Cuando hablamos de diabetes es inevitable hacerlo desde el marco actual temporal. Es decir, asumimos que la diabetes es algo que nos sucede como una costosísima cuota a pagar por la vida ajetreada, llena de satisfactores alimentarios y sedentaria que nos toca vivir. Damos por sentado que la diabetes está aquí, que forma parte de nuestra realidad cotidiana y si nos salimos del concepto del presente, lo hacemos hacia el futuro y centramos nuestras reflexiones en cómo será el futuro si la tendencia actual de nuevos casos se mantiene.
Nos hemos hecho conscientes de las campañas que se emprenden cada año, cada vez con más fuerza, para atajar el crecimiento del número de diabéticos que se van integrando a las estadísticas y nos expresamos legítimamente indignados por la pasividad de los gobiernos de prácticamente todo el mundo ante un problema que será el más grave a resolver en temas de salud, a menos que se haga algo decisivo a escala mundial, dado que ya en estos momentos prácticamente rebasa las capacidades nacionales en muchos países. México ya reconoció que la diabetes es la principal causa de muerte desde hace ya más de cinco años.
Pero, ¿alguien ha volteado hacia el pasado?, ¿sabemos algo sobre la historia de la diabetes? Algo que nos dé al menos una referencia histórica sobre qué se sabía de la diabetes por parte de nuestros antepasados y desde hace cuánto que se conoce o reconoce como una enfermedad.
Como dicen en mi pueblo, el que pregunta se amuela y le toca la investigación, así que por andar compitiendo con el curioso gato -afortunadamente quién se juega el pelambre es el gato, al menos en esta ocasión-, encontré y les comparto algunas efemérides sobre la diabetes.
El tema investigado arroja datos desde hace muchísimo tiempo atrás, hasta el primer tercio del siglo XX, cuando la materia de investigación se hizo tan abundante e intensa que tendría que llenar varios volúmenes de libros para hacerle justicia a tantísima gente e instituciones que han participado en los avances médicos sobre la diabetes. Pero menos vueltas y más recuentos.
La referencia más antigua sobre la diabetes data de hace aproximadamente unos 3,500 años cuando en el antiguo Egipto, cuna de la medicina que asentaría sus reales en occidente y posteriormente en lo que conocemos hoy día como Medicina Alópata, se realizó el registró en papiros de compendios de los conocimientos médicos de la época (equivalente a los modernos tratados de medicina). Esto lo sabemos gracias a que en 1862 un curiosísimo arqueólogo Egiptólogo alemán llamado George Ebers, encontró en las ruinas de la ciudad de Luxor el hoy llamado “Papiro de Ebers” en donde hay un párrafo dedicado a una extraña enfermedad sufrida por enfermos jóvenes que adelgazan con facilidad, decaimiento, sed característica y que orinan abundante y frecuentemente. Sabemos que los médicos griegos, alumnos destacados de la Gran Escuela Médica de Egipto donde estudió el célebre Hipócrates, hoy en día considerado el Padre de la Medicina, llamaron a esta enfermedad Diabetes, derivado de diabetai, “salir con fuerza, chorro vigoroso” relacionado con la abundancia de orina.
Más adelante, hará unos 2,400 años en La India, se escriben los Ayur Veda Suruta, tratado de medicina en donde se describe una extraña enfermedad que afecta a personas pudientes y obesas que comen mucho dulce y arroz y cuya característica más peculiar es que su orina tiene un olor dulce, por lo que la llamaron madhumeha (orina de miel). Primera referencia histórica que relacione lo dulce con la enfermedad.
Para el año 10 de nuestra era, hace unos 2,000 años, el célebre médico latino, Celso describió la enfermedad con gran precisión y destacó la ventaja del ejercicio físico para su tratamiento. Unos diez años más tarde, Areteo de Capadocia asentó definitivamente el nombre de Diabetes a la enfermedad de la que señalo con precisión la evolución y desenlace en los siguientes términos “A estos enfermos se les deshace su cuerpo poco a poco y como los productos de desecho tienen que eliminarse disueltos en agua, necesitan orinar mucho. Esta agua perdida tenía que ser repuesta bebiendo mucho. Como la grasa se funde poco a poco se pierde peso y como los músculos también van deshaciéndose, el enfermo se queda sin fuerza” En el Siglo II, el célebre, Galeno interpretó la relación de la enfermedad con un fallo de riñón incapaz de retener la orina, idea no demasiado alejada de la realidad, aunque el efecto se confunde con la causa.
Hay un período histórico en el que no aparecen registrados avances médicos, no solo relativo a la diabetes, sino a la medicina en general y posiblemente se deba a la masiva destrucción de documentos durante la caída del Imperio romano, quedando lo que actualmente sabemos históricamente de los fragmentos documentales preservados en los monasterios durante la Edad Media. Es a partir del despertar que significó el Renacimiento que comienzan nuevamente a documentarse los conocimientos y alrededor de 1528 Paracelso (quién así se nombró en honor del célebre médico Celso de Roma), reescribe el conocimiento médico de la época (por cierto lleno de errores y prejuicios y muy por debajo de las alturas alcanzadas por la antigua medicina Egipcia y Griega) y afirma que la diabetes se debía a una enfermedad de la sangre. De nuevo cerca, pero incorrecto.
El siguiente hito histórico es el rebautizo de la diabetes por parte del médico Thomas Wielis, quien probando su dedo humedecido en la orina de un paciente notó su sabor dulce, en contraste con la de otros que, orinando también en exceso, no presentaban esta característica, naciendo así el término Diabetes Mellitus (mellitus=sabor a miel en latín) así como Diabetes Insipidus (insipidus=sin sabor, en latín) Así ya tenemos dos denominaciones para la diabetes, mellitus y madhumeha que describen el mismo concepto. En años posteriores, 1752, 1775 y 1778, se logra establecer con claridad la diferencia entre la diabetes mellitus y la insípida -por cierto, como la diabetes insípida no tiene nada que ver con la mellitus, este término prácticamente está en desuso, usándose solamente el término diabetes, seguido por el tipo correspondiente (tipo 1, tipo2 y gestacional); se desarrollan métodos para detectar azúcar en orina y la relación entre diabetes y páncreas, por los investigadores Frank, Dobson y Cawley, respectivamente.
Uno de los apellidos más célebres alrededor de la diabetes es el de Langerhans, quién en 1869 descubre las isletas que llevan su nombre, dentro de la estructura del páncreas. Veinte años después, siguiendo sobre las investigaciones del páncreas, Von Mering y Minkowsky provocan la primera diabetes artificial al remover el páncreas de un perro, despejando cualquier duda entre diabetes y función del páncreas.
Otro salto médico lo alcanzan en 1921 Banting y Best al aislar isletas y extraer una sustancia (insulina), que emplean para inyectarla a un perro diabético y observan una mejoría inmediata en el estado del animal, habiendo disminuido sustantivamente la glucosa en sangre. Al año siguiente, Leonard Tompson, diabético tipo 1 de 14 años, es el primer ser humano en recibir insulina, logrando vivir los siguientes trece años. En la autopsia se observaron varias complicaciones diabéticas muy avanzadas.
Finalmente, en 1955, Augusto Loubatiers sintetiza el primer hipoglucemiante oral, para el tratamiento de la diabetes tipo 2.
Ya en el siglo XX, hacia la segunda mitad y a raíz del enorme incremento de casos de diabetes, la ciencia médica comienza a desarrollar aceleradamente estudios, protocolos, investigación, etc. para atajar el creciente número de diabéticos, llegando de regreso al panorama actual.
Así pues, haciendo un poco de historia hemos conocido de los esfuerzos que desde hace muchísimos años han realizado infinidad de gente, con el propósito de darnos una mejor calidad de vida a quienes diabéticos, luchamos todos los días para no ser derrotados por las complicaciones, esperando que en un futuro no muy lejano, la efeméride a recordar sea la fecha en los albores del siglo XXI en que se encontró la cura definitiva a la diabetes. Ha sido un largo camino.
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