-, de complicaciones cardiovasculares. Así que dejar el tabaco podría ser quizás la mejor de las decisiones a tomar con respecto a la vida con diabetes.
4. Ejercicio todos los días. Bueno, quizá no diario sin descanso, pero de cuatro a seis días a la semana, tratando de iniciar con un mínimo de veinte minutos, hasta alcanzar un tono y condición que permitan movernos a nivel de incremento de tono cardiaco por lo menos una hora diaria, es uno de los mejores regalos que le podemos dar a nuestra salud. Además de ser un medio natural para reducir los niveles de glucosa en la sangre, el ejercicio nos mejora el humor, nos aleja de los malos pensamientos y de la tentación por las papas fritas –bueno, al menos por un rato, ¿no? -, nos protege contra las afecciones cardiacas permitiendo una buena salud cardiovascular y cualquier persona con diabetes podemos ingeniarnos para mover el esqueleto en grado ejercicio, de una forma u otra.
5. Comer correctamente. Como ya sabemos a estas alturas, lo que comemos tanto en cantidad como en calidad nutricional, tiene un enorme impacto sobre nuestro control de la diabetes. No importa si estamos sujetos a insulinoterapia o controlamos con medicamentos orales, comer de forma sana, ordenada, balanceada, y nutritiva, es esencial. Quienes vivimos con la diabetes debemos estar pendientes no solo de la glucosa en el organismo, sino también cuidar la ingesta de colesterol, grasas saturadas y ácidos grasos trans (como ejemplo de éstos, están las margarinas y los alimentos cocinados en freidoras), así como los niveles de sodio por aquello de la presión y, si ya hay riñones comprometidos (nefropatía), la cantidad de proteína Carnes, quesos y hasta soya).
6. Mantenimiento periódico. Así como nos preocupamos de llevar el auto al taller a su revisión cada determinado kilometraje, igualmente las citas al laboratorio y al médico, al nutriólogo u otras especialidades que nos tengan que revisar, tomarlas como compromisos NO cancelables. Es imprescindible visitar, aparte del médico que nos atienda la diabetes, al dentista por lo menos cada seis meses, al oftalmólogo para una revisión de fondo de ojo (con todo y dilatación de la pupila), cada año si no hay complicaciones, al podiatra al menos una vez al año y dependiendo de la edad y salud, las chicas su examen del Papaniculau y los hombres el tacto a la próstata. Incómodo, sí; costoso –especialmente si no se tiene acceso a los sistemas de salud pública-, también, pero es la mejor opción.
7. Vacunarse. Una vez que adquirimos la condición de diabéticos, otro sistema que se ve comprometido y ya no es lo que era, es el inmunológico. A partir del diagnóstico somos candidatos a complicaciones pulmonares severas en época de invierno y la vacuna contra la influenza es indispensable cada año. (sí, ya me jalé las orejas pues este invierno no me vacuné, con mi pan me lo comeré). Inmunización contra pulmonía se requiere cada cinco años y, no menos necesaria e importante, la antitetánica cada diez años. Recomendación final, hablen con su médico sobre esquemas de vacunación requeridos y, no hacerse patos y al piquetín.
8. Equilibrarse emocionalmente. Tanto la salud emocional como el estado de ánimo tienen una fuerte correlación con la salud física. Padecer diabetes es muy estresante y dicho estrés eleva la glucosa en sangre. La depresión es un socio silencioso que visita de manera constante a la mayoría de diabéticos. Si nos deprimimos, es posible que abandonemos nuestro cuidado personal, lo que puede, casi seguramente, empeorar nuestro estado físico y en cadenita, el emocional creando un círculo vicioso del que cuesta mucho escapar.
9. Medicarse como se prescribe. Cuando se trata de insulina, hipoglucemiantes orales, medicamentos para la presión, el control de lípidos u otros recetados por nuestros médicos, hay que seguir las indicaciones de forma disciplinada. Si tenemos una afección y vemos para que nos la atienda a otro médico que el que nos maneja la diabetes, hay que indicarle con claridad que somos diabéticos y qué medicamentos y sus dosis estamos tomando, ya que hay muchos fármacos que elevan el contenido de glucosa en la sangre, creando un cuadro de hiperglucemia que difícilmente podríamos detectar en sus etapas no dañinas. Nunca recurrir a la automedicación ni descontinuar tratamientos por nuestra cuenta. Cualquier duda, debemos ponernos en contacto con nuestro médico -o médicos, según el caso.
10. Educarse. No debemos olvidar que somos los responsables del cuidado de nuestra propia salud. Esta tarea no la podemos delegar ni transferir a nadie. Podemos solicitar apoyo, pero, finalmente, la responsabilidad es toda nuestra y de nadie más. Un paciente educado, es un paciente que puede tomar el control y buscar para sí los mejores cuidados; puede tomar la iniciativa y saber qué, cómo y cuando hacer lo correcto para manejar su condición diabética, además de no caer en engaños con charlatanes ni "productos milagro”. Puede, en resumen, enfocarse a vivir una vida saludable habiendo tomado el control completamente y alcanzando una armonía con la vida sintiéndose bajo control y saludable.
Aunque algunos profesionales de la conducta –léase siquiatras, sicólogos, orientadores, sacerdotes o cantineros-, a veces nos adviertan que nuestra conducta pudiera rozar la obsesión por el cuidado, debemos vivir en la conciencia que, dado que ya nuestro metabolismo está seriamente modificado por la DM, nuestro cuerpo ya no funciona en automático y que debemos estar pendientes cada momento de los niveles de glucosa –y por ende de insulina-, presentes de manera activa en nuestro sistema circulatorio.
Debemos contar la cantidad y calidad de calorías que ingresamos. Debemos realizar un mínimo de ejercicio aeróbico para cada día, debemos de mantenernos pendientes de cambios a veces muy sutiles de textura de la piel, sensibilidad en las extremidades, heridas a veces minúsculas, hormigueos en los pies, vista borrosa, cansancio, sed, aparición sorpresiva de dolores en partes del cuerpo que, a veces, ni sospechábamos que estaban ahí. Vivir así y no ser obsesivo, debe ser un logro de autocontrol digno de una competencia olímpica. Sin embargo, si hacemos diario la tarea y no como muchos en la escuela queriendo reponer en una noche de desvelo lo no estudiado en un mes -cosa por demás imposible en cuanto al tema de la salud-, podremos vivir como individuos prácticamente normales que sin obsesión o neurosis cuidamos de nosotros y ponemos atención de lo realmente importante en el momento que se requiera.
Dado que la DM en todas sus presentaciones es una enfermedad crónica (de largo plazo, es más, de por vida) y que afecta TODOS los sistemas del organismo, nos puede provocar cambios y complicaciones que nos acompañaran el resto de nuestras mortales existencias. El espectro de ceguera, amputaciones, embolia, falla renal enfermedad coronaria y otras, es una realidad que infunde temor –o al menos debiera en aquellos que no se ciñen a un buen control. Sin embargo, hay manera de alejar esa amenaza que pende sobre nuestras cabezas, ya que si bien las complicaciones agudas y crónicas constituyen un futuro posible, no es necesariamente una condena inevitable.
Luego de darle varias vueltas al asunto, se me ocurre presentar una especie de "decálogo de buenas prácticas del diabético”, que entre más podamos llevar de manera cotidiana, nos ayudarán a prolongar la buena salud y mantener a ralla por mayor tiempo, las temidas complicaciones de la vida con diabetes. Van pues a consideración:
1. Reducir el valor de la hemoglobina glucosilada (A1c). Un estudio (Diabetes Control and Complications Trial), ha revelado que por cada punto de reducción en el valor A1c, (valor promedio de glucosa en sangre por un lapso de tres meses), hay cerca del 37% de reducción en el riesgo de complicaciones microvasculares, lo que aparentemente permite retrasar la aparición de daños en ojos, riñón y el sistema nervioso. Un monitoreo regular en casa puede darnos una buena orientación de qué tan lejos estamos de lograr la meta.
2. Cuidar los pies. El daño de los nervios periféricos, mejor conocido como neuropatía periférica, se presenta de manera preferencial en los pies, provocacando el llamado pie de diabético, ulceras en los pies y la neuroartropatía de Charcot (en este padecimiento, se conjunta una deformidad no específica con la pérdida de sensibilidad, que si no se corrige a tiempo –cosa que casi nunca sucede-, puede derivar en amputación. Normalmente ocurre primero en un pie, pero suele extenderse este tipo de lesión al otro). El buen trato que le demos a los pies y el hacer revisiones periódicas, ayudan a frenar cualquier complicación antes que se agrave.
3. Dejar de fumar. Sí, ya se lo que me dirán los fumadores y, ustedes fumadores, también saben a qué me refiero. Sin embargo debo insistir en cierta información al respecto. Más de un 18% de las personas con diabetes continúan fumando a pesar de saber los riesgos asociados a la salud. El fumar tiene varios efectos adversos, especialmente cuando hay diabetes de por medio y entre ellos, un aumento a la resistencia a la insulina, aumento de los niveles de glucosa en sangre y, no por estar al final el menos grave, un incremento desproporcionado de riesgo –además del ya existente por ser fumadores-, de complicaciones cardiovasculares. Así que dejar el tabaco podría ser quizás la mejor de las decisiones a tomar con respecto a la vida con diabetes.
4. Ejercicio todos los días. Bueno, quizá no diario sin descanso, pero de cuatro a seis días a la semana, tratando de iniciar con un mínimo de veinte minutos, hasta alcanzar un tono y condición que permitan movernos a nivel de incremento de tono cardiaco por lo menos una hora diaria, es uno de los mejores regalos que le podemos dar a nuestra salud. Además de ser un medio natural para reducir los niveles de glucosa en la sangre, el ejercicio nos mejora el humor, nos aleja de los malos pensamientos y de la tentación por las papas fritas –bueno, al menos por un rato, ¿no? -, nos protege contra las afecciones cardiacas permitiendo una buena salud cardiovascular y cualquier persona con diabetes podemos ingeniarnos para mover el esqueleto en grado ejercicio, de una forma u otra.
5. Comer correctamente. Como ya sabemos a estas alturas, lo que comemos tanto en cantidad como en calidad nutricional, tiene un enorme impacto sobre nuestro control de la diabetes. No importa si estamos sujetos a insulinoterapia o controlamos con medicamentos orales, comer de forma sana, ordenada, balanceada, y nutritiva, es esencial. Quienes vivimos con la diabetes debemos estar pendientes no solo de la glucosa en el organismo, sino también cuidar la ingesta de colesterol, grasas saturadas y ácidos grasos trans (como ejemplo de éstos, están las margarinas y los alimentos cocinados en freidoras), así como los niveles de sodio por aquello de la presión y, si ya hay riñones comprometidos (nefropatía), la cantidad de proteína Carnes, quesos y hasta soya).
6. Mantenimiento periódico. Así como nos preocupamos de llevar el auto al taller a su revisión cada determinado kilometraje, igualmente las citas al laboratorio y al médico, al nutriólogo u otras especialidades que nos tengan que revisar, tomarlas como compromisos NO cancelables. Es imprescindible visitar, aparte del médico que nos atienda la diabetes, al dentista por lo menos cada seis meses, al oftalmólogo para una revisión de fondo de ojo (con todo y dilatación de la pupila), cada año si no hay complicaciones, al podiatra al menos una vez al año y dependiendo de la edad y salud, las chicas su examen del Papaniculau y los hombres el tacto a la próstata. Incómodo, sí; costoso –especialmente si no se tiene acceso a los sistemas de salud pública-, también, pero es la mejor opción.
7. Vacunarse. Una vez que adquirimos la condición de diabéticos, otro sistema que se ve comprometido y ya no es lo que era, es el inmunológico. A partir del diagnóstico somos candidatos a complicaciones pulmonares severas en época de invierno y la vacuna contra la influenza es indispensable cada año. (sí, ya me jalé las orejas pues este invierno no me vacuné, con mi pan me lo comeré). Inmunización contra pulmonía se requiere cada cinco años y, no menos necesaria e importante, la antitetánica cada diez años. Recomendación final, hablen con su médico sobre esquemas de vacunación requeridos y, no hacerse patos y al piquetín.
8. Equilibrarse emocionalmente. Tanto la salud emocional como el estado de ánimo tienen una fuerte correlación con la salud física. Padecer diabetes es muy estresante y dicho estrés eleva la glucosa en sangre. La depresión es un socio silencioso que visita de manera constante a la mayoría de diabéticos. Si nos deprimimos, es posible que abandonemos nuestro cuidado personal, lo que puede, casi seguramente, empeorar nuestro estado físico y en cadenita, el emocional creando un círculo vicioso del que cuesta mucho escapar.
9. Medicarse como se prescribe. Cuando se trata de insulina, hipoglucemiantes orales, medicamentos para la presión, el control de lípidos u otros recetados por nuestros médicos, hay que seguir las indicaciones de forma disciplinada. Si tenemos una afección y vemos para que nos la atienda a otro médico que el que nos maneja la diabetes, hay que indicarle con claridad que somos diabéticos y qué medicamentos y sus dosis estamos tomando, ya que hay muchos fármacos que elevan el contenido de glucosa en la sangre, creando un cuadro de hiperglucemia que difícilmente podríamos detectar en sus etapas no dañinas. Nunca recurrir a la automedicación ni descontinuar tratamientos por nuestra cuenta. Cualquier duda, debemos ponernos en contacto con nuestro médico -o médicos, según el caso.
10. Educarse. No debemos olvidar que somos los responsables del cuidado de nuestra propia salud. Esta tarea no la podemos delegar ni transferir a nadie. Podemos solicitar apoyo, pero, finalmente, la responsabilidad es toda nuestra y de nadie más. Un paciente educado, es un paciente que puede tomar el control y buscar para sí los mejores cuidados; puede tomar la iniciativa y saber qué, cómo y cuando hacer lo correcto para manejar su condición diabética, además de no caer en engaños con charlatanes ni "productos milagro”. Puede, en resumen, enfocarse a vivir una vida saludable habiendo tomado el control completamente y alcanzando una armonía con la vida sintiéndose bajo control y saludable.