miércoles, 27 de julio de 2011

A mover el esqueleto (parte 2)


Siguiendo con el tema del ejercicio y la diabetes, siempre surge la duda de qué es lo mejor para cada quién sobre el tipo de ejercicio a realizar y que además de ser el pretexto para estar activos, contribuya de la mejor manera a alcanzar un estado de salud en línea con el ideal para quienes vivimos con diabetes.

Como dice el viejo aforismo médico, hay enfermos, no enfermedades, también aplica para los diabéticos que aunque podemos tener enormes similitudes al momento de analizar nuestro caso en particular, siempre surgirán las diferencias que nos hacen estar mejor o peor que con quien osemos compararnos. Todos estamos enfermos y, la forma en que nos manejemos resulta crucial y el ejercicio no es la excepción. Por ello y como recomendación Universal, lo primero que hay que hacer es consultar con un médico que siempre nos podrá indicar qué sí y qué no y los límites que debemos de respetar.

En esta ocasión, rescato de los escombros electrónicos un archivo cuya fecha de consulta se pierde en la noche de los tiempos y que –eso sí tengo la referencia correcta-, encontré en el portal about.com, en el apartado “sports medicine” (medicina del deporte), editado por Elizabeth Quinn y se refiere a los mitos y medias verdades sobre el acondicionamiento físico. Si bien no está escrito específicamente para diabéticos, los criterios son perfectamente aplicables para los que buscamos una buena cultura de la actividad deportiva. Así que haciendo una muy libre traducción y adaptación del texto, compartiré en esta entrada, los primeros cinco de diez mitos analizados, así que, entremos en materia.

Mito 1. Si no hay dolor, no sirve (el original en inglés rima como: no pain, no gain) y se refiere a que el ejercicio necesita doler para hacernos bien. Sin embargo, nada más alejado de la realidad, es más, el dolor es una señal de alarma que nos alerta acerca de alguna parte de nuestro cuerpo que está siendo dañada y entre más agudo sea el dolor eso implica el grado de urgencia en que el cuerpo nos exige detener el movimiento que lo está dañando. Algo de inflamación con dolor es común para quien inicia un programa de entrenamiento físico, pero si la molestia continua, implica que estamos forzando al cuerpo más allá de su capacidad. El dolor demorado que ocurre hasta 48 horas después del ejercicio se debe a procesos inflamatorios y por ello no hay que hacer mucho y muy pronto, sino en sesiones de esfuerzo progresivo.

Mito 2. Sudar en exceso al ejercitarse implica una mala condición. Por el contrario, es todo lo opuesto, dado que el sudor es un refrigerante muy eficiente y el atleta que ya ha adaptado su cuerpo al ejercicio, mantendrá el núcleo de su cuerpo a una temperatura fresca enviando la sangre caliente hacia la superficie, logrando un excelente intercambio de calor. Así mismo, cuando se tiene una condición física correcta, se pierde menos sodio en el sudor que lo que pierden las personas sedentarias, dado que una mayor cantidad de éste es reabsorbida haciendo más eficiente el proceso de enfriamiento.

Mito 3. Para formar músculo hay que comer alimentos de alta proteína. No hay evidencia científica que apoye tal creencia. Según se reporta, la jefe del programa de nutrición del deporte de los Huskies de la Universidad de Washington, la Dra. Suzane Nelson,  afirma que los atletas que desarrollan fuerza, requieren almacenar en el músculo cantidades adecuadas de carbohidrato y glucógeno. Señala que todas las poderosas contracciones musculares de alta intensidad, como las que requiere el levantamiento de pesas, usan carbohidrato como fuente de energía dado que ni la grasa ni la proteína pueden oxidarse lo suficientemente rápido como para satisfacer la demanda del ejercicio de alta intensidad. Por ello la dieta que se consuma en base diaria debe contener una porción adecuada de carbohidrato (ojo: de lenta absorción), para restituir los niveles de glucógeno. Para formar más músculo, concluye, simplemente hay que seguir un buen programa de entrenamiento con pesas y consumir de forma consistente, una dieta bien balanceada.

Mito 4. Si dejas de ejercitarte, tus músculos de convertirán en grasa. El tejido graso (adipocitos), y el músculo son dos tipos diferentes de tejido y no pueden transformarse uno en el otro. Lo que sucede es que los músculos se atrofian por falta de uso y si continuamos comiendo como siempre pero dejamos el ejercicio, lo que se observa es un incremento en la grasa corporal y una pérdida de la masa muscular. Por supuesto la pregunta sería, ¿por que dejar de hacer ejercicio?

Mito 5. Se puede quemar más grasa al ejercitarse por más tiempo a una intensidad menor. Esta es una media verdad, pues al ejercitarse no importa si la fuente de energía proviene de la grasa o de los carbohidratos, lo que importa al final es la cantidad de energía empleada (el gasto calórico total). Sabemos que a mayor intensidad en el ejercicio, quemamos más calorías por minuto, así que finalmente se trata del balance entre lo que ingresa y lo que realmente quemamos. A quienes inician un programa de ejercicio se les sugiere que lo hagan con una intensidad baja, ya que si no se tiene condición, así es más seguro para evitar lesiones, además que las actividades de alta intensidad es difícil que se puedan sostener.

En la próxima entrada, terminaré esta parte de los mitos y, posteriormente, revisaré algunas opciones de ejercicio adecuadas, dependiendo de la condición física, el estado general de salud y limitaciones por complicaciones derivadas de la diabetes.

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