sábado, 6 de agosto de 2011

¡Actuemos ya! contra la Diabetes (2ª. Parte)




“Si alguien busca la salud, pregúntale si está dispuesto a evitar las causas de la enfermedad; en caso contrario, abstente de ayudarle”

Sócrates


El pasado 21 de mayo escribía sobre la iniciativa de la OMS (Organización Mundial de la Salud), al respecto de la diabetes tipo 2 y de la cual toma el nombre esta entrada y describí en líneas generales los cuatro mensajes en torno al tema central de la campaña, la que se resume en la frase “LA DIABETES MATA”.
Retomando un poco las ideas centrales de la campaña, estas se resumen en lo general en la implícita amenaza a la vida que deriva de tener diabetes; el enorme crecimiento de casos a nivel mundial, la posibilidad de alcanzar un control para evitar las complicaciones y, que se puede prevenir.
 
Al releer varios de los conceptos que sustentan esta campaña y las anticipadas dificultades para su implementación, que obligan a que el esfuerzo para que se pueda asegurar el éxito en esta cruzada, invite la participación conjunta de gobiernos y sociedad civil (lo que sea que nos imaginemos que puedan representar esos abstractos términos). Bueno, supongo que aquellos que no recibimos el codiciado néctar presupuestal de la ubre estatal, podremos considerarnos -en justicia-, parte se la sociedad civil y así pues, asumiendo mi correspondiente compromiso, escribo a continuación mi reflexión sobre el tema, centrado en la proclama más dura de la campaña, “la diabetes mata”
 
Como lo relata la frase al inicio, nadie, más allá de quien desea un estado de salud alejado de la enfermedad o el caso del enfermo que puede hacerse cargo de su propia enfermedad, ilustra mejor esta percepción. El concepto es duro, pero a pesar de los más de dos mil cuatrocientos años transcurridos desde que la pronunció el buen Sócrates, mantiene una enorme vigencia.
 
Cuando me refiero a la idea que implica el ejercicio de la propia responsabilidad, particularmente en el marco de la diabetes tipo 2, en esta recién iniciada segunda década del siglo XXI, lo hago sobre la necesidad de asumir la realidad, hacer tangible el concepto de “tomar el toro por los cuernos” y ante una enorme cantidad de opciones terapéuticas a nuestro alcance, hacer de forma decidida y continuada, un cambio de vida radical que nos permita alcanzar los niveles de glucosa en sangre lo más cercano posible al rango normal, para un diabético.
 
Soy hijo de un diabético, quien sufrió deterioros a lo largo de su vida, acorde con lo que en los años en que la vivió se manejaba como la “terapéutica de la diabetes”. Su diabetes, al igual que la mía, era tipo 2 y por lo tanto, según recuerdo, lo manejaban con hipoglucemiantes orales (de los de primera generación, supongo) y dieta. Lo más impactante del asunto, era el concepto de “dieta” que vivió. Recuerdo aun con horror que mientras que la familia comíamos juntos opíparamente en la mesa familiar –si, es correcto, me tocó vivir esa época donde aun se reunían las familias a comer todos juntos a la misma hora, pero esa es otra historia-, compartiendo alimentos muy agradables al paladar y por supuesto, lejos, tremendamente lejos de lo que hoy se concibe como una comida adecuada, tanto en ingredientes de suculento sabor, como en cantidades, al pobre diabético se le servía una comida simple, insípida, de un aspecto realmente desagradable y por supuesto nada antojosa. El lógico resultado a esta situación, aunado a una vigilancia estricta –la verdad, todos opinábamos y lo estábamos “cazando” por si cometía un “pecado” sobre lo que comía y hasta el grado de supervisarle los medicamentos. Esto me causaba una enorme desolación que se convirtió en pánico cuando me llegó el propio diagnóstico (la burra no era arisca…). Pero, la moraleja de esta historia nos lleva por otros rumbos.
 
El resultado de las circunstancias en mi padre –marginación, sobrevigilancia, devaluación con respecto a los “sanos” y todo lo que esto implica en el ambiente familiar-, lo llevaron a ser un diabético descontrolado por decisión propia, buscando cuanta oportunidad estuviera a su alcance, para agenciarse comida rica (es decir prohibida), en donde no faltaba el pan de dulce, los chocolates, caramelos, etc. Como resultado, problemas circulatorios en las piernas, problemas de retina, embolias al final de su vida, fueron restándole severamente la posibilidad de una razonable calidad de vida. El punto aquí es que pudo haberse cuidado y posiblemente muchas de las clásicas complicaciones no hubieran existido o, simplemente, habrían sido mucho menos graves.
 
Sin embargo, en descargo de mi padre, diré que, precisamente por haberle tocado vivir casi todo el siglo XX y un poco del XXI, donde los conocimientos sobre diabetes no eran, ni de lejos, lo que son ahora, jamás recibió ni la información, la guía, el apoyo ni la educación que ahora existe disponible para los diabéticos. Es a partir de mediados de la década de los 80’s y debido al enorme problema en que se ha convertido la diabetes en los últimos años, aunado con las pesimistas proyecciones de lo catastrófico que puede ser para los sistemas de salud a nivel mundial la tasa de incremento de nuevos casos diagnosticados cada año y, la cada vez mayor frecuencia en la aparición de complicaciones crónicas de la diabetes (nefropatía, retinopatía, pié de diabético, cardiomiopatía, etc.), que hacen necesarios enormes presupuestos para dar una atención médica adecuada, aunado a la pérdida de productividad por lo discapacitante de estas complicaciones en una población cada vez más joven, es que se ya se hacen esfuerzos hacia la prevención –más vale prevenir que lamentar-, para el manejo adecuado de la enfermedad, o para disminuir las posibilidades de que las complicaciones aparezcan o se conviertan en una situación catastrófica para el paciente o la familia.
 
Por eso, y redondeando el concepto, considero que hay dos situaciones que hacen sumamente dramático el manejo del problema que implica la diabetes, no solo a nivel personal, sino también a nivel social. La primera y la más grave, va en función del problema de desigualdad social, que provoca que una persona con diabetes pueda, de entrada, carecer de un diagnóstico por no tener acceso a un médico e instalaciones de diagnóstico clínico; aunado a una muy probable falta de cultura y conocimientos que le impidan valorar en su justa dimensión el tamaño de su propio problema; Posiblemente, escasez de recursos económicos o de las facilidades necesarias para adquirir y preparar una alimentación sana, completa y adecuada para su condición y, muy probablemente una actitud de no considerar peligrosa su condición pues, la diabetes no duele, lo que duele y mucho, son las complicaciones, particularmente las de origen neuropático. Aquí se debe enfocar de manera prioritaria el esfuerzo mayor, no solo en atención médica, sino en la parte de educación y generación de oportunidades para mejorar su condición.
 
La segunda, es en relación a quienes teniendo el acceso a todo un sistema de salud, recursos económicos suficientes y educación por arriba del promedio, no están de ya, haciendo algo en este sentido. En las condiciones en que vivió, mi padre no tuvo realmente ninguna oportunidad, pero para mi generación y las siguientes, el panorama es mucho muy diferente y entre las cosas que tenemos por hacer, no cabe la excusa de la ignorancia.
 
  • Las señales son clarísimas y están siendo lanzadas continuamente campañas de información sobre la salud, la prevención y la problemática que implica vivir con obesidad, hipertensión y diabetes. Sabemos que la diabetes es hoy en día la principal causa de muerte en México. Que este país tiene el nada honroso primer lugar mundial de obesos adultos y, al parecer –lo leí en algún diario, pero no he localizado una confirmación oficial-, también ya alcanzamos el vergonzoso primer lugar en obesidad infantil. Entonces a quienes teniendo todos los medios a su alcance para alcanzar la salud y asegurarse de mantenerla a lo largo de su vida, les hago la pregunta, ¿están dispuestos a evitar la causa de la enfermedad?, si la respuesta es sí, todos sabemos que estamos en el camino correcto, si la respuesta es no, parafraseando a Sócrates, nos abstendremos de ayudarles. ¿Suena duro? Sí que es duro, pero antes que la OMS, la IDF u otras gentes se apuren y angustien por quien no desea hacerse cargo de su propia salud, enfoquemos los esfuerzos en quienes sí, fervientemente, desean estar sanos.

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