miércoles, 20 de diciembre de 2006

Bebo, no niego, ¿puedo?, no se


Continúo con la lectura del número especial del Scientific American y sigo encontrando datos interesantes sobre el comer y la salud y como el cambio de hábitos de alimentación ha transformado a la sociedad o, mejor expresado, la sociedad ha sido modificada por los cambio de alimentación.

Sin embargo me llamó la atención un artículo sobre los riesgos y beneficios de la bebida.

Si bien es sabido desde los tiempos de Noé el efecto adverso de la bebida en exceso, también a lo largo de años y años de convivir con las bebidas alcohólicas, hemos ido estableciendo una relación de amor – odio con ellas y ha habido épocas o regiones donde el alcohol y sus derivados son prohibidos o su consumo impulsado desde los gobiernos, como una fuente de ingresos vía impuestos muy fácil de controlar. Sea cual sea el caso, el alcohol forma hoy en día una muy estrecha relación con la comida y otras formas de celebración que tenemos los seres humanos.

La cantidad y variedad de bebidas alcohólicas es enorme. Baste considerar los tipos principales de productos alcohólicos bebibles –a base de alcohol etílico-, que hay en el mercado. Así encontramos a los vinos, la cerveza y los licores o bebidas espirituosas. Las diferencias entre estas bebidas, principalmente, se deben a la forma en que son tratadas para darles su forma final para llegar al mercado consumidor.

En teoría, todas las bebidas de base alcohólica parten de un mismo origen químico, es decir, la producción de alcohol etílico a partir de la fermentación de un azúcar vegetal (encontrado en frutos, tubérculos o tallos de plantas) y que puede ser fructuosa, sacarosa o glucosa (esta última en forma de almidón), dependiendo de la planta de que se extraiga. La diferencia fundamental radica en la pureza final del alcohol o, por el contrario, la cantidad de otras sustancias presentes en la mezcla de fermentación. Cuando digo en teoría, me refiero a que hoy en día una enorme cantidad de bebidas alcohólicas -las legalmente producidas y, por ello consideradas como “no adulteradas”-, ya no se producen con alcohol natural, sino con etanol obtenido de derivados de la destilación primaria del petróleo y con procesos que simulan el añejamiento (en el caso de los vinos), o con colorantes y saborizantes artificiales para simular sabores y texturas del producto original.

Sin embargo, el protagonista principal de las bebidas sigue siendo el etanol, ya sea obtenido natural o artificialmente, es el que causa, principalmente, los efectos positivos o negativos que se le achacan a las bebidas y es, además, un producto que genera adicción a su consumo, por lo que es tan difícil de dejar de tomar y causa tan graves trastornos cuando se está en terapia de desintoxicación alcohólica.

Si bien el tema de las bebidas alcohólicas para los diabéticos constituye un punto de fuerte controversia entre médicos, nutriólogos y educadores en diabetes, pues no se ponen del todo de acuerdo si los diabéticos debiéramos considerar beber cotidianamente una cantidad determinada o si por el contrario abstenernos del todo, claro permitiendo un pequeño sorbo muy de vez en cuando, parece ser que pudiera haber un pequeño rango donde sería bueno, terapéuticamente hablando, consumir de forma regular alguna cantidad de alcohol en forma de bebida.

Si bien la moneda esta en el aire, he aquí algunos de los hallazgos más recientes y que abren prometedoras posibilidades para quienes disfrutamos del alcohol sin excedernos y que como diabéticos veíamos casi como un pasado irrecuperable volver a un disfrute mas allá del “pero sólo un sorbo y eso porque es navidad”. Esto más que nada por el riesgo coronario aumentado que tenemos por el simple hecho de ser diabéticos, además de los problemas de cómo metabolizamos el alcohol.

La mayoría de los estudios apuntan hacia el hallazgo de que un consumo “moderado” ayuda a prevenir efectos adversos y que incluso tiene resultados benéficos sobre –casualmente-, la enfermedad coronaria. Pero ¿Cuánto es moderado?, si bien éste es un concepto subjetivo, al parecer se refiere a dos copas de tamaño estándar al día (algo así como copa de vino llena a la mitad, o un tarro de cerveza o un caballito de tequila), que es bastante alcohol, especialmente para quien no acostumbra a consumirlo de manera regular.

Así que a la pregunta de ¿un digestivo? Típica de los restaurantes, refiriéndose a un licor para el final de la comida, la respuesta bien puede ser un sí.

Los riesgos de la bebida son, de ligero a moderado:

Establecidos
Alcoholismo

No confirmados
Cáncer mamario
Daño fetal

Poco probable
Cáncer intestinal
Accidente cerebral vascular hemorrágico
Presión alta

Los beneficios:

Probables
Riesgo disminuido de enfermedad coronaria del corazón
Riesgo disminuido de accidente vascular cerebral isquémico
Riesgo disminuido recálculos biliares

Posibles
Riesgo disminuido de diabetes
Riesgo disminuido de de enfermedad vascular periférica

Como conclusión, ¡los diabéticos tipo dos, pudimos haber disminuido nuestras posibilidades de serlo con un poco de alcohol diario en la dieta!, es más, urge que sigan investigando y un poco de alcohol pueda ser parte del tratamiento para vivir con la diabetes, sumado al ejercicio, la dieta y los hipoglucemiantes.

Aquí dejo la reflexión, pero recuerden, nunca se automediquen –y en este caso el alcohol caería en la categoría-, mejor vean a su médico e infórmense bien antes de tomar decisiones que puedan atentar contra la propia salud. Así pues, me despido diciéndoles SALUD!

2 comentarios:

  1. Hablando de alchohol y navidad, ahi te va un extracto de un bello y conmovedor villancico:
    "Pero mira como beben los ebrios en el bar, pero mira como beben se van a "guacarear", beben y beben y vuelven a beber, los ebrios en el bar, beben hasta caer..."

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  2. Lilith:

    Buena rima, tacho, sería la mejor alabanza a tan ilustrativa letra, ja ja ja

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