sábado, 13 de agosto de 2011

Pensamiento primitivo, ignorancia y diabetes, mala combinación.


Hace algunos días estuve leyendo el número de agosto de la revista Astronomy, y me topé con un artículo sobre la crisis de la educación científica en los Estados Unidos, en donde el autor expresaba su preocupación con respecto al poco interés de las generaciones jóvenes por seguir cursos o carreras que lleven implícita alguna disciplina científica, a saber, física, química, biología y, por supuesto, las temidas matemáticas. Explica el autor que al preferirse los estudios sobre temas no científicos, como áreas administrativas, cursos de arte o comunicación, las nuevas generaciones pierden en mucho la capacidad del pensamiento crítico y la curiosidad para plantearse las preguntas que son siempre el tema de las ciencias, tales como: cómo, cuándo, dónde y el imprescindible por qué.

Según la ciencia, los seres humanos contemporáneos llevamos algo así como 140,000 años sobre la tierra y hemos desarrollado de manera paulatina el dominio sobre las demás especies que pueblan la tierra. Por supuesto, aunque está comprobado que el Homo Sapiens de hace 140,000 años tenía prácticamente la misma capacidad intelectual que los Homo Sapiens de hoy día, a nadie se le ocurriría la peregrina idea de pensar que la vida y las civilizaciones de la época fuesen al menos igual o más avanzadas que la actual civilización occidental de base tecnológica.

Regresando a la revista Astronomy, otro punto expuesto en el artículo que inspira esta entrada, es sobre la enorme cantidad de apoyo y difusión que actualmente se le da a temas de la llamada pseudo-ciencia. Es decir, patrañas e invenciones sin sentido que, utilizando el lenguaje de la ciencia y algunos datos científicamente comprobados, toman, a partir de ahí, una serie de conclusiones o postulados indignos incluso para la trama de una mala novela de ciencia ficción. Fantasía pura con lenguaje de ciencia, elaborada con frases impactantes y un lenguaje plagado de generalidades, típicas de los escritores de horóscopos, que ofrecen soluciones de tipo existencial, espiritual, trascendental y hasta la cura de cualquier enfermedad. Las típicas, VIH SIDA, cáncer (cualquier tipo) y obviamente diabetes.

El problema con esto, es que al empezar a permear en la sociedad este tipo de doctrinas de lo absurdo y falsas ideas, totalmente ajenas a la verdad probada por la ciencia,  adquieren una difusión en los medios masivos, desplazando a la verdad científica por propaganda llena de frases rimbombantes, que por supuesto utilizan términos como “un producto natural”, “la sabiduría milenaria de”, “la receta secreta de los”, “ha sido probada con éxito en infinidad de consumidores satisfechos”, “diseñada por médicos, lo que le garantiza”, en fin, podría llenar páginas y páginas de absurdos propagandísticos y no abarcaría la enormidad del ingenio humano para redactar frases llamativas.

Lo lamentable de esta situación, es que a la ciencia se le margina de la posibilidad de ser trasmitida a las masas, ya que se considera al conocimiento científico como aburrido, árido, poco atractivo e indigno de patrocinio. Esto lleva a una población que ve disminuida su capacidad crítica y acepta como válido todo aquello que le publicitan por televisión o en el cine y, actualmente, por internet. Como dijera un amigo, si no estás en internet, no existes.

Ante la avalancha de anuncios de gente que abusa de la credulidad o la desesperación de los enfermos o la de sus parientes, sacan al mercado pomadas, jugos, extractos, cápsulas y una infinidad de productos que, en el mejor de los casos, contienen un placebo (sustancia inerte que no tiene ningún efecto sobre el organismo) y lo ofrecen como una cura milagrosa a un enorme rango de enfermedades. Hay incluso, quienes montan pseudo clínicas en donde ofrecen tratamientos de “cura comprobada”, eso sí a precios astronómicos a veces, pues como reza el dicho, ¿Cuánto vale tu buena salud? O sea, engañados en lo económico además de en la propia salud. He visto anuncios de productos por demás estrafalarios y que prometen maravillas, tales como que queman la grasa corporal, curan la diabetes, remiten canceres avanzados y otras monerías a cual más de increíbles.

Para una sociedad educada, es difícil resistir una proclama tan tentadora, pero siempre puede funcionar el filtro del escepticismo y no prestarle oídos a los charlatanes. En sociedades como la nuestra en que urge un mayor nivel educativo, es aterradoramente grande la cantidad de gente que cae en estos engaños e incluso hasta los promueve. Como es obvio, el resultado de seguir este tipo de consejos y de tratamientos, solamente logra agravar un de por si mal pronóstico de enfermedad, si no es que cuesta la vida irremediablemente.   

Pensar así, es pensar primitivamente, caer en el peor de los escenarios, el de la ignorancia que nos lleva a terminar creyendo en soluciones mágicas que, sabemos son un imposible, pero que ante la necesidad emocional de encontrar “lo que sea que me cure”, antes de aceptar la fatalidad de un diagnóstico que nos afectará de por vida. Por eso, si por el contrario, confiamos en la ciencia, en la búsqueda de la verdad científica y en la verdadera medicina moderna, estaremos en el mejor de los caminos para tratar nuestra condición de diabéticos, que mucho se ha avanzado para permitirnos llevar una vida normal. Claro, sigo teniendo la esperanza de que pronto se descubra una cura para la diabetes, ¿quién no?, pero mientras tanto, a cuidarse, controlarse con una buena supervisión médica y hacer oídos sordos a los cientos de charlatanes que nos endulzan los oídos como las mitológicas sirenas, solo para descubrir que su intención no es curar ni les interesa si nos estrellamos en los arrecifes de la mala salud.

Como humanidad llevamos recorrido un largo y penoso camino para surgir de la oscuridad primitiva y no debemos perder la visión de lo logrado y, mucho menos, lo que está por alcanzar nuestra inteligente especie. No desoigo la sabiduría milenaria, pero no perdamos de vista que esa misma sabiduría afirmaba que la tierra es plana y que la tierra es el centro del Universo y hoy, gracias a la ciencia, sabemos que la realidad es mucho muy diferente a lo que nos enseñan los sabios milenarios. No caigamos pues, en errores ni engaños.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario