viernes, 29 de julio de 2011

A mover el esqueleto (parte 4)

Como los protagonistas del tema aquí tratado somos los diabéticos, hay que considerar, además de los consejos en torno al ejercicio, una atención primordial por los beneficios adicionales que incluyen, entre otros, el gasto de calorías, lo cual afecta, de manera diferente, a las personas tanto con diabetes tipo 1, como con diabetes tipo 2. Como nota adicional para quienes padecen diabetes gestacional, los consejos para los diabéticos tipo 2 aplican en lo general. Para aquellos con tipo 2 o gestacional en terapia de insulina, les aplican mejor los dirigidos al tipo 1.
Dependiendo del tipo de diabetes que tengamos, habrá que tomar consideraciones especiales sobre cómo reacciona nuestro organismo ante el ejercicio y, evaluar los beneficios y los riesgos.
Aquellas personas con diabetes tipo 1, encontrarán que les será más difícil mantener niveles normales de glucosa (normoglucemia), durante el ejercicio físico, ya que los niveles de insulina no varían como respuesta a la actividad física, pudiendo dar como resultado cualquiera de dos posibilidades: un exceso de insulina en el sistema (hiperinsulinización), provocando una hipoglucemia o, por el contrario, una disminución súbita de los niveles de insulina (hipoinsulinización), desencadenando hiperglucemia y cetoacedosis.
Pero, ¿por qué pasa esto? y ¿qué hacer cuando sucede?
Como sabemos, a los diabéticos las cosas no nos funcionan normalmente y tenemos que ayudar al organismo a que realice algunas funciones que, en las personas sanas, se realizan automáticamente. Durante el ejercicio,  los niveles de insulina en personas con diabetes tipo 1, no disminuyen de una forma fisiológica (regulada por el organismo), provocando que la dosis de insulina que es apropiada en reposo, se vuelva excesiva durante el ejercicio, provocando como consecuencia, la hipoglucemia. Al realizar ejercicio, se mejora la acción de la insulina, adicional al hecho de que la absorción de la insulina aumenta durante el ejercicio, especialmente si se inyecta en la zona muscular en donde se trabajará con mayor intensidad. Este beneficio se extiende por varias horas después de realizada la actividad física. El punto en contra es que puede provocar hipoglucemias tardías, por lo que hay que estar preparados.
 
Es muy importante estar conscientes de la forma en que las personas diabéticas tipo 1 reaccionan al ejercicio, para planear la administración de insulina y la alimentación, tanto en cantidad como en los tiempos adecuados. Es aconsejable que la actividad física la inicien de una y media a dos horas después de alguna de las comidas (postpandreal), o después de alcanzado el pico de insulina y cuidar de realizar una disminución en la dosis de insulina. Si el esfuerzo es no planeado o no se realizó la reducción de la dosis de insulina, será necesario ingerir una dosis adicional de carbohidratos para evitar la hipoglucemia, especialmente en los niños.
El ejercicio es un excelente medio para lograr un peso adecuado y mantenerlo y con ello, alcanzar un nivel de glucemia deseado, que facilite la acción de la insulina o llegar a la meta de disminuir la cantidad de medicación que se requiere para el funcionamiento óptimo del organismo. Un programa balanceado de ejercicio reduce la tensión y el estrés, mejora la concentración y ayuda, en muchos casos, a disminuir ese apetito compulsivo que de vez en cuando nos ataca a los diabéticos. Es decir, cuando se combina un adecuado plan de alimentación balanceada, dividiendo las cantidades que comemos durante el día, en por lo menos cinco sesiones, con el programa de ejercicio que se haya seleccionado, el efecto es excelente para el cuerpo.
Hay casos admirables de atletas de alto rendimiento y otros muchos deportistas, no necesariamente de alto rendimiento, que son diabéticos tipo 1, correctamente controlados y hacen cantidades enormes de ejercicio, obteniendo los beneficios de la actividad física sobre el control de la diabetes.
Para las personas con diabetes tipo2, el ejercicio puede considerarse como parte del tratamiento del control de la diabetes. Como la diabetes tipo2 tiene varias causas de tipo metabólico, genético y hormonal, aún no completamente comprendidas, es difícil precisar las modificaciones que se realizan en el organismo durante el ejercicio. Sin embargo, como característica básica, éstas desembocan en el efecto de una falta de insulina (hipoinsulinemia), o resistencia a la insulina.
Dado que un gran número de personas con diabetes tipo 2 resultamos ser o haber sido obesas, el ejercicio tiene varios efectos positivos en nuestro organismo, ya que, combinándolo con una alimentación adecuada, contribuye al equilibrio de un peso saludable y permite acercarnos a valores del Índice de Masa Corporal adecuados. Los ejercicios aeróbicos ayudan a desarrollar una mejor capacidad pulmonar y se ha encontrado que se aumenta la sensibilidad a la insulina y se mejoran los valores de glucosa en sangre y disminuye los niveles de colesterol malo (LDL-Colesterol). No solo eso, sino que también los niveles de triglicéridos disminuyen al tiempo que los valores del colesterol bueno (HDL-Colesterol), aumentan ligeramente. Como nota de atención, debemos tener presente que la diabetes tipo 2 se desarrolla principalmente en personas mayores de 30 años y conforme avanzan la edad y los efectos de la misma diabetes tipo 2, habrá que considerar de manera importante los riesgos cardiovasculares, para evitar accidentes fatales.
Sin embargo, no todos somos iguales y, en el caso de personas tradicionalmente sedentarias, obesas, de edad avanzada o con neuropatías u otras condiciones limitantes, es más difícil el aceptar el ejercicio como un hábito diario. Aquí es donde entra el punto de la controversia y donde los pacientes diabéticos encontramos el clásico pretexto para justificar por qué no hacemos ejercicio, cuando no hacemos ejercicio.
Cuando si lo hacemos, estamos de acuerdo en que nos sentimos mejor. Aquí, como en todo lo que implica un esfuerzo, la lucha es por sobreponerse a esa “primera” sesión y mantenerse haciéndolo de manera disciplinada. ¿Cuántas veces no nos ha pasado por la cabeza el pensamiento de “hoy no circulo” y preferimos quedarnos inmóviles, quietecitos y rezando para que no nos haga daño la falta de movimiento? Pretextos no nos faltan y cuando pensamos en la palabra ejercicio, la callamos como si fuera esa mala palabra que no se dice delante de los niños ni de “la gente decente”. Alguien dice ejercicio y pensamos en sudor, dolor e incómodas y ajustadas prendas deportivas y, nos falla la voluntad tan solo de pensar en ir a un centro deportivo a mezclarnos con otras personas sudorosas enfrascadas en arduas rutinas de esfuerzo, estiramiento y agotamiento para ponerse “en forma”. Así, puede que todos los días pensemos en ir a hacer ejercicio (a donde quiera que haya que ir a encontrar ese ejercicio no hecho), pero no, NO VAMOS. Tenemos tanto que hacer, ¿no es cierto?, Trabajamos duro todo el día y queremos reposar un rato antes de cenar y, luego viene mi programa favorito en la tele y …, ¡chispas!, ya no fui a mi clase de aeróbicos, spinning, pesas, pilates o lo que sea la moda. Bueno, quizás mañana.
Sin embargo, si bien no se trata de dar razones para abrazar con loco entusiasmo la carrera deportiva y declarar emocionadamente ¡a ejercitarse sin parar!, debemos reconocer la necesidad de adquirir una conciencia de cuán importante es la actividad física.
Como decía, dependiendo de la edad, la evolución de las consecuencias de la diabetes y las lesiones orgánicas que pudieran estar presentes, no todo mundo tendrá la misma capacidad y ánimo para hacer ejercicio. Ahora bien, independientemente de la extensión del daño físico que la diabetes nos haya propinado, es importante mover el cuerpo por las razones arriba expresadas. La pregunta que surge es: ¿Si tengo tal o cual condición, cuál es la mejor manera de hacer ejercicio? Aquí es donde entra  en función el equipo formado por el médico tratante, especialistas de apoyo,  la familia y los amigos.
Lo primero que hay que reconocer es que, como diabéticos, nuestra capacidad, con relación a una persona normal, no es la misma. Somos mucho más vulnerables a daños físicos y lesiones que, si pueden llegar a ser de seriedad en personas sanas, en personas con diabetes serían de gravedad relativa tal que incluso lleguen a poner en riesgo nuestra integridad. Por ello hay que establecer un programa progresivo de ejercicio que nos reporte beneficio máximo con un riesgo mínimo.

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