sábado, 16 de diciembre de 2006

Ya llegaron las posadas


Pues sí, hoy inauguramos la primera posada de la temporada y de acuerdo con la mexicana tradición que corresponde a estas fechas, cada quién tendrá sus múltiples compromisos para la pachanga y cotorreo del ciclo anual que hoy comienza y culmina el veinticuatro con la cena de Noche Buena.

Aparte de lo que significa desde el punto de vista religioso en este país católico, apostólico y guadalupano, las posadas modernas, -no necesariamente ligadas a la tradición religiosa-, han cambiado radicalmente, pero sin perder el sentido del pretexto ideal para la fiesta y, el exceso en el beber y el comer. En estas ocasiones – nueve días sin contar aquellos en que se nos juntan más de dos compromisos-, aparte de mucho alcohol, un poco de comida –si es que alguna encontramos-, y mucha, pero mucha música de moda –no falta el punchis-punchis y otras-, hasta atarantarte. O sea, el concepto de una posada moderna.

¿Alguien se acuerda de esas tradicionales posadas en la época de los abuelos –y me atrevería a pensar que hay gente relativamente joven que no tuvo oportunidad de vivirlas pues ya son algo así como piezas de museo-, en que antes que nada había que pedir posada, con todo y los cantitos –letanía, pues para los puristas del lenguaje y las tradiciones-, la procesión previa cargando a los peregrinos, la o –dependiendo de la capacidad monetaria de los anfitriones-, piñatas, la colación, el ponche con piquete y, al final de todo esto, la tertulia con la merienda acompañada de buñuelos con chocolate caliente y si la familia era muy, pero muy liberal, algo de baile de los jóvenes bajo la siempre vigilante mirada de las mamás.

Que tiempos aquellos. Hoy ya prácticamente no queda mucho de esa tradición y la gente joven se niega rotundamente a “hacer los panchos que la tradición dicta”. Pero los componentes que permanecen de estas fiestas son, encontrar un espacio para la celebración festiva, el baile y el abundante beber y el mejor comer; ah, y por supuesto, hasta altas horas de la noche.

Después de esta aburridísima disquisición sobre la tradición navideña, habrá quien se pregunte, y, ¿eso que tiene que ver con los diabéticos?, ¿acaso los diabéticos NO deben de disfrutar de estas fechas?, ¿el ser diabético me cancela mis oportunidades de canto baile y diversión?.

La verdad es que después de una prolongada y sesuda sesión de meditación que me llevó largísimos tres segundos, me respondo las preguntas que –curiosamente-, yo mismo me planteo.

Primero que nada, me respondo que nada ni nadie que no sea yo mismo, me puede cancelar o condicionar mi derecho a participar en todas las celebraciones de la temporada y que por supuesto, el ser diabético no me convierte en paria social y que no hay razón para que me aísle o margine por tan pequeño detalle como una diabetes. Lo que sí debo hacer, es conciencia de que como diabético, lo que tengo que hacer es, simplemente poner más atención de lo que mi cuerpo requiere y cumplir con unas cuantas “normas de seguridad”, para poder disfrutar plenamente.
Así pues, analizo que puedo hacer para no privarme del disfrute de estas fechas y, por supuesto, evitar causarme un daño posible si no cumplo con dichas precauciones. Primero que nada, está el cuidado de largo plazo; es decir, que si me he mantenido controlado en mis glucemias, estoy realizando mi programa de ejercicios, llevo bien ajustados mis medicamentos y no presento ninguna complicación por descontrol, ya tengo el noventa por ciento del disfrute garantizado, pues esto quiere decir que si de repente me paso un poquitín, no me hará realmente daño. Ya establecido en el control, debo cuidar que lo que coma o beba, no sean una sobrecarga a mi sistema y tratar de compensar mis equivalentes alimenticios para poder mantener un estado no muy alejado del equilibrio ideal (es decir, no descontrolarme mal plan).

Así pues y siempre y cuando no tenga ninguna restricción seria derivada de la vida con diabetes, podré tomarme un o dos copas de alcohol –por favor, eviten las mezclas dulces-, vino tinto sería una buena elección o un licor sin mezclar. Procurar nunca beber alcohol con el estómago vacío o con más de tres horas del último alimento, disminuir las grasas que ingiero si es que tomo alcohol y no olvidar la fibra dietética –sí, las verduras, a ellas me refiero, siempre nos ayudarán a controlar el llamado índice glucémico- y si en la fiesta (posada, pues), hay bailongo, hay que mover el bote, participar pues es un magnífico ejercicio y nunca está de más practicarlo.

Una nota de atención para los diabéticos tipo 1, es importante controlar la insulina, el alimento y, si bailan, no olvidar que pudiera sobrevenir una hipoglucemia por el ejercicio y portar siempre una fuente de azúcares directos (caramelos, pastillas de glucagón, etc.), en caso de requerirse. Ah, y lo más importante, si van con los cuates, que sepan qué hacer en caso de crisis para que nos apoyen si llegara a presentarse –esperamos que no.

Como reflexión final, el apuntarse voluntario como conductor designado es un buen pretexto para evitar caer en la tentación de las bebidas alcohólicas y si bien no se trata de ser el “siempre sacrificado wei que nunca bebe, de vez en cuando es una muy buena forma de evitar el alcohol sin parecer el ñoño del grupo.

Por de mientras sale la siguiente reflexión, mi deseo es que se diviertan y disfruten este período.



1 comentario:

  1. Conductor "designado"??? Eso es más bien ser el conductor RESIGNADO jeje. Besos :P

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